La ‘startup’ desconocida que ha superado en Madrid los empleados de Google. Va por 500 “y pronto serán 1.000”
Celonis, uno de los gigantes tecnológicos de Europa, ha hecho una fuerte apuesta por la capital española en lo que supone una señal prometedora para el ‘Silicon Valley’ local. EL PAÍS ha pasado una jornada en su oficina, que se ha quedado pequeña en 18 meses
Este reportaje comenzó por una foto. En febrero, la startup alemana Celonis difundió a los medios una nota de prensa en la que celebraba que había creado 500 empleos en Madrid en tres años. Adjuntaba un retrato de la plantilla en el que posaban en primera fila algunos de sus líderes, delante de cientos de jóvenes. Celonis, explicaba el comunicado, cuenta con más de 50 nacionalidades en Madrid, y más de la mitad son mujeres. Esta buena noticia para la capital de España levantó cejas en la Redacción de EL PAÍS. ¿Celo... qué?, ¿de dónde ha salido esta empresa?, ¿pagan bien?, ¿son empleos de calidad?, ¿van a seguir creciendo a esa velocidad?
Las respuestas las encontró este periódico un jueves hace dos semanas, durante una visita a su oficina de seis plantas en la zona financiera de Azca, junto a Nuevos Ministerios.
A las nueve de la mañana, tres de los responsables madrileños esperan en la recepción. A su derecha, da la bienvenida a los visitantes la estatua blanca de un cerdo. La han convertido en mascota de la compañía por la gracia que les hizo el acrónimo de su producto estrella, Process Intelligence Graph. PIG. Al fondo a la izquierda, junto a un grupo de empleados que trabajan en sus escritorios, se distingue un gong asiático. Lo hacen sonar cada vez que cierran una venta.
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Los tres directivos guían hasta la quinta planta mientras explican en qué va a consistir la jornada. Han preparado una serie de entrevistas con diez celonautas (así se apodan sus empleados) y varias oportunidades para ver cómo socializa la plantilla: por la mañana, durante la celebración de los cumpleaños de todos los trabajadores nacidos en junio, o al final del día, durante las cañas de afterwork en la azotea del edificio.
Celonis, que elabora programas informáticos para empresas, fue fundada en Múnich en 2011. Abrió su sede madrileña de la forma más discreta. En septiembre de 2020, un grupo de 20 empleados se instaló en un WeWork, uno de esos espacios de trabajo compartidos. Se mudaron a su actual edificio en diciembre de 2022 y solo 18 meses después se les ha quedado pequeño. Ya empiezan a hacer planes para aprovechar el espacio de los pasillos colocando más escritorios.
En febrero de este año, cuando celebraron que habían llegado a los 500 empleados, alguien le pasó el micro a uno de los dos consejeros delegados, Bastian Nominacher. Le preguntaron por el próximo objetivo. ¿Ahora qué? Y él les prometió que muy pronto llegarían a los 1.000 trabajadores.
Para poner estas cifras en contexto hay que considerar que Google tiene cerca de 500 empleados en Madrid, según fuentes de la compañía. En cuanto a las tecnológicas españolas, pocas emplean a más personas que Celonis (Fever, Cabify, JaT, Glovo, Wallbox.), dice por correo Antonio Iglesias, el director general en España de Endeavor, una entidad con sede en Nueva York que elabora informes anuales del sector. “Para una empresa extranjera crear esos puestos de trabajo parece sin duda una cifra elevada”, añade.
La planta quinta alberga varias salas de reuniones y aquí es donde los responsable de Celonis reciben a los jefazos del Ibex. Los tres directivos invitan a un café de una de las muchas máquinas gratuitas repartidas por el edificio. Lo primero que quieren dejar claro es que esta no es una oficina cualquiera. Celonis tiene más de 3.000 empleados repartidos por 24 ciudades, pero esta filial es de una categoría elevada. Es el Madrid Hub. “Es la segunda oficina más grande de la compañía tras nuestra sede en Múnich”, explica Fernando Ranz, vicepresidente y director para Iberia y Latinoamérica. “Y en actividad es la número uno”.
El vicepresidente de Ingeniera, Jorge Ferrer, remata esta idea: No solo estamos en un lugar único para Celonis. Este es un lugar único para el ecosistema tecnológico de Madrid. “Muchas multinacionales tecnológicas en España abren aquí solo una oficina de ventas satélite. Nosotros tenemos eso, pero además, tenemos un centro de excelencia donde los ingenieros desarrollan nuestros productos de software principales”, subraya. “En otras tecnológicas, cuando tienen una reunión importante, cogen el avión a San Francisco. Nosotros cogemos el ascensor”.
“Somos lo más próximo que existe a una compañía tecnológica internacional fundada en Madrid”, proclama Ranz.
La tercera directiva del comité de bienvenida es Sonia Comajuan, directora de Operaciones de Ingeniería. Cuenta que Celonis sacó recientemente una oferta de 90 posiciones para empleos altamente cualificados, con la prioridad de que Madrid sea su destino. “Es impresionante cómo atraemos talento incluso de gente de Estados Unidos. Nos llegan currículos muy potentes de todo el mundo y a mí eso me enorgullece”.
El ‘software’ de la eficiencia
Los tres fundadores alemanes de la compañía, Nominacher, Alexander Rinke y Martin Klenk, eran estudiantes de la Universidad Técnica de Múnich cuando se propusieron llevar al plano comercial las ideas de un informático holandés, Wil Van der Aalst, sobre cómo aplicar los algoritmos y la inteligencia artificial para el viejo trabajo de consultoría de eficiencia. Desde hace décadas, las empresas han contratado a consultores externos para que les aconsejaran sobre cómo ahorrar tiempo y dinero. La aportación que hizo Celonis fue introducir las nuevas tecnologías. El espaldarazo para estos tres jóvenes llegó cuando la alemana Siemens les contrató. Luego, vinieron las rondas de inversión que ayudaron a que la compañía flotara dulcemente sobre un mar de dinero.
En 2022, Celonis recibió 1.000 millones de dólares, entre otros del fondo soberano de Qatar, en una operación que valoró la compañía en 13.000 millones de dólares. Era un récord para una startup alemana. Si un unicornio es una empresa tecnológica valorada en más de 1.000 millones de euros, ellos son algo superior, un decacornio. Solo 43 startups del mundo habían alcanzado ese estatus a principios de 2024.
A pesar de ese lugar en la élite, Celonis no es muy conocida por el gran público, quizás porque se trata de una empresa que vende software B2B (a otras compañías) y no B2C (a otros consumidores). Es un líder mundial en su categoría, la minería de procesos, que es un nicho inventado por la propia empresa. Este nombre es tan críptico que Celonis ha subido a su web una guía para Dummies. Ahí recurren a la metáfora de las migas de pan de Hansel y Gretel, los niños perdidos del cuento de los hermanos Grimm. Las migas son el rastro informático que una empresa va dejando en su día a día (la factura que emite un proveedor, la reclamación de un cliente, etc). Celonis recaba toneladas de información y la procesa con sus algoritmos para averiguar por qué los procesos funcionan mal. Prometen ahorrar tiempo, dinero o emisiones de CO2.
El mundo empresarial está plagado de ineficiencias que ellos prometen solventar. Una de las aplicaciones con más éxito detecta en cuántas ocasiones pagas dos veces por lo mismo, explica Ferrer. “Prácticamente cualquier empresa de tamaño grande abona al año millones de facturas duplicadas”. Otro caso que suele mencionar la compañía: se estima que un tercio de los contenedores de mercancías que navegan por el mundo viajan vacíos.
Aunque hay escépticos que dudan de que Celonis pueda beneficiar a cualquier empresa, sus líderes están convencidos de que se harán universales. Como ha pasado con Office, Google, SAP, Slack, Salesforce y tantos otros, ellos quieren ser el líder dominante de esta nueva categoría: el software de la eficiencia.
Como Celonis no ha salido a Bolsa, la información sobre ventas es un misterio. La compañía asegura que lleva años creciendo con dobles dígitos. También en España. Entre los nombres que pueden mencionar por acuerdos con sus clientes están el banco BBVA o la tecnológica Amadeus. ¿Cuántas compañías del Ibex 35 usan Celonis? Responde Inma García, una ingeniera del equipo comercial: “Casi todas”.
Las respuestas que dan los jefes de Celonis muestran su sobrada confianza en el futuro. ¿Cuándo seréis 1.000 empleados?, ¿en cinco o diez años? Contesta Ranz: “Claramente antes”.
Por las cristaleras de la oficina entra a raudales la luz de junio. Sentados o de pie, los Celonautas trabajan frente a sus ordenadores. Unos visten camisa y chinos. Otros, pantalón corto y camiseta. Muchos son veinteañeros y treintañeros. El inglés es la lengua de trabajo. Nadie tiene un escritorio asignado para favorecer que los diferentes equipos se mezclen y colaboren.
La idea de que esta empresa es revolucionaria ha calado en la plantilla. Javier de Arcos, un desarrollador de software español de 36 años, dice que son afortunados de presenciar desde dentro cómo se expande un gigante: “Vivir este momento en Celonis es como entrar en Amazon cuando todavía no era Amazon”.
Para los jóvenes españoles trabajar para Celonis es un privilegio. Rodrigo Aladro, de 24 años, hizo estudios de Economía en la Carlos III antes de ser reclutado en septiembre. Como otros compañeros de clase, soñaba con trabajar en el sector tecnológico. Algunos se han marchado al extranjero buscando esa oportunidad: “No hay tantas startups en España como nos gustaría”.
Vivir este momento en Celonis es como entrar en Amazon cuando todavía no era AmazonJavier de Arcos, director de ingeniería en Celonis
Más de la mitad de los trabajos en el hub de Madrid corresponden a perfiles técnicos, según la empresa. El resto son áreas de apoyo como finanzas o recursos humanos. Por política empresarial, sus líderes no hablan en detalle de los salarios, pero sí especifican que pagan más que la media del sector en Madrid (40.000 euros para un desarrollador de software, según la consultora de recursos humanos Manpower) La prueba de que no pagan mal, dice Ranz, es que el talento internacional viene a trabajar con ellos. La londinense Dounia Pajoheshfar, de 27 años, comenzó su carrera en el sector en la capital británica. ¿Por qué Madrid? Menciona el sol y la sociabilidad de los españoles, pero también cree que aquí tiene más oportunidades de crecer. “Muchos quieren vivir aquí por unos años y marcharse. No soy una de ellos”.
Su caso muestra que la junta directiva de Celonis acertó cuando en 2020 se reunió para decidir dónde abrir su hub para Europa. La primera opción era Dublín, donde estaban asentados otros gigantes tecnológicos, pero un ejecutivo español que ya ha salido de la compañía, Miguel Milano, les hizo cambiar de opinión. Madrid era un mejor destino. “¿Quién iba a querer irse a Dublín con un cielo cubierto de nubes?”, dice Ferrer, uno de los tres líderes del Madrid Hub.
La apuesta de Celonis refleja la pujanza de la capital española como ecosistema tecnológico, valora Guillermo de Haro, vicedecano de IE University. “Las multinaciones nos han puesto el ojo. Seguimos siendo más baratos que otras regiones y tenemos varias universidades técnicas de las que sale mucho talento. A eso se suma el atractivo de su calidad de vida”. Madrid no aparece en la clasificación de las 40 principales ciudades tecnológicas del mundo que elabora Startup Genome. Pero este año figura como el candidato número uno para entrar en ese top.
El 17 de junio, una delegación del Comité de Digitalización del Bundestag, el parlamento alemán, visitó el Madrid Hub. Quedaron gratamente impresionados, pero también surgió una pregunta incómoda: “¿Por qué no se ha hecho esta inversión en Alemania?”
Masajes y videojuegos
Las condiciones de trabajo en Celonis son las típicas de la filosofía startup del work hard, play hard. Los celonautas tienen a mano los juguetes esperables —videojuegos, futbolín, ping pong, juegos de mesa o hamacas— y las comidas gratis —fruta, café, dulces, refrescos, cerveza y tinto de verano—. También les convidan a un desayuno semanal y dos almuerzos mensuales. A eso se suma un carné de gimnasio, 200 euros en comidas al mes, seguro médico privado, psicólogo y abogado. Este junio celebraron “el mes del bienestar” y disfrutaron de yoga, masajes y manicura, además de una escapada a una finca a las afueras de Madrid para la fiesta del verano.
Las ventajas parecen interminables. Este es un sector donde se mima a los empleados para retenerlos. La empresa financia el Celoclub, un órgano gestionado por los empleados para promover actividades de ocio como clases de baile o cocina, campeonatos deportivos y excursiones.
A media tarde, el Celoclub está vacío salvo por un par de empleados que juegan al ping pong y otros dos que conversan sentados.
—¿No habéis pillado a ningún empleado abusando de tanto juego?
—No, no. Yo esto lo veo como una cosa fantástica —responde Sonia Comajuan—Te sirve para desconectar y hacer una pausa porque, si no, de nueve a seis son mogollón de horas. Piensa que esto es un trabajo de alto nivel. Tenemos gente con carreras, másters y doctorados. No son gente a la que haya que estar haciendo micromanaging con el látigo. Además, la innovación se basa en dar mucha autonomía a los empleados.
Otro lugar donde pasan cosas es el auditorio de la cuarta planta con capacidad para casi cien personas. Por la mañana tiene lugar un curso organizado por la compañía. Por la tarde, Celonis presta este espacio a otros apasionados de la programación. A las 19.00, una veintena de jóvenes escucha una presentación de la empresa madrileña de software empresarial Datisa.
A esa hora, la acción principal transcurre en el rooftop (la azotea), donde a los empleados les espera cerveza fría, empanadas y juegos de mesa. Los ascensores suben cargados.
—We can make room for you guys. (Podemos dejaros espacio).
Eduardo Panayotti, un joven hondureño, que conoció la etapa en el WeWork, cuenta que cada vez le cuesta más poner nombre a todas las caras. “Ponte que solo el mes pasado entraron 30 o 40 nuevas personas”. Muchos más tocan a la puerta: “Tengo a la semana a cinco personas que me escriben por LinkedIn”.
Quieren unirse a la tribu feliz de los celonautas. Tras terminar su jornada en una empresa que crece y crece y crece, disfrutan cerveza en mano de la vista panorámica en el distrito financiero de Azca, en este momento dulce.
Escriba al autor a fpeinado@elpais.es o fernandopeinado@protonmail.com
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