La Asamblea de Madrid borra a Ignacio González de su 40º aniversario, salpicado de reproches a Ayuso y al PP
Solo Ayuso menciona al expresidente, que no es invitado al acto ni figura en la exposición paralela, mientras que el PSOE recuerda la corrupción del PP y Más Madrid critica a la actual líder
No hay lugar para la etiqueta, ni la diplomacia. Da igual que sea un acto institucional. El 40º aniversario de la Asamblea de Madrid, celebrado este viernes, nace herido de muerte y muere herido de desplantes. Primero, no se invita al expresidente Ignacio González, cercado por la investigación del caso Lezo de corrupción, y borrado de cualquier foto de la exposición organizada con motivo de un aniversario en el que apenas Isabel Díaz Ayuso menta su nombre. En paralelo, se castiga sin intervenir en el acto al expresidente Ángel Garrido, enemistado con el PP tras fichar por Cs. Y, finalmente, la ceremonia queda salpicada de recuerdos a la corrupción que ha carcomido a algunos de los gobiernos conservadores; y de reproches a la actual presidenta. Ni los discursos de los expresidentes regionales, incluido el emotivo de Cristina Cifuentes, de vuelta a la Cámara tras dimitir por el caso máster, templan los ánimos.
La primera intervención fija el tono de la mañana. Puede ser un día de concordia, que anime a los partidos a trabajar para reformar el estatuto de autonomía, reduciendo los diputados de la Cámara y eliminando el término “minusválidos”; o uno de confrontación, que recrudezca el choque diario. La portavoz de Vox, Rocío Monasterio, elige lo segundo. Apenas ha comenzado la ceremonia cuando introduce una anécdota con este preámbulo: “Un socialista honrado, es decir, un ser casi mitológico...” Luego dice que la autonomía madrileña “ha fallado”. Y los murmullos que acompañan a su discurso desde la bancada se transforman en mensajes de queja y crítica que se van cruzando los diputados, indignados los de la izquierda, sorprendidos los de la derecha, mientras todo lo escuchan a los expresidentes Joaquín Leguina (PSOE), Alberto Ruiz-Gallardón (PP), Esperanza Aguirre (PP) y Cifuentes.
Pero queda más. Mucho más. Toma la palabra Juan Lobato, el líder del PSOE, y golpea con diplomacia, guante de seda en puño de acero, sin levantar la voz ni el tono, pero hiriendo igualmente con sus palabras a la bancada del PP.
“Madrid nunca ha dejado de avanzar, incluso en los capítulos más oscuros, corrupción incluida”, arranca, trayendo hasta el hemiciclo con esa única palabra, los fantasmas de los casos Púnica, Lezo, Gurtel o Bárcenas. “Tan negativo es ausentarse de una celebración institucional como la apertura de las Cortes como que la Comunidad de Madrid no invite a la celebración de la Constitución al gobierno de su país”, añade, lamentando la decisión de Díaz Ayuso de no invitar al Ejecutivo central a la ceremonia que organizará el lunes, en represalia por no haber sido invitada a la inauguración del AVE entre León y Oviedo. “Respeto a las instituciones y quien forman parte de ellas”, pide. “Si algo tiene que ser vitalicio, es ese respeto”, remata, en referencia velada al proyecto gubernamental para darle un sueldo a los expresidentes autonómicos.
Con la puerta abierta de par en par a los agravios, Manuela Bergerot, la nueva portavoz de Más Madrid, pisa el acelerador. Es la suya una intervención que pone la diana en Díaz Ayuso sin mencionarla.
“Hay quienes usan a los madrileños como rehenes para sus aspiraciones personales y las instituciones para hacer política de partido”, dispara. “Madrid les queda grande”, añade. “A quienes piensan que la libertad solo sirve para ahorrarse impuestos y hacer dinero, les decimos que subestiman a los madrileños”.
Críticas veladas a Sánchez
Cuando llega el turno de Ayuso, ella tampoco desaprovecha su oportunidad. Su mirilla, sin embargo, está en otra parte. En La Moncloa. En Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno. De esta manera, gran parte de su discurso se entiende en oposición al líder del PSOE, al que no menciona, ni falta que hace, pues se reconocen sin ello las críticas que día sí, día también, le lanza la presidenta de Madrid al de la Nación.
“Junto a esa labor legislativa, la Asamblea de Madrid desempeña otra función primordial: el control al Gobierno”, recuerda. “Una tarea tan exigente como necesaria”, subraya. “Porque hay que recordar que una democracia saludable es aquella en la que el poder Legislativo controla al Ejecutivo, con luz y taquígrafos. Y donde ninguno de esos dos poderes invade, corrige ni coarta al Judicial, que es garantía frente a cualquier exceso o arbitrariedad”.
Los antiguos diputados escuchan todo eso, miran a su alrededor, y no entienden nada. No reconocen en este ambiente enrarecido el Parlamento que ellos conocieron, algunos ya hace 25 años, cuando se puso la primera piedra del edificio de Vallecas, y se empezó a cerrar la etapa del caserón de San Bernardo como sede del poder legislativo. Con todos los presentes luciendo colgada del cuello una medalla conmemorativa, Juan Van-Halen, expresidente conservador del Parlamento, no puede ocultar su desazón.
“Veo mucho más griterío, insultos, que no se daban entonces”, dice en su discurso sobre los tiempos en los que él llevaba las riendas de la Cámara (1995-1999). “Se metía uno con otro, y cuando salíamos nos tomábamos una copa, no había ninguna necesidad de insultar”, añade.
Una situación impensable en 2023. Menos aún tras el pleno por el aniversario de la Cámara, lleno de reproches y desplantes cruzados.
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