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A bordo de los ‘bicibuses’: los pequeños madrileños pedalean en una ciudad hostil con los ciclistas

Profesores, padres y amantes de la bicicleta organizan rutas escolares y piden al Ayuntamiento cambios en la ciudad para que los recorridos sean más seguros

El 'bicibús' del colegio Jesús Maestro en uno de sus recorridos de los martes en el barrio de Chamberí, en Madrid.
El 'bicibús' del colegio Jesús Maestro en uno de sus recorridos de los martes en el barrio de Chamberí, en Madrid.Claudio Álvarez
Ana Puentes

A Carolina y a su bicicleta no hay pendiente en Madrid que les quede grande. La pequeña, de 11 años, escala a pedalazos las calles del barrio Chamberí, porque no quiere alejarse del pelotón que va por delante cantando “Ole ole ole, en bici voy al cole”. El grupo de pequeños ciclistas es, en realidad, el bicibús del colegio Jesús Maestro, una de las instituciones madrileñas que ha diseñado rutas escolares para que los alumnos lleguen al colegio en bicicleta. Carolina ha tenido que persuadir a sus padres para que la dejen venir a pedalear con el bicibús que llega a sumar hasta 30 estudiantes. “A mi madre le daba miedo que me cayera o que algo me pasara con un coche. Pero los convencí ”, cuenta la niña, triunfal, al final del recorrido que lideran David Saiz, Conchi Sánchez, Tesa Jimeno, Julio Rico y Cristina Armero todos los martes desde hace casi una década. “Madrid es una ciudad pensada para los coches y un tanto hostil para la bicicleta. Por eso queremos enseñar a los niños otra forma de construir y moverse en la ciudad”, explica Saiz.

Solo el 3,7% de los habitantes de Madrid utiliza la bicicleta para sus desplazamientos cotidianos, de acuerdo con la más reciente Encuesta de Calidad de Vida y Satisfacción con los Servicios Públicos hecha por el Ayuntamiento. Madrid es, además, la ciudad donde más personas (59%) consideran que no es seguro pedalear, según el Barómetro de la Bicicleta en España 2022. La mitad de los encuestados para este estudio aseguran que la capital no es amable con los ciclistas porque hay exceso de tráfico motorizado y porque faltan vías exclusivas.

Pese a este panorama, los coordinadores de los bicibuses en Madrid han conseguido que la experiencia sea segura para los niños. En el colegio Jesús Maestro, por ejemplo, hay toda una logística para el recorrido que se hace para los niños entre los 9 y y 13 años. A la cabeza, Saiz, acompañado de un padre u otro profesor, lidera la ruta; a lo largo del pelotón, los adultos se ubican al lado izquierdo, para proteger a los alumnos de los coches; al final, otros dos adultos cierran la marcha. Todos se comunican por walkie-talkie y están atentos en los cruces y en las vías de alto tráfico. Si un conductor se aproxima demasiado al carril por donde van los niños o si va demasiado rápido, los adultos le hacen señas para que se aleje un poco o baje la velocidad. Los pequeños avanzan con valentía, aunque saben reconocer que la calle es hostil: “Te apuesto a que si fuéramos por allí, un bus nos aplastaría”, le suelta una niña a otra durante el recorrido. En Madrid, en lo que va de 2023, se han registrado 433 siniestros viales en los que están implicados ciclistas, de acuerdo con los registros de la policía municipal. De estos casos, 16 han involucrado a menores entre los 10 y 14 años.

Los coordinadores de los bicibuses, por eso, agradecen que las familias les confíen sus hijos para estas actividades. Con mucho esfuerzo, Marta Burgo, por ejemplo, permitió que su hijo Lorenzo participara del bicibús del colegio Ignacio Zulogada, ubicado en el barrio Bellas Vistas. “Me daba muchísimo miedo dejarlo ir. A mí me da temor andar en bici por los coches. Pero Lorenzo fue más valiente que yo y me animó. Me siento segura yendo así, porque vamos en pelotón”, cuenta Burgo, que lleva más de dos años en uno de los bicibuses más antiguos de Madrid. La ruta escolar ciclista del Zuloaga cumplió este 11 de noviembre 16 años y lo ha celebrado con un “bici-churro”, una rodada en bici a la que asistieron más de 70 personas entre niños y familias que terminó con un desayuno de churros con chocolate en una cafetería del barrio. “Sin los padres y madres este proyecto no hubiera sobrevivido”, comenta Walter Post, profesor del colegio y creador del bicibús en 2007 en el marco de un proyecto nacional de la entidad ciclista Conbici. Post añade que parte de su esencia es no solo que los niños aprendan a andar en bici por la ciudad, sino que el cambio se contagie al resto de la familia.

Sin embargo, Post considera que la ciudad también debe cambiar. “Yo podría haber diseñado un recorrido que fuera solo el barrio, pero he incluido también calles de alto tráfico porque me parece importante que el resto de usuarios de las vías vean niños montando en bicicleta y sepan que hay otro tipo de formas de moverse”, explica Post y agrega que ha notado que los críos han sido “un elemento pacificador del tráfico” en Tetuán: “Su sola presencia en la calzada hace que los conductores extremen las precauciones”.

Un cambio similar ha ocurrido en los alrededor del colegio Méjico. Ignacio Peña, presidente del AMPA de esa institución y uno de los coordinadores de otro bicibús madrileño, asegura que tras la creación de la ruta en 2019 en el barrio Concepción se redujeron las velocidades en las calles aledañas, se ampliaron las aceras y hasta se consiguió que les instalaran un aparcamiento de bicicletas. Peña, sin embargo, pide al Ayuntamiento más ambición para que estos recorridos sean más frecuentes en Madrid. Aunque es cierto que algunos de los bicibuses de los colegios forman parte del proyecto europeo STARS (Acreditación y Reconocimiento de Desplazamientos Sostenibles para Colegios, en la traducción de las siglas al español), promovido por el Ayuntamiento, muchos son originalmente una iniciativa ciudadana. “Estoy convencido de que nuestro bicibús sería masivo si tuviéramos un carril bici segregado”, dice Peña, “no hay que cortar tráfico, simplemente es ganar espacio para otro tipo de movilidad, implementar urbanismo táctico para que las calles sean más tranquilas”.

En el Zuloaga también han alzado la mano. “Llevamos años pidieron a la Junta Municipal de Tetuán que haga un carril segregado para la entrada del colegio, pero no ha llegado nada”, critica Post. “Son muchos años y Madrid sigue estando a la cola de las ciudades que apuestan por el cambio. Que hoy haya niños que puedan montar en bici en la calle se debe al esfuerzo de los que creemos en esto y lo hacemos de manera voluntaria”. Desde el Jesús Maestro, Saiz también pide carriles bici en Madrid para que el bicibús no sea la única forma que tienen sus estudiantes para ir en bici por la calle. “La avenida Bravo Murillo [que utiliza ese bicibús] tiene siete carriles y ninguno para bicis”, cita Saiz, “también nos vendría bien que pacifiquen la calle de Guzmán el Bueno y que a la calle de Melquiades Álvarez le hagan, por lo menos ciclocarril, es decir, que tenga señalización en el suelo y la restricción de circulación a un máximo de 20 kilómetros por hora”.

Los niños que participan del bicibús del colegio Jesús Maestro preparan sus bicicletas y elementos de seguridad en el patio escolar.
Los niños que participan del bicibús del colegio Jesús Maestro preparan sus bicicletas y elementos de seguridad en el patio escolar. Claudio Álvarez

El proyecto de presupuesto general 2024 del Ayuntamiento de Madrid no contempla bicicarriles segregados para los distritos donde se mueven los bicibuses del Jesús Maestro, el Ignacio Zuloaga y el colegio Méjico. De los 5.940 millones de euros del futuro presupuesto general, solo se se destinarán 2,4 millones de euros para construir y entregar en septiembre de 2024 una vía entre la Gran Vía de San Francisco y la glorieta de la Puerta de Toledo (1,3 millones de euros) y obras de remodelación y mantenimiento que incluirán carriles bici en Villa de Vallecas (710.000 euros), Puente de Vallecas (236.000 euros) y Villaverde (119.156 euros).

La fórmula para adaptar las ciudades a la medida de los niños –y de sus bicicletas– ha sido estudiada por distintas organizaciones internacionales, como la Iniciativa Global para el Diseño de Ciudades (GDCI, por sus siglas en inglés) y la Asociación Nacional de Oficiales de Transporte que, en 2019, publicó la guía Diseño de calles para la niñez. El libro destaca que para que los chavales vayan en bicicleta debe planearse una “red integral para bicicletas” segura, conectada, agradable y directa. “Si bien los niños y niñas pueden circular en paralelo con los vehículos en calles tranquilas con poca velocidad y volumen, las ciclorrutas dedicadas y protegidas son necesarias para que puedan circular por calles e intersecciones más grandes”, destaca el documento. Francisca Benítez, gerente de proyectos para el programa Streets for Kids de la GDCI, agrega que los ciclocarriles deben ser lo suficientemente anchos –2,2 o 2,4 metros– para que los pequeños puedan pedalear junto a sus familias y combinarlas con alumbrado público, áreas donde los cuidadores puedan detenerse con ellos para descansar o jugar, bebederos de agua, entre otros. “Los bicibuses son una buena forma de empezar a promover esta forma de movilidad”, reconoce Benítez, pero agrega que estos deben estar combinados con otras estrategias: “Los cambios deben ser participativos”. “Creemos que las calles que son buenas para la niñez, son buenas para todos”, concluye.

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