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Detenido un butronero con 50 detenciones escondido en la habitación de su hija y cubierto por mantas

El prófugo llevaba desde 2019 prácticamente encerrado en esa vivienda en la que también se ha encontrado una plantación de marihuana y estaba protegido por su familia

Butronero
Detención del butronero que llevaba oculto en Villaverde desde 2019.Policía Nacional
Patricia Peiró

Asomarse brevemente por la ventana le costó a J. A. N. J. el fin de su huida. Se trata de un butronero profesional, de esos que ha hecho de la delincuencia su vida, con más de 50 detenciones a sus espaldas. Eso quiere decir, que los golpes que consiguió concluir con éxito probablemente fueron el doble. En 2019 decidió desaparecer del mapa ante la obligación de ingresar en prisión por condenas de hasta seis juzgados diferentes de toda España. El hombre se ha ocultado durante estos cuatro años en una vivienda del distrito de Villaverde, en Madrid. Era su zona de seguridad, donde contaba con una red extensa de familiares y conocidos que le daba cobijo y un sistema de protección. Hasta esta semana, cuando los policías entraron en la casa y lo detuvieron para que cumpliera sus condenas. Estaba en la habitación de su hija, bajo una cama y cubierto por mantas.

Este detenido no tenía una especialidad concreta. Se dedicaba a acceder por complejos agujeros a todo tipo de establecimientos. Asaltos rápidos. Penetrar en el interior, hacerse con todo el botín posible y desaparecer por el mismo hoyo por el que había accedido. Así fue acumulando un completo expediente lleno de arrestos por robos con violencia, con fuerza y quebrantamientos de condena. En este historial, también constan requerimientos de seis juzgados de diferentes puntos de España, entre ellos, Madrid y Toledo.

Como muchos otros fugitivos, J. A. no se marchó a un país lejano, sino que escogió su barrio como su búnker particular del que escapar de la justicia. Su detención, de hecho, se produjo entre un amplio despliegue policial para evitar altercados de su entorno, que ha estado protegiéndolo todos estos años. Ellos eran los que le facilitaran todo lo que necesitara o los que le mantenían alerta de los posibles peligros. Esta red de vínculos familiares creó un “entorno cerrado, de difícil acceso policial”, especifica el cuerpo en una nota. Este cerco blindado dificultó tremendamente las labores de vigilancia para atestiguar que el fugitivo se encontraba efectivamente en ese domicilio. Pero esta vez, ese entorno no fue suficiente.

El prófugo apenas salía de casa y, si lo hacía, era en patinete para acelerar sus desplazamientos y no correr mayores riesgos. Dentro tenía todo lo que necesitaba. Incluso más, porque cuando los agentes entraron hallaron en una habitación una plantación de marihuana con la que desarrollar este negocio ilícito para ganarse la vida de este modo. Pero un día se asomó a una ventana y los policías del Grupo de Fugitivos obtuvieron la prueba definitiva para conseguir que el juez autorizara la entrada y registro y ponerle las esposas. Una imagen a lo lejos en el resquicio fue su error fatal.

La detención no estuvo exenta de riesgos porque el barrio se levantó contra este arresto. “Tras la detención, los agentes salieron rápidamente con el hombre de la zona, ya que se estaban iniciando disturbios, tanto en el exterior como por parte del vecindario, increpando desde las ventanas”, especifica la nota policial. En la operación tuvieron que intervenir agentes de la Unidad de Intervención Policial (los antidisturbios). La cama de la niña fue el último escondrijo de un delincuente habituado a hacer de los agujeros su herramienta de trabajo.

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Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

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