Las claves del polémico aviso rojo en Madrid: por qué se activó en el último minuto y por qué en la capital no hubo diluvio
Los primeros avisos saltaron a las 23.OO del día anterior y a las 9.00 se amplió a toda la comunidad, incluida la capital, pero esa previsión no se cumplió: “En meteorología no existen las certezas”
La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) temía que el cielo se rompiera sobre la Comunidad de Madrid el domingo 3 de septiembre, especialmente en el suroeste pero también en el área metropolitana, que concentra a 7,3 millones de personas ―la segunda mayor de Europa después de la de París―. Iba a ser un diluvio de consecuencias potencialmente catastróficas. En la capital, muy poco habituada a lluvias fuertes y mal preparada para ellas, jamás han caído más de 87 litros por metro cuadrado en un día desde que hay registros y se preveían al menos 120. Además, en 1971, cuando se produjo este récord, la ciudad era otra. En la actual, mucho más poblada, apenas 25 litros ―15 por debajo del aviso mínimo, el amarillo― suelen dejar bocas de metro convertidas en cascadas y vestíbulos, en piscinas, túneles anegados y calles y accesos inundados. “Podía llover más o menos lo mismo que en lo que iba de año: 145 litros”, contextualiza el portavoz de este organismo, Rubén del Campo. Pero la capital se libró del desastre y el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, pidió a la agencia que “afinara más” por los perjuicios que causa un aviso rojo que, a posteriori, puede parecer fallido e innecesario. ¿Por qué se activó, qué datos se manejaban y por qué no ocurrió lo esperado?
En una entrevista el pasado jueves en la sede central de Aemet, en la Ciudad Universitaria, Jaime Rey, responsable de avisos y predicciones como jefe de Producción, detallaba a este periódico junto a Del Campo la secuencia de los hechos. Desde finales de agosto, los meteorólogos barruntaban que la dana sería extraordinaria para la época. Estos fenómenos “tienen en su núcleo mucho aire frío en altura, lo que favorece el desarrollo de tormentas, y una banda o escudo al este, donde se dan las mejores condiciones para que estas se produzcan”, explica Rey. La situación era muy compleja porque “la predecibilidad de danas y tormentas es muy baja”.
Aemet lanzó el miércoles 30 de agosto una primera llamada de atención. El viernes 1 de septiembre, un aviso especial, que confirmó la gravedad. Las autoridades nacionales, autonómicas y locales fueron informadas de que pintaba mal. Ese día, los expertos tenían bastante claro que las mayores lluvias serían el domingo y que apuntaban directamente al centro del país. Twitter era un clamor en favor de la activación de unos rojos que, sin embargo, no llegaron hasta la noche del sábado. Ese día, la región amaneció en naranja, el segundo nivel. “Por la mañana, ya se habló en un briefing de la posibilidad de ir a rojo”, confiesa Rey, que se lo comunicó a Protección Civil. Ya era casi Defcon 1. Salvando las distancias, “la Filomena de la lluvia”, ya que en Madrid nunca antes había habido un rojo por lluvia, como hasta dicha borrasca jamás lo hubo por nieve.
Pero no es una medida que tome una persona y a la ligera, sino “decisiones coordinadas y muy meditadas”, esgrimen en la Aemet. La cadena empieza por el predictor de zona, en este caso la interior-sur. Por encima, un coordinador nacional, a los que se suman un jefe de turno y el responsable del sistema nacional de predicción. Como estaba de vacaciones, Rey asumió sus funciones, con un jefe de turno el sábado y otro el domingo y tres predictores con horarios de 12 horas, dos mujeres y un hombre. A pesar de que todos hicieron “un magnífico trabajo”, prefieren permanecer en el anonimato.
A la hora de pasar a rojo, “la certeza que pueda tener el predictor pesa mucho”, expone Rey. Y él tenía dudas: “Estaba con el freno de mano echado. Un pequeño desplazamiento del centro de la dana al sur cambiaría la banda de precipitaciones y la situaría fuera de la provincia”. Además, añade, “iba en diagonal a las zonas de aviso” ―en Madrid son tres, sierra; capital, área metropolitana y Henares: y sur, Vegas y oeste―. En cuanto se moviera un poco, la tromba caería fuera de la zona roja.
El predictor decidió esperar a la última salida ―actualización― de los modelos, es decir, de las ecuaciones que, introducidas en un programa informático, permiten dibujar la evolución de la atmósfera a partir de unos datos que definen su estado inicial. El que se usa como referencia, el del Centro Europeo de Predicción a Plazo Medio (ECMWF), tarda 10 horas en correr ―realizar las simulaciones― y ofrece cuatro al día. La última llega a las 21.00 o 22.00.
A esa hora, la probabilidad de 120 litros era del 70%. “El jefe de turno me contó que veían cuatro zonas de rojo, las tres de Madrid y la de Toledo en Castilla-La Mancha, pero no sabían si esperar a la salida siguiente para emitirlos todos juntos o adelantar los tres más claros y esperar con la capital para que fuera lo más fiable posible”, explica Rey. “Yo le dije que había que dar los primeros ya, no tenía sentido dilatarlo”, prosigue. “Se daban todos los ingredientes, todo cuadraba”. La media de los 50 escenarios posibles que ofrece el ECMWF en cada actualización era de 100 litros, otro modelo estaba disparado a 250... “Ahí se te quitan las dudas por mucho que parezca increíble, son cantidades de agua típicas del Mediterráneo en Madrid, lo nunca visto”, entra en detalle Rey. Además, el presidente de Aemet “pidió seguir en todo momento el criterio técnico”.
Los primeros rojos saltaron a las 23.00 para sur, Vegas y oeste de Madrid, así como para Castilla-La Mancha, con escaso margen de reacción para las autoridades y con nocturnidad y alevosía para medios y ciudadanos. Al día siguiente, a las 9.00, se ampliaron a toda la Comunidad con la nueva salida: “La situación había derivado algo al oeste, pero seguía cogiendo de lleno a la capital”. Almeida recomendó a las 13.40 a los madrileños que se quedaran en casa y a la hora de comer un pitido persistente sobresaltó a los madrileños. Era la primera alerta a móviles de Protección Civil en la Comunidad.
Todos se temían lo peor. “Había dos bandas de tormentas, y la primera, de 12.00 a 18.00, era la que iba a ser más potente”, explica Rey. “En Madrid dejó lluvias importantes, pero ni mucho menos lo previsto. Nos preocupaba que esa banda, que era un tren convectivo, muy peligroso porque se retroalimenta, se quedara estática, pero no lo hizo”. A las 17.00 dejó de llover en la capital. Estupor entre los madrileños.
“Hablé con el nuevo jefe de turno y le transmití que había preocupación en Protección Civil porque no había sido para tanto… Esa banda pinchó, pero aquello no había acabado. La siguiente salida cambió, describía bien lo ocurrido e insistía en que la otra banda afectaría al oeste de Madrid, Toledo y Segovia”, continúa su relato el responsable de avisos y predicciones de la Aemet. A las 19.00, se decidió rebajar a naranja la capital y la sierra y mantener el resto. Esta línea de tormentas siguió el guion y se quedó casi quieta, con dos víctimas mortales en Aldea del Fresno y fuertes daños en el suroeste.
“Atravesó la comunidad de sur a norte y hubo momentos, cuando jarreaba en el sureste, en los que parecía que podía afectar al área metropolitana”, rememora Rey. Tanto él como Del Campo defienden que “no se puede decir que la predicción fallara, sino que no se cumplió lo que describía el modelo”. “Todos queremos certezas, pero en meteorología no existen. Hicimos lo que había que hacer”, sentencian. La agencia y el centro europeo analizarán por qué erró el modelo, pero quizá nunca se sepa por qué el diluvio cayó a unas decenas de kilómetros al oeste y en la capital solo se registraron 36 litros por metro cuadrado.
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