Víctor aparcó su coche en un polígono y se lo tragó la tierra
El rastro de un joven de Aranjuez se perdió hace dos meses después de comer con su hermana y sacar dinero en un cajero. En este tiempo no ha habido una sola pista sobre su paradero
La grabación muestra un coche que llega a un aparcamiento prácticamente vacío. Es casi medianoche de un miércoles de principios de marzo y aún hace frío. No hay actividad en ese polígono a las afueras de la localidad madrileña de Aranjuez en la que el Lidl, el Leroy Merlín y el Día hace horas que han cerrado sus puertas. Las cámaras de seguridad de uno de los establecimientos comerciales registran la última imagen de la que se tiene constancia de Víctor Tapiador, un chico de 25 años del que no se volvió a saber más desde ese día, el 8 de marzo. El objetivo captura cómo aparca el coche, sale y regresa solo unos segundos después para coger algo, puede que la cartera. Cierra la puerta y desaparece de plano. Y también de la vida de su familia y amigos.
La madre de Víctor, Belén Martín, se sienta en una terraza cerca de su casa y pide una Coca Cola zero zero, sin cafeína y sin azúcar. “Imposible tomar algo con cafeína ahora mismo”, reconoce. En la entrada del bar, un cartel con la cara de su hijo. “Lo peor es vivir con la incertidumbre, piensas que esto es algo que no te puede pasar a ti”, reflexiona. Es consciente de que todas las hipótesis sobre lo que le pudo ocurrir a su hijo mayor están abiertas y vuelve sobre ellas una y otra vez, pero no llega a ninguna conclusión.
Después de aparcar en el polígono poco antes de medianoche, su móvil siguió activo unas dos horas más en la zona y después dejó de dar señal. La familia cree que porque se acabó la batería. Sin embargo, después de varias batidas por el cerro y la laguna cerca de ese punto, no se ha encontrado ninguna pista. Un caso lleno de callejones sin salida. Una de esas desapariciones inquietantes, como el 5% de todas las 22.000 que se denuncian al año en España. En Madrid, se reportan más de 1.000 cada año, de las que actualmente hay activas 25, según datos del Ministerio de Interior.
A Víctor no se le dio del todo bien bachillerato. “Aprobó las que se consideran más difíciles, física y matemáticas se las sacaba con la gorra, pero suspendió muchas otras, así que se metió a un grado”, recuerda su madre. Empezó a trabajar con 18 años como auxiliar en la clínica San Juan de Dios, en la que también lo hacen su padre y su hermana, y desde entonces no faltó ni un solo día a su puesto. Hacía un año se había sacado el título de integrador social y le habían hecho fijo en la clínica. “Era un buen momento para él”, apunta Belén. El joven estaba organizando un torneo de pádel benéfico que se iba a celebrar tres días después de su desaparición, que fue suspendido por las circunstancias.
Ese miércoles, Víctor quedó a comer con su hermana en la casa a la que ella se acababa de mudar. Después, bajó a tomarse un café con un amigo a un bar al que solía acudir. En ese momento, lo llamó su madre, pero no llegaron a hablar. Él le envío como respuesta a la llamada perdida un mensaje de Whatsapp en el que le decía que estaba en el café y que cuando acabara iría a casa. Dos horas más tarde, Belén se extrañó y le envió otro mensaje. Un simple “?”, al que él no contestó. A las nueve y media, un nuevo intento:
―Contéstame, al menos para que me quede tranquila.
Belén se fue a dormir esa noche con la mosca detrás de la oreja, pero sin una excesiva alarma. Solo dos días antes se había quedado a dormir en casa de un amigo que vivía solo, aunque en esa ocasión había avisado. “Pensé que tal vez se había quedado sin batería, no quise asustarme”, relata la madre. Al día siguiente, en la hora de descanso en el colegio en el que trabaja, se acercó hasta casa a ver si su hijo había regresado. Pero no lo había hecho.
Escribió a sus amigos y nadie sabía nada de él. Así que, al salir del trabajo, quedó con su hermana, con la que Víctor había quedado precisamente ese día para hacer unos arreglos al coche. Juntas recorrieron Aranjuez en busca del vehículo del chico. Tras dos horas infructuosas, Belén decidió acudir a poner una denuncia a la comisaría, mientras su hermana seguía con la búsqueda. Cuando se encontraba en las dependencias policiales, halló el vehículo aparcado en el polígono.
“Él nunca dejaba el coche ahí, nuestra casa está a 500 metros y hay sitio donde aparcar”. En el vehículo encontraron su chaqueta y las llaves de casa. Comenzó entonces la reconstrucción de esas últimas 24 horas por si daban alguna pista de qué había podido suceder. No ha habido movimientos bancarios desde ese día, salvo los automáticos como el pago del móvil, pero ese mismo día, Víctor sacó 200 euros de la cuenta en un cajero. Las imágenes de la entidad bancaria lo muestran retirando el dinero. Belén cree que si uno se va por su propia voluntad, no lo hace con tan poca cantidad, y, si tenía intención de suicidarse, no entiende para qué entonces saca dinero. “Además, no tenía motivos, ni había estado en ningún tratamiento psicológico. Ni su hermana ni su amigo notaron nada raro ni ese día ni los previos”, recalca.
Ahora, la familia lucha a través de su abogado, Juan Manuel Medina, para que el juez autorice el análisis de su móvil en esas últimas horas del 8 de marzo. El objetivo es saber si intercambió mensajes o llamadas con alguien y esto pudiera arrojar luz en el túnel en el que llevan dos meses. En este momento, el juzgado ha archivado la causa al no encontrar indicios de criminalidad, aunque la policía asegura que no olvidará la investigación en un cajón. Las certezas son pocas, las dudas, muchas. ¿Por qué dejó de contestar a su madre a las cinco de la tarde? ¿Por qué acudió a ese polígono a medianoche y dejó la chaqueta dentro en una noche fría? ¿Qué hizo toda esa tarde? Y, la más importante: ¿dónde está?
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