Desfile de banderas españolas en el centro de Alcorcón
Con motivo de la Fiesta Nacional, Vox y el PP reparten durante la mañana del 12 de octubre banderas de España en la calle Mayor del municipio
Las miradas se dirigen al cielo. Una formación de helicópteros del Ejército del Tierra encabezada por un EC-135 de enseñanza, seguido de dos Tigre de ataque y dos NH-90 Caimán sobrevuelan las alturas en dirección al paseo de la Castellana de Madrid para participar en el desfile del 12 de Octubre. Todos los comercios están cerrados en la calle Mayor de Alcorcón, salvo una sala de juegos que hay junto al Ayuntamiento. Allí, sentado en un banco, Antonio, un hombre jubilado y solitario que prefiere no decir su apellido, intenta abstraerse del ruido de las aeronaves con una vieja radio que le cabe en el bolsillo de la camisa. “Es Antonio Molina, el número uno”, declara señalando el aparato. Durante unos segundos, se queda en silencio esperando que los helicópteros se pierdan a lo lejos para empezar a canturrear los primeros versos de Soy minero, uno de los himnos del cantaor:
—Aunque me ronde la muerte, no tengo miedo a morir…
En ese momento, un hombre algo agitado interrumpe la escena. “¿Sabe usted dónde están las banderas?”, pregunta. “¿Qué banderas?”, responde Antonio. “Las de Vox”, contesta el otro. Antonio hace un gesto de no estar al tanto de lo que le preguntan y ambos toman direcciones contrarias sin siquiera despedirse. Junto al Ayuntamiento, en la plaza de los Reyes de España, un grupo de personas pertenecientes a Vox-Alcorcón montan una pequeña carpa que llenan de cajas de cartón a punto de romperse. En su interior, cientos de banderas españolas que la formación repartirá durante toda la mañana a los viandantes de la calle Mayor y que reavivarán de nuevo el debate entre los presentes sobre el sentimiento de pertenencia a un país con posiciones claramente contrapuestas. “Es una tradición cada 12 de octubre desde el año 2019 que entramos en el Ayuntamiento”, asegura Pedro Moreno, portavoz y concejal del partido en el municipio.
Los voluntarios cogen un puñado de banderas por cabeza y comienzan a entregarlas a los vecinos. La estrategia es clara: acercarse a todo el mundo sin distinción ninguna. Una gran mayoría las acepta de buen grado antes de intercambiar el clásico “¡viva España!” y seguir su camino. Sin embargo, no todo el mundo recibe la propuesta con la misma gratitud. “¿Una bandera para qué?”, les pregunta una señora. “Si hubierais traído unos pastelitos sí me paraba a hablar con vosotros. Las banderas se rompen y no nos arreglan nada”, se despide como queriendo dejar en el aire una reflexión sobre la insignia mientras su marido trata de llevársela agarrada del brazo.
En cambio, para José Luis Perogil, de 75 años, España lo es todo. Ha salido de su casa a toda prisa después de ver el desfile por la televisión para unirse a la causa. “Hoy me ha hervido la sangre como cuando juré bandera por primera vez a los 17 años, en el campamento de la Herrería de San Lorenzo del Escorial. Esta mañana tenía cosas que hacer, pero por tu país hay que ir donde sea y cuando sea”, explica el hombre, que viste con camisa azul impoluta y americana oscura, además de un pañuelo a juego con la corbata que le da unos aires de dandi y galán. “Clásico y elegante, esa es la fama que me he ganado”, confiesa al tiempo que se abrocha los botones de la chaqueta.
La tarde del martes, El PP de Alcorcón tenía previsto el reparto de 1.500 banderas de España en un acto que encabezaría el nuevo candidato a la alcaldía, Antonio González Terol. Como señal de luto por la muerte de Álvaro, el bebé de nueve meses intoxicado el pasado jueves durante el incendio de la calle Oslo en la localidad, el partido decidió posponerlo a la mañana del miércoles. Los niños corretean por la plaza de los Reyes de España, y uno de ellos se cruza portando una de las banderitas del PP con Miguel Hernández, de 54 años, el voluntario que más rojigualdas reparte. “Pequeñas, sin escudo y con un palito de chichinabo”, apunta. Tras la burla, un grupo de mujeres que salen de la misa del Pilar de la iglesia de los Remedios le piden una bandera por cabeza. La más tímida reconoce que ella “no es de España”. Miguel no duda y, como si imitara la retórica de su tocayo el poeta, le contesta: “España es un sentimiento, no un origen, señora”.
Más allá de la una, el ambiente se disuelve y las terrazas se llenan en la gran avenida de Alcorcón. Jacobo Rueda, de 68 años, ayuda a repartir suerte en un puesto de la ONCE donde ha dejado dos banderitas colgadas. “Qué emoción al ver la cabra y qué cojones tiene la Legión. Tenemos una bandera que no nos la merecemos”, le dice a su compañero. Manuel García, de 68 años, no puede contenerse en la cola del puesto. “¡Menos banderas y más enfermeras!”, exclama. “La bandera es una forma muy simple de comernos la cabeza, de intentar hacernos cómplices de las élites que luego nos machacan. El problema es que el mensaje de la izquierda no cala ante nadie ya”, continúa. Jacobo no sabe qué contestar hasta que Manuel trata de buscar de nuevo un punto común y declara:
—La única bandera es el rock and roll.
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