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La presa de Juan de Villanueva se reinaugura 240 años después

Patrimonio Nacional vacía el embalse de El Romeral para acondicionarlo y utiliza una barrera en desuso que levantó el maestro mayor de Carlos IV

Presa de El Romeral, vaciada esta semana de agua para acondicionarla.
Presa de El Romeral, vaciada esta semana de agua para acondicionarla.Santi Burgos
Miguel Ezquiaga Fernández

El monte Abantos destaca orgulloso sobre un sinfín de tejados azabache. Chalés coronados con pizarra que este mismo territorio proporciona desde tiempos inmemoriales. Una urbanización que se precipita ladera abajo hasta llegar al núcleo urbano de San Lorenzo de El Escorial (Madrid, 18.400 habitantes) y a la que no le falta de nada. Pinos centenarios, profusión de setos, lujosas piscinas y empinadas cuestas que frecuentan los aficionados al patinaje en tabla. Aunque una inquietante presencia toma forma a escasos metros de las viviendas. Se trata del embalse de El Romeral, catalogado con la máxima categoría a efectos de riesgo potencial por su cercanía con las personas. Nació para abastecer el monasterio y fue después adecuándose a su función actual: recoger avenidas destinadas al sistema antiincendios. En sus tareas de acondicionamiento, Patrimonio Nacional ha vaciado la presa de los años veinte y utiliza una barrera en desuso que levantó Juan de Villanueva en el siglo XVIII.

La infraestructura de 15 metros de altura y grandes sillares ha demostrado cumplir con creces su función. La está testando Luis Pérez de Prada, jefe del departamento de Arquitectura y Jardines de Patrimonio Nacional. “Es sorprendente, pero no presenta pérdidas, funciona a la perfección”, enuncia en un lecho seco donde se superponen tres presas de época distinta. La primera de ellas data de 1563, cuando el arquitecto Juan de Herrera asumió la tarea histórica de convertir en piedra los deseos de Felipe II, y su mampostería quedó reducida a escombros tras algún tipo de afección estructural. Por ese problema se dispuso aguas arriba hacia 1768 un nuevo muro que se atribuye a Villanueva, maestro mayor de Carlos IV. Al hombre que después construiría tanto el Museo del Prado como el Observatorio Astronómico se le distinguió en ese año como arquitecto de la orden jerónima y fue en El Escorial donde amasó sus primeros encargos.

Tareas de vaciado de la presa.
Tareas de vaciado de la presa. Santi Burgos

La tercera muralla de contención es más reciente y única operativa en condiciones normales. Su creación en los años veinte del siglo pasado incrementó la capacidad de almacenaje en un 90%, hasta los 250.000 metros cúbicos de agua. El buen estado de conservación en que se encuentra la pared de Villanueva ha permitido derivar allí las aguas recogidas durante los trabajos de adecuación a normativa. Costarán millón y medio de euros y durarán un año. Comenzaron con la limpieza del lecho, repleto de vida submarina. Es ahora el turno de dos desagües y otros tantos drenajes, importantes en el caso de las presas de gravedad. Estas basan su resistencia en el pesado rozamiento con el terreno sobre el que se apoyan. Si entre superficie y estructura se generasen pérdidas de agua, estas podrían dar lugar a una fuerza ascendente que dañaría el conjunto. Riesgos de jugar con la física.

Ahí reside la importancia de los drenajes —”como sucede con cualquier herida”, relata Pérez de Prada— y de unas inyecciones de cemento que rellenan oquedades en la cimentación. La intervención se ha aprovechado también para restaurar la presa de Villanueva, lienzo con tres compuertas que se asemeja a los muros defensivos del Remamiento con sillares de granito. Una imposta divide en dos el conjunto allí donde la parte superior se retranquea. Las dovelas del arco principal bien podrían alcanzar el metro y medio de largo. La entrada parece amedrentada por el colosalismo de una infraestructura en la que se aprovecharon otras construcciones procedentes. “Es posible que mucha de esta sillería venga de la presa de época herreriana. Entonces ya se practicaba el reciclaje”, bromea el arquitecto de Patrimonio Nacional, poco antes de recorrer la galería interior.

Accesos a la galería interior de la presa de El Romeral, diseñada por Juan de Villanueva por encargo de Carlos IV.
Accesos a la galería interior de la presa de El Romeral, diseñada por Juan de Villanueva por encargo de Carlos IV.Santi Burgos
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Esta se trazó por razones de observancia técnica, pero parece diseñada para disfrute del público, ese que tampoco ahora puede visitar sus recovecos. Cuando la presa de los años veinte funciona, el muro a su cola tiene difícil acceso. Razón por la cual esta obra de Villanueva, que no dejó rastro documental conocido en el Archivo General de Palacio, permanece fuera del recorrido turístico. “Cuidado, los suelos resbalan mucho”, advierte Pérez de Prada cuando desciende hasta los arcanos de la arquitectura civil. El ruido del agua envuelve unos pasillos que cruzan el muro de forma longitudinal. En el encuentro con el eje transversal, se abren bóvedas gobernadas por claves de una sola pieza con forma de cruz. Se rebajaron además las esquinas con el objetivo de ahorrar golpes, igual que las posiciones de giro fueron marcadas con leves nichos.

Solo para el personal técnico

Detalles que durante dos siglos solo ha podido disfrutar el personal técnico que cada tanto accedía al interior. Ahora ya ni eso. Las compuertas de esta presa permanecen siempre abiertas, mientras la otra, a quien mira frente a frente, cumple su cometido. El muro de Villanueva sigue en pie solo porque da un servicio ocasional. Fue a principios de este siglo cuando la presa en funcionamiento se vació por última vez para ser revisada. Entonces, también resultó necesario utilizar la obra del neoclásico español más universal, coautor de la plaza Mayor de Madrid y responsable de la Real Academia de la Historia, un inmueble de uso oficial que se erigió sin un solo listón de madera. Todo fue granito y ladrillo en la que iba a ser nueva biblioteca de los Jerónimos. Allí depositarían imprentas y libros de rezos, tras unas obras en el Real Gabinete de Historia Natural que exigieron amputar parte de su iglesia.

Los accesos a las galerías diseñadas por el arquitecto Juan de Villanueva por encargo del rey Carlos IV.
Los accesos a las galerías diseñadas por el arquitecto Juan de Villanueva por encargo del rey Carlos IV. Santi Burgos

El embalse de San Lorenzo fue cabecera de aguas, primer punto en una basta red de canalizaciones, represillas y surtidores. La finura de sus acabados trasciende la obra hidráulica y apunta a una mente arquitectónica. Por eso, Pedro Moleón, autor de La arquitectura de Juan de Villanueva. El proceso del Proyecto (Akal) atribuye esta construcción a Villanueva sin que exista documentación que respalde tal suposición. “No pudo ser otra persona, ni por la época, ni por el estilo, pero faltan los legajos que lo confirmen y por ahora no se han encontrado. Era típico detallar las condiciones del encargo, los costos semanales y el plazo de entrega. Algún día se hallará todo eso”, arguye el académico de San Fernando. Sucedió con otro embalse bien certificado, aunque de menor envergadura, destinado al riego de la residencia de Gabriel de Borbón, hijo de Carlos III.

Detalle de una de las bóvedas que quedaron a la vista esta semana tras la retirada del agua del embalse del Romeral.
Detalle de una de las bóvedas que quedaron a la vista esta semana tras la retirada del agua del embalse del Romeral. Santi Burgos

En La Ginebrosa (Teruel), sin embargo, Villanueva fracasó estrepitosamente. Allí proyectó la mayor iniciativa hidráulica del siglo XVIII, solo dos años después de intervenir la arquitectura herreriana de El Escorial con una nueva escalera y tras despuntar también con la lonja de la misma localidad. Su actuación en la confluencia de los ríos Bergantes y Guadalope iba a poner en marcha un ambicioso programa de regadíos destinados a la villa de Calanda. Pero el curso fluvial se desbordó en octubre de 1788 y arrasó con una década de trabajos que aún seguían en proceso. El infante Antonio Pascual no pudo afrontar las pérdidas y abandonó su plan, reclamando por la vía legal a esta localidad turolense la liquidación de su parte. Los vestigios de aquella empresa quedaron sumergidos en un embalse contemporáneo, aunque emergen de vez en cuando si el nivel se halla muy bajo.

De modo que el de El Romeral constituye el mayor embalse que Villanueva logró elevar. El maestro encontró en El Escorial una cierta escuela donde ensayar los oficios de arquitecto, ingeniero y urbanista. Residencias nobles y palacios reales que solo en el interior revelan su verdadera grandeza. Abordó con 28 años su ópera prima, la Casa de los Infantes y la Reina, que no debía competir con una fachada principal del monasterio que se encuentra justo de frente. Solo en su cara posterior el proyectista se permite mayores licencias sin miedo a eclipsar la que fuera residencia de Felipe II. La visitan en una calurosa tarde de viernes dos parejas de extremeños con sus hijos. “Nunca habíamos venido, pero todo este ambiente sobrecoge”, dice ella. Y él agrega: “No me pega nada que el autor se dedicara también a hacer presas”.

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