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Los años veinte, por un cronista de la Villa

Pedro Montoliú dedica su último libro a los hitos de una década del siglo pasado

El cronista Pedro Montoliú, junto al alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, durante la presentación del libro.
El cronista Pedro Montoliú, junto al alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, durante la presentación del libro.AYUNTAMIENTO DE MADRID

Pedro Montoliú, cronista de la Villa de Madrid desde hace 22 años, publica su vigesimoprimer libro protagonizado por la ciudad que le vio nacer, a la que ha dedicado su escritura desde la juventud, iniciada desde las filas del periodismo profesional. En esta ocasión, aborda los denominados “felices años veinte”, pero no tan felices, a tenor de las tribulaciones, atrasos y carencias que Madrid sufría.

Si bien, como revela el autor, la ciudad experimentaba entonces pulsiones de crecimiento industrial, urbanístico, cultural y social. La incorporación de las mujeres y del mundo obrero a la primera línea de la historia madrileña son dos de los hitos de la década estudiada por Montoliú, así como, en el ámbito de las comunicaciones, el despliegue del cine y de la radio.

Madrid, con su intrínseca conflictividad de siempre, creció entonces en medio de profundas intermitencias y espasmos que la primera dictadura del siglo XX, la del general jerezano Miguel Primo de Rivera, trató de embridar fusta en mano. La prominente presencia del espadón en la arena política se vio espoleada por las consecuencias del llamado desastre de Annual, en el verano de 1921, una derrota militar de proporciones catastróficas acaecida en el Rif que desmoralizó y enardeció a la población y que el cronista desmenuza y pone en relación troncal con todos los fenómenos sociopolíticos desencadenados a partir de entonces.

El autor del libro desvela las conexiones de todo tipo que enlazaron los fenómenos habidos —desde la inmigración procedente de ámbitos rurales al aumento del chabolismo, la especulación del suelo o la incipiente expansión industrial— bajo el común denominador de una madrileñidad que próceres como el exalcalde, médico higienista y exministro Francos Rodríguez criticarían duramente.

Y lo haría atribuyendo a los madrileños un “desapego hacia la localidad” que debilitaba, a su juicio, la identidad propia. Como el libro describe con hechos, la singularidad de lo madrileño se ve caracterizada por un cosmopolitismo donde lo local adquiere una dimensión nueva, propiamente capitalina, distinta de la que adopta en otros ámbitos de envergadura provincial.

La vida intelectual, la prensa, las tertulias, los espectáculos, los debates, las obras públicas… de la mano del autor y encabalgados a la política, van trenzando los mimbres de una densa trama urbana: late en ella una vitalidad plena de energía, surcada por la crítica al poder en todas sus manifestaciones y caracterizada por una relación del ciudadano con la vida de su ciudad tan particular como procelosa y trepidante.

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