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A mi bola
Columna
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Los efectos del silencio

Es necesario pronunciarse y posicionarse ante la injusticia. El silencio chilla la cobardía que pretendemos maquillar tras el halo de una supuesta equidistancia

Claudette Colvin, 82 años, durante una rueda de prensa en octubre de 2021.
Claudette Colvin, 82 años, durante una rueda de prensa en octubre de 2021.Julie Bennett (Getty Images)
Asaari Bibang

El domingo 26 de diciembre de 2021 fallecía el arzobispo emérito Desmond Tutú, un símbolo de la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. Las redes se llenaron de condolencias y de una de sus frases más célebres: “si eres neutral en situaciones de injusticia entonces has elegido el lado del opresor”. Una frase que alude a la necesidad de verbalizarse, de pronunciarse y posicionarse ante la injusticia y de cómo el propio silencio chilla la cobardía que pretendemos maquillar tras el halo de una supuesta equidistancia. Nos encantan las frases, la heroicidad…

Nos encanta tener un mantra con el que adornar las despedidas de personas que nunca nos han importado. Pocas cosas invitan más a posicionarse que la muerte, el reconocimiento póstumo es una constante de la vida. Recuerdo que hace unos tres años, un partido político trató de equiparar su lucha con el gesto de Rosa Parks. Paradójicamente, las políticas de ese partido menospreciaban todo aquello por lo que Rosa Parks se sentó en aquella silla.

Pero es que resulta, según leo, (Taylor-Dior Rumble, BBC news) que Rosa Parks no fue la primera mujer negra que se sentó en la parte del autobús que no le correspondía, sino que fue Claudette Colvin, una adolescente negra de quince años que nueve meses antes de que lo hiciera Parks se atrevió a desafiar las políticas segregacionistas de la época. Al poco tiempo Colvin quedó embarazada, dejando así de ser una figura marketinizable (sí, me lo acabo de inventar) de la lucha contra la discriminación racial.

La presión social, nuestros propios intereses o el conocimiento de nuestro contexto juegan un papel muy importante en la forma en la que tenemos de escoger “bando”, incluso dentro de nuestra más sincera convicción. Cómo elegimos a quién sostenemos y a quién no, tiene mucho de racista, de machista y de clasista y si no, allí tenemos a Twitter admitiendo que su algoritmo jode más a las minorías, mujeres y de izquierdas.

Luego están los que presumen de ser siempre “súper sinceros”, cuando en realidad no lo son siempre con todo el mundo, sino que sin escrúpulos eligen estratégicamente a aquellos cuyos sentimientos les importa menos herir. Si no fuera así, todos seríamos súper sinceros con nuestros jefes.

El apoyo no es ingenuo, ni aleatorio, ni obedece muchas veces a lo que sería la justicia. Pero no está todo perdido. Hace poco vi a un “loco” en Twitter que sin necesidad, abandonó el silencio para apoyar las voces que gritaban una verdad que al parecer, en la intimidad, todo el mundo reconocía. Como observadora de la lucha antirracista puedo escribir, sin vacilar, que es atronador el silencio de los que más deberían pronunciarse, y que es aún más grave si tenemos en cuenta que una de las defensas más esgrimidas por aquellos que callan es que los malos son solo cuatro gatos que hacen mucho ruido. Contraataquemos pues, el silencio no es “casa”.

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