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María Lamuy, diseñadora: “Madrid a veces te mata, literalmente”

‘Madrid Me Mata’ es un proyecto contra los delitos de odio que puede verse en CentroCentro hasta enero de 2022

María Lamuy, diseñadora gráfica, fotografiada en su piso del barrio de Carabanchel, en Madrid, en octubre de 2021.
María Lamuy, diseñadora gráfica, fotografiada en su piso del barrio de Carabanchel, en Madrid, en octubre de 2021.Olmo Calvo
Isabel Valdés

—¿Tú qué miras, maricón?—, le gritó un hombre a otro.

Después se giró, lo agarró de la muñeca y le dio un puñetazo en el ojo derecho. Le partió las gafas y los cristales le destrozaron la córnea, el iris y el cristalino. Ocurrió la madrugada de un viernes de octubre de 2019, en la calle de Valverde. Aquel año hubo otras 39 agresiones homófobas en Madrid, al menos esas fueron las que el Ministerio del Interior recogió como delito de odio por orientación sexual o identidad de género. Y ese hombre, y esas cifras, y las que no se ven —el informe de la asociación Arcópoli cifró en un 66% lo que no se denunció en 2019—, hicieron que María Lamuy se pusiera a darle más vueltas de las que ya le daba a lo que estaba ocurriendo. Del centrifugado mental de esta diseñadora freelance de 43 años y partida de nacimiento en Terrassa salió Madrid Me Mata, un proyecto de postales que puede verse hasta el 9 de enero en CentroCentro y con el que ha puesto nombres y diseños nuevos a esas calles de Madrid donde se cometen delitos de odio, el de aquellos que los sufrieron. El pasado año, oficialmente, 225 personas.

Aquí habla —”de tú, por favor, no de usted” (pero el Libro de Estilo manda)— sobre violencia, prejuicios, diseño, generosidad y aprendizaje.

Pregunta. ¿Qué pasó hace dos años para que todo esto empezara?

Respuesta. Las personas LGTBIQ y las racializadas nos estábamos dando cuenta de un incremento de la violencia, coincidiendo con los discursos de extrema derecha. Fue entonces cuando a un amigo le dieron un puñetazo en el ojo, aquello me dejó dándole vueltas a cómo visibilizar esa violencia, porque a veces Madrid te mata, literalmente.

P. Y surgieron las calles.

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R. Empezó por el ojo de Rober [el hombre con el que comienza este artículo], que es la calle del Ojo de Roberta, porque es camarero y drag queen, y su nombre de drag es Roberta La Flaca. Ese lo tenía seguro, pero seguí indagando. Gané una de las ayudas de producción de Vegap [Visual Entidad de Gestión de Artistas Plásticos, una organización sin ánimo de lucro que representa en España a más de 120.000 autores de todo el mundo] y continué investigando. Hay algunos muy recientes, como el caso de Isaac, el rapero de 18 años con autismo al que asesinaron en verano.

P. También hay algunos muy antiguos. El primer asesinato por racismo en España, o al menos el que se conoce como tal.

R. La calle de Lucrecia Pérez, sí. Tenía muy claro que tenía que estar. ¿Cómo no iba a estar? Fue un asesinato que dio lugar a que empezaran a contarse [oficialmente] estos delitos, hubo una de las manifestaciones antirracistas con más gente que se recuerda, es algo que quedó en la conciencia social y que despertó de alguna forma esa conciencia.

P. Racismo y homofobia, sobre todo. Pero no solo.

R. No, también transfobia, capacitismo y discafobia [discriminación por motivos de discapacidad o dependencia] y aporofobia. Una de las cosas que más me sorprendió fue la violencia contra la gente sin hogar. Me impactó saber la gran cantidad de personas sin hogar que sufre en algún momento un delito de odio. Indigentes a los que han quemado vivos, por ejemplo, ¿Cómo puede ser? El hecho de estar en la calle parece que nos hace verlo como la otredad, la gente no reacciona.

El 68% de los testigos de una agresión a una persona sin hogar no hace nada y solo el 2,7% llama a la policía, según el informe Denuncia y judicialización de los delitos de odio: un laberinto para las víctimas en situación de sinhogarismo, del Observatorio Hatento, de la entidad Hogar Sí.

En relación a la aporafobia, Lamuy ha creado la plaza de Limosneras, por el grupo de mujeres que pedían dinero a las que un grupo de seguidores del PSV Eindhoven, que ese día jugaba contra el Atlético de Madrid, humillaron en 2016 en la Plaza Mayor.
En relación a la aporafobia, Lamuy ha creado la plaza de Limosneras, por el grupo de mujeres que pedían dinero a las que un grupo de seguidores del PSV Eindhoven, que ese día jugaba contra el Atlético de Madrid, humillaron en 2016 en la Plaza Mayor. María Lamuy

P. ¿Ha presenciado alguna vez una de esas agresiones o las ha sufrido?

R. Agresiones yo nunca he vivido ninguna, insultos sí. Muchas veces por la calle, te ven con alguien y te gritan “bollera”, y en el instituto mucho bullying. En un trabajo que tuve todos los días eran bromas acerca de mi identidad, si era o no era demasiado masculina.

P. ¿Es como una discriminación dentro de la discriminación?

R. Algo así. Dentro de la propia comunidad LGTBIQ está mal vista la pluma o el estar masculinizada. Sí noto siempre comentarios sobre eso o comentarios de amigos o de amigos de amigos hacia otras personas como “es súper gay” o “tiene pluma”. ¿Qué es ser “súper gay”? Entiendo a lo que se refieren, pero no entiendo qué importa. Pero son como los micromachismos, cosas tan arraigadas que no nos damos cuenta de que las perpetuamos y están mal.

P. ¿Hay ciertas cuestiones que deben revisarse o de las que hay aprender también dentro de la comunidad LGTBIQ?

R. Claro, como en todo. También con las cuestiones racistas, que a veces no nos damos cuenta. Yo como persona blanca tengo interiorizadas ciertas cosas y a veces cuesta analizarte y no usar determinadas expresiones o palabras. Pero tiene que interesarte aprender, revisarte, cambiar, trabajarlo, y no es cosa de un día.

Una de las creaciones del proyecto 'Madrid me mata', de María Lamuy.
Una de las creaciones del proyecto 'Madrid me mata', de María Lamuy.Olmo Calvo

P. ¿Madrid Me Mata tiene que ver con eso?

R. Sí. Es un trabajo activista donde yo misma soy mi cliente y decido qué me preocupa y qué quiero contar. He hecho bastantes trabajos como este: fanzines, calendarios... Y siempre he intentado que llegara a la gente, que fuera un precio casi de coste o gratis.

P. ¿Con este también lo pretendía?

R. Este era más complejo, la producción era más compleja. Pero al final se subvencionó gracias al concurso de Vegap. Me interesaba que lo que fuera a hacer fuera gratis para la persona final, para que le pueda llegar y pueda tenerlo.

Montaje de la exposición en CentroCentro, en Madrid, de los proyectos ganadores de Vegap. En la imagen, la obra de María Lamuy.
Montaje de la exposición en CentroCentro, en Madrid, de los proyectos ganadores de Vegap. En la imagen, la obra de María Lamuy. Kike Para

P. ¿Es fácil hacer este tipo de proyectos y que además tengan ese bajo coste?

R. No, pero siempre he creído que dentro de las posibilidades de cada una, lo que se pueda hacer, hay que hacerlo. Ofrecer ayuda de una u otra forma, aunque sean unas horas, colaborar, dar tu tiempo.

P. ¿Eso choca con la precariedad de su ámbito?

R. La precariedad está ahí, y hay que combatirla. Pero estoy hablando de otra cosa. En nuestras pequeñas redes, con los amigos, con la familia, también ayudamos. Hablo de eso, de esa forma de gratitud, todas las cosas que nos hacen sentir bien dando es la gratitud hacia los otros, ofrecer algo, ver gente contenta. Igual es incluso egoísta o a lo mejor soy demasiado positiva, pero así es como lo entiendo yo.

Caligrafía (y tipografía) chulapa

María Lamuy estudió gráfica publicitaria y luego un posgrado en Dirección de Arte y cuando tuvo que pensar en la tipografía para el proyecto Madrid Me Mata, recordó las cerámicas de algunas calles: “Es algo muy de Madrid, yo, que venía de otra ciudad donde las placas de las calles son sin ornamento ni ilustración, como en la mayoría de lugares, encontrarme con la calle de la Cabeza… Es gore”. 

Como con el resto de aspectos del proyecto, Lamuy también investigó. Primero, el trabajo de Alfredo Ruiz de Luna, el ceramista que creó los azulejos de las calles del centro de Madrid, en los noventa. Después, supo que en 2018 la diseñadora Silvia Fernández Palomar había registrado la Ferpal Sans, inspirada en el más del millar de placas que decoran Madrid de Ruiz de Luna y que el Ayuntamiento de Madrid usó para sus carteles de San Isidro aquel año. Y, por último, habló con Pablo Gámez y Joan Carles Casasín, los productores y diseñadores de la tipografía Chulapa, que el consistorio encargó un año después para “recordar a aquella histórica, pero con un toque más actual”, dijo entonces Nacho Padilla, el director creativo del Ayuntamiento en aquel momento.

"Al crear Chulapa, Joan Carles y yo empezamos desde cero. Desde luego intentamos sintetizar el diseño de Ruiz de Luna y el enfoque de Silvia, pero tuvimos que hacer un estudio de las proporciones para sistematizar las letras", le explicó Gámez a Lamuy. Después, con la caligrafía, tomaron "referencias para establecer el contraste", estudiaron "combinaciones frecuentes en castellano y las que estaban presentes en las placas", e hicieron pruebas de tamaño para los sets de letras pequeñas (superiores, medias e inferiores).

Así nació Chulapa, "una tipografía de palo seco no geométrico con algunas características de la rotulación manual", explica Lamuy. Y de uso libre y gratuito, lo mismo que la diseñadora quiere hacer con la suya: "Vectorizarla y que cualquier persona la pueda usar".

El proyecto Madrid Me Mata puede verse en CentroCentro hasta el 9 de enero de 2022, dentro de la exposición colectiva de proyectos ganadores de propuestas Vegap 2020.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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