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La mejor arquitectura española llega a Madrid

Los jardines del Ministerio de Transportes acogen una instalación al aire libre de 45 proyectos que representan la dualidad demográfica del país

Exposición al aire libre de la XV Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo, en los Nuevos Ministerios de Madrid.
Exposición al aire libre de la XV Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo, en los Nuevos Ministerios de Madrid.Kike Para
Miguel Ezquiaga Fernández

Las construcciones más sobresalientes de toda España caben en un jardín. Y no porque sean pocas. La XV Bienal de Arquitectura y Urbanismo muestra en el parterre del Ministerio de Transportes (Madrid) una selección de 45 proyectos premiados este año. Oficinas, viviendas, casas turísticas, investigaciones sobre el territorio, un campo de fútbol y hasta la nueva plaza de Mansilla Mayor (León) dialogan y procuran conciliar dos realidades territoriales: una dinámica y más poblada, otra con menor densidad, invariable y deshabitada. Este es el hilo conductor del certamen y la preocupación de sus tres comisarios —Eugeni y Anna Bach y Óscar Miguel Ares—, quienes plantean hasta enero una instalación de grandes fotografías exentas. Estas recalan en la capital tras exhibirse en el Pabellón Mies van der Rohe (Barcelona) y el Patio Herreriano de Valladolid.

El conjunto está concebido en zigzag por el artista Jordi Bernadó, quien no solo captura obras aisladas, sino que las intercala con su entorno. El resultado es un gran mapa desplegable de la arquitectura contemporánea que pone en relación el campo de fútbol de A Gandareira (Pontevedra) con bloques de viviendas en Girona o un serpenteante camino de tierra que enlaza dos municipios en la Vega Baja de Toledo. Pretendidos trampantojos que a su vez acaban por integrarse en el paisaje de la capital: Torre Picasso palidece ante un hermoso complejo turístico en la ría de Muros y Noia (A Coruña), mientras que el coloso de Oiza se pone a la cola del Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear (Cáceres), que acoge obras de Kandinsky, Ai Wei Wei, Louise Bourgeois o Goya.

Ahí está el antiguo complejo industrial Fabra & Coats de Barcelona, ahora transformado en vivienda social, frente a la nueva bodega de un productor del Priorat que contribuye con principios pasivos a elaborar vino sin casi gasto energético. Su triple altura favorece la estratificación del aire caliente en la parte alta, lejos de las tinajas, y las múltiples capas cerámicas del muro de carga crean cámaras de aire que refrigerarán el espacio. “La Bienal también quiere hacerse eco de la arquitectura del futuro. Son tendencias que irán ganando cada vez más peso, aunque hoy parezcan minoritarias”, diserta Ares. Por su parte, Anna Bach subraya la intención del recorrido: “Queremos favorecer una cierta inmersión, las arquitecturas siempre son difíciles de exponer, pues lo ideal sería poder visitar estos lugares, algo difícil e improbable para el gran público”.

Ciudad a pequeña escala

De ahí que los curadores trazaran este callejero ficticio con obras a uno y otro lado. Una ciudad a pequeña escala que condensa la arquitectura española del momento. Sin afán taxativo, claro, pues los proyectos finalistas han quedado fuera del recorrido y se cuentan por decenas. Eugeni Bach desgrana: “Los grandes eventos suelen llevarse a los núcleos urbanos de mayor envergadura, pero nosotros quisimos hacer hincapié en la España vacía. Madrid es solo una parada más. Nos interesan tanto ideas como proyectos que puedan cambiar el desequilibrio económico y político derivado del desequilibrio territorial”. Ares puntualiza: “Hay mucho mundo rural en la España llena y hay núcleos urbanos en la España vacía. Se trata de un fenómeno complejo que no siempre es fácil distinguir y al que la arquitectura puede aportar, por ejemplo, mejores condiciones de habitabilidad”.

Más allá de las obras galardonadas, esta instalación recoge iniciativas de otras tres categorías: fotógrafos, investigación y proyectos de fin de grado. En esta última brilla Gonzalo Torres, alumno de la Universidad Politécnica de Madrid, que proyecta la rehabilitación de una emblemática manzana gaditana, recuperando la antigua servidumbre de agua y sol. Un contrato tácito que permitía a los vecinos del bajo tomar el aire en las azoteas y usar el pozo a quienes residían en los pisos de arriba. Del mismo centro procede Aitana San José, que reivindica el hito arquitectónico de la antigua chimenea industrial como nuevo símbolo urbano. Este rincón también cuenta con Ignasi Pagès (Universitat Rovira i Virgili) y su trabajo sobre el Estret de la Riba, donde propone nuevas continuidades verdes y residenciales entre el Camp de Tarragona y la Conca de Barberà, solo conectados en la actualidad por las infraestructuras y el hedor de dos grandes polígonos industriales.

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