Metáforas fluorescentes de arte urbano
Lienzos de Banksy, Haring y varios artistas emergentes sustituyen el ‘spray’ de los grafitis por la pintura acrílica en una muestra en la Fundación Cristina Masaveu
Las pinturas de colores fluorescentes tejen un nuevo espacio dedicado al arte urbano en un sótano de hormigón gris. Street Art, en la Fundación María Cristina Masaveu, ofrece la oportunidad única de visitar las obras de artistas de renombre internacional como Banksy y Haring, junto a piezas de artistas emergentes. El Rey de la Ruina y Queen Andrea sustituyen el spray de los grafitis por la pintura acrílica, Juan Díaz-Faes se inspira en los cómics y Estudio Pedrita utiliza azulejos de antiguas fábricas portuguesas en un recorrido artístico por la cultura urbana.
Una arpillera de una tienda de campaña con figuras danzantes repasadas con trazos gruesos preside la sala principal. Se trata de la obra Untitled del estadounidense Keith Haring, que utiliza la técnica de acrílico sobre lienzo. A escasos metros, se divisa un cuadro con el fondo azul y una tortuga que arrastra un casco amarillo. La obra de Banksy es una crítica a los servicios de emergencias que actuaon durante el huracán Katrina en Nueva Orleans y la crisis inmobiliaria de 2007 en Inglaterra. El artista relaciona el concepto de la precariedad con la idea de llevar la casa a cuestas.
Jóvenes promesas
El carácter reivindicativo del arte urbano es evidente tanto en las obras de los artistas consagrados como en las piezas de las jóvenes promesas. La obra de Mario Mankey destaca por sus tonalidades rosas y violetas. A través de un lenguaje pictórico gestual, el autor valenciano hace un homenaje a David Buckel, un abogado y activista medioambiental que se autoinmoló en 2008. Como si se tratara de una reminiscencia de la cultura pop, el cuadro de Albert Pinya representa una crítica al racismo con lemas sencillos y colores vivos.
El mural de Antonio Arribas, conocido como el Rey de la Ruina, cuelga de una de las paredes de la sala. La pieza, de dos metros de altura y seis metros de ancho, representa un pájaro naranja que vuela por un paisaje abstracto y geométrico. Arribas alquiló un estudio en Tetuán para poder realizar esta enorme pieza figurativa en la que utiliza metáforas visuales y mensajes crípticos sobre el pasado y el presente: “Me rondaba por la cabeza el concepto de fresh start, o punto de partida. Nunca se empieza desde cero. Siempre partes con un bagaje. O lo cargas como una mochila de piedras o saltas para llegar más lejos”. Al extremo del cuadro se observa un corazón rojo atravesado, un elemento característico de las creaciones del artista.
Las brochas de pintura en acrílico rememoran su pasión por las pintadas y el uso de spray. Arribas nació en Cornellá, donde, según él, “se pinta mucho tren y mucho grafiti”. El catalán estudió Bellas Artes en Barcelona, Lisboa y Bilbao, aunque lleva 12 años afincado en Madrid. “Abrirse paso en el mundo de las galerías de arte es muy difícil”, admite. Esta obra es uno de sus primeros encargos para una colección. Sin embargo, el artista cuenta con más de 18.500 seguidores en su perfil de Instagram: “Las obras de arte en la calle no son tan sacras como las de un museo. Las redes sociales son como una galería más y la ciudad es como mi bloc de notas”.
El espacio acoge dos proyectos integrados en la arquitectura del edificio. Uno de ellos es el conducto de aire de la habitación. Su creador, Juan Díaz-Faes, utiliza un rotulador de color negro para dibujar las formas antropomorfas que recorren el tubo amarillo de 40 metros. En este soporte tridimensional se aprecia su faceta como ilustrador de cómics con trazos gruesos que crean una textura de contraste. El asturiano estudió Bellas Artes en Salamanca: “Vine a Madrid a buscarme las habichuelas”.
El artista decidió apostar por el mundo de las exposiciones hace tres años, gracias a un proyecto de mecenazgo de la Colección SOLO: “Fue un salto arriesgado porque ya tenía mi trabajo como ilustrador y, aunque ambos se basan en el arte gráfico, era un mundo totalmente nuevo para mí”. El autor se inspira en las “sacaveras”, salamandras en asturiano, para la elaboración de una escultura de una serpiente con las mismas tonalidades que la obra anterior.
Arte en el montacargas
La obra de la neoyorkina Queen Andrea decora el montacargas de la sala. La artista se crio en Manhattan y empezó su carrera en los años noventa, un momento de efervescencia para el arte urbano en la gran manzana. Queen Andrea era de las pocas mujeres en el panorama artístico de la época. Ella pasó de escribir su nombre en cuadernos de clase a exponer sus obras en las paredes de las calles de Nueva York, Miami y California. Su pieza, titulada Always Play, desvela su intención lúdica con colores fluorescentes y vivos que invaden de animación las cuatro paredes del elevador, pintadas con pincel.
De la recogida de baldosas en residuos industriales de fábricas portuguesas nace la obra de Estudio Pedrita de Lisboa, formado por Rita João y Pedro Ferreira. El enorme mural, titulado María Cristina, es un homenaje a la creadora de la fundación. Al entrar en la sala, se aprecia la imagen de una mujer. A medida que el espectador se acerca, la pieza se convierte en una obra abstracta de colores azules, blancos y verdes, que recuerda a los puntos de la fotografía analógica. Cada tesela corresponde a un píxel: “Utilizamos una técnica similar a un mosaico que hemos estado desarrollando desde 2007″.
A partir de una fotografía en blanco y negro han elaborado una composición elegante y vibrante. Los artistas reconocen que recrear con azulejos la sonrisa de la mujer y el fondo gráfico de la imagen ha sido un gran desafío que les ha mantenido ocupados durante la pandemia. “El último año no ha sido fácil y hemos visto muchos proyectos cancelados”, confiesa João. “Vivimos días de incertidumbre donde las conjeturas dan miedo, pero creemos que habrá un lugar más reflexivo y fuerte para el arte urbano. Todos extrañamos la ciudad”, concluye la artista portuguesa.
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