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Historia, perdón y, finalmente, memoria

‘Los últimos Gondra’ cierra la gran trilogía teatral sobre la violencia en Euskadi

Una escena de ‘Los últimos Gondra (memorias vascas)’, en el Teatro Valle Inclán de Madrid.
Una escena de ‘Los últimos Gondra (memorias vascas)’, en el Teatro Valle Inclán de Madrid.Luz Soria
Rocío García

Las culpas heredadas, el pasado de una sociedad dividida, los rencores familiares, los ecos románticos de una lucha sangrienta. A Borja Ortiz de Gondra (Bilbao, 1965) le obsesiona el futuro, la memoria que los jóvenes de hoy tendrán del dolor y el sufrimiento por una violencia que ellos no vivieron. ¿Decidirán olvidar o repetirán los errores? ¿Mirarán hacia otro lado o reivindicarán la lucha armada? ¿Hay alguna esperanza de que construyan un futuro mejor, perdonando pero no olvidando? ¿Es posible un futuro sin culpas heredadas?

Bajo estas premisas, el autor y dramaturgo vasco estrena Los últimos Gondra (memorias vascas), obra con la que cierra la trilogía teatral en la que, utilizando su propia historia familiar, se ha batido y revolcado en la tragedia de la violencia en Euskadi y sus consecuencias, convencido de la necesidad de una “memoria crítica que asuma las luces y las sombras de cada lado”. Los últimos Gondra, con 16 actores sobre el escenario, se representa en el Teatro Valle Inclán, de Madrid, hasta el 21 de noviembre.

La saga de los Gondra no nació como una trilogía. Son piezas independientes, pero las tres van conformando la historia de una familia y una sociedad a lo largo de más de cien años, una saga que se inicia en las guerras carlistas y llega hasta hoy, diez años después de que ETA anunciara el abandono definitivo de las armas. Todo bajo el amparo de la autoficción, esa mezcla de relatos reales y ficticios en los que, como dice el propio autor, algunas cosas pasaron, otras se imagina que sucedieron y otras le gustaría que hubieran ocurrido. Junto al estreno de la tercera, se exhibirán también en el Teatro Valle Inclán las otras dos, Los Gondra (una historia vasca), premio Max a la mejor autoría en 2018, y Los otros Gondra (relato vasco), premio Lope de Vega 2017, para ofrecer a los espectadores la posibilidad de ver la trilogía completa.

Todas las obras han contado con la dirección de Josep Maria Mestre e intérpretes (Sonsoles Benedicto, Markos Marín, Pepa Pedroche, Joaquín Notario, Cecilia Solaguren, entre otros) que, en ocasiones, han trabajado en algunas o en todas de las piezas de este ciclo. El propio Borja Ortiz de Gondra sale al escenario en los tres montajes para bucear en persona y confesar en público todo ese mundo oscuro y poco complaciente de silencios, secretos y rencores que han estigmatizado su propia vida. “El hecho de subir yo al escenario cambia mi escritura, he escrito pensando en el escenario y olvidándome de que sea literatura. Aquí manda el teatro. El teatro me permite contar en escena la contradicción entre lo que yo viví y lo que hubiera querido que pasara”, asegura Ortiz de Gondra, en una entrevista con este periódico.

Escena de ‘Los últimos Gondra (memorias vascas)’, que se exhibe en el Teatro Valle Inclán de Madrid.
Escena de ‘Los últimos Gondra (memorias vascas)’, que se exhibe en el Teatro Valle Inclán de Madrid.luz soria
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“Mis obras siempre nacen de un dolor o una herida. En este caso concreto, Los últimos Gondra, surge de pensar que si yo hubiera tenido hijos cómo vivirían esta situación. Me he imaginado algo que no es real, mi propia muerte y la paternidad de dos chicos gemelos, para indagar en las dos posturas enfrentadas que hoy veo a mi alrededor en el País Vasco y que me provoca una enorme estupefacción. Hay jóvenes a los que no les importa lo que vivimos una generación como la nuestra, marcada por la violencia y una sociedad en la que no nos atrevíamos a mirar al otro, y otros que hablan con mucha frivolidad de lo que sucedió y reivindican en plan romántico la lucha armada y el pasado violento”, asegura el autor. El dramaturgo encuentra en la autoficción el mecanismo más brillante para penetrar, en una perfecta balanza, en la realidad y la imaginación, en los sueños y las pesadillas, en los vivos y en los muertos.

La importancia del relato y la memoria navegan por ese escenario del frontón y los pelotaris. “Hay una batalla política por imponer un solo relato, una verdad oficial y yo soy muy crítico con eso, en el sentido de que los historiadores tienen que hacer el trabajo objetivo de los hechos, pero los creadores podemos centrarnos en esas zonas grises y ambiguas del ser humano de cómo lo vivimos cada uno, por qué unos dieron el paso de oponerse a esa violencia, otros crearon movimientos cívicos y otros nos quedamos en casa sin hacer nada. Lo importante es que uno aporte desde su propio lugar. Yo vengo de una realidad de Algorta que pertenecía a un bando y quiero contar lo que vivimos nosotros, sin olvidar la mirada de los otros. El mosaico de relatos es el que tenemos que construir cada uno con honestidad. Eso nos va a permitir escuchar al otro, aunque escuchar no significa en absoluto justificar”, sigue explicando Ortiz de Gondra, el dramaturgo que no ha dudado en abrir las ventanas de la memoria, las de su propia familia, para así dar carpetazo a los silencios cómplices del dolor.

Segundas oportunidades

Si las primeras obras de la trilogía de Borja Ortiz de Gondra coincidieron con la aparición de libros fundamentales para conocer la realidad vasca (Patria, de Fernando Aramburu, El comensal, de Gabriela Ybarra o Mejor la ausencia, de Edurne Portela) el estreno de esta última función lo hace con la llegada a los cines de la película de Iciar Bollaín, Maixabel, en la que se narra la historia real del encuentro entre Maixabel Lasa, viuda de Juan María Jaúregui, ex gobernador civil de Guipuzkoa, con uno de los etarras que asesinó a su marido en el año 2000.

“La película me ha conmovido”, asegura Ortiz de Gondra. “Es verdad que cuenta un caso excepcional y personal, porque a nadie se le puede exigir que se reúna con el que ha matado a tu ser querido, pero, como muy bien dice Maixabel, el perdón es un concepto religioso, frente a las segundas oportunidades que son un concepto civil. Por muy doloroso que sea, tendremos que seguir dando pasos para que haya segundas oportunidades. Y en estas segundas oportunidades aquel que disparó el tiro en la nuca tendrá que asumir su culpa. No se puede permitir pasar página sin asumir el dolor causado” finaliza el autor.

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