Mi rincón Patrimonio Mundial
El Retiro y el Paseo del Prado han entrado recientemente en la lista de la Unesco. Pero hay un lugar concreto, dentro del parque, que concentra una magia especial.
Podría escoger el mero perímetro del parque, pegado a la valla que da a la calle, por donde, los domingos por la mañana en que no llueve o hace frío, corro, cada año más acalorado y más lento. O la espalda del Palacio de Cristal, donde hay siempre, en una pequeña vaguada con mesas de hierro y madera, un grupo de jugadores de ajedrez de esos especializados en darte un jaque callejero en siete movimientos que te deja con cara de idiota y te manda para tu casa. O la salida que da a la Puerta de Alcalá. O la mañana del día después de la tormenta Filomena, cuando El Retiro se cerró al público por el peligro de las ramas que se partían y se desplomaban tras una pequeña explosión de nieve que quedaba flotando en el aire. Ese día te asomabas a la valla y veías el parque vacío, inusualmente silencioso y asombrosamente blanco, como si fuera parte de un paisaje de una nueva era glacial o algo así, y daba la impresión de que podía aparecer en cualquier momento un hombre de las cavernas vestido de piel de oso cargando al hombro una de las barcas del estanque y pensabas en las chungas vueltas que da la vida ayudada por la pesadilla del cambio climático…
La Unesco ha catalogado recientemente El Retiro y el Paseo del Prado como merecedores de estar en la lista del Patrimonio Mundial y yo podría elegir mil rincones que lo justifican. Pero le voy a recomendar solo uno: en la entrada del parque que da a la calle de Sainz de Baranda, a mano izquierda, hay una biblioteca pública municipal, llamada Eugenio Trías. Se levantó en los fosos y jaulas de la antigua Casa de Fieras (Hubo un tiempo en que en El Retiro hubo osos de verdad). Pero no nos desviemos. Lo que le decía: gire a mano izquierda, entre en la biblioteca. Hay varias salas de estudio en los pisos de arriba, con unas vistas preciosas. Olvídelas. Hay actividades casi cada semana anunciadas en los carteles de la puerta o en paneles situados dentro. Pospóngalas. Hay unos empleados muy amables que ayudan al que llega por primera vez. Que no le distraigan. El rincón Patrimonio Mundial está ya cerca, a un paso. Avance hasta la zona de libros de Ciencia, Historia y Biografías. Allí hay una sala alargada de paredes de cristal con sillones y una máquina de café. Ya ha llegado. Pero escoja bien el día, espere hasta el otoño, y haga la visita en un martes laborable de esos en que llueve o hace frío, cuando no apetece correr, cuando todo falla. Puede decidirse por un libro y ponerse a leer o quedarse ahí sentado sin hacer otra cosa que mirar a través del cristal cómo cae la lluvia sobre el parque y esperar a que escampe.
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