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A MI BOLA
Columna
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Se veía venir

Que nuestras reivindicaciones valen una mierda frente a la necesidad de un hombre de celebrar un gol rodeado de sus camaradas

Feministas
Una mujer grita durante una marcha y batukada feminista en el CIE de Aluche, en Madrid, a 5 de marzo de 2021.Ricardo Rubio (Europa Press)
Asaari Bibang

Sé que el tema viene de mucho antes pero el borrado de aquel mural con mujeres feministas que habían marcado la historia a mí me puso la piel de gallina.

Cuando ocurren cosas como esas no pienso tanto en la persona o personas que se levantan una mañana diciendo “he visto un cartel feminista, vamos a borrarlo”, sino en todas aquellas que intervienen posteriormente y que teniendo tiempo a reflexionarlo solo alcanzan a decir “Yo lo veo”.

Parece que había un objetivo muy claro, porque al poco tiempo, se prohibió la manifestación feminista del 8M. A las mujeres se les PROHIBIÓ salir, gritar y reivindicar sus derechos, la excusa fue que en plena pandemia aquello no se podía consentir, pero a juzgar por todos los hombres que se juntaron posteriormente a celebrar campeonatos y todo tipo de eventos futbolísticos, entre otros, Yo juraría, que el fin era única y exclusivamente demostrar que en pleno siglo XXI a las mujeres todavía se nos pueden prohibir cosas por el mero hecho de serlo.

Que nuestras reivindicaciones valen una mierda frente a la necesidad de un hombre de celebrar un gol rodeado de sus camaradas.

Esta vez no quitaron un mural, lo pusieron, señalando a menores migrantes como personas violentas y únicos beneficiados de las ayudas del estado.

20 mujeres llevamos asesinadas en lo que llevamos de 2021, casi la mitad de Ellas en lo que llevamos de mes y todavía hubo personas que salieron a gritar “que viva España” mientras hombres y mujeres nos uníamos a reclamar justicia. Pues “viva”, claro que sí, cuando dejen de asesinar a 10 mujeres en 30 días.

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Esta vez no quitaron un mural, lo pusieron, señalando a menores migrantes como personas violentas y únicos beneficiados de las ayudas del estado.

La fiscalía de Madrid lo denunció por entender que se estaba cometiendo un delito de odio, la jueza no vio odio por ninguna parte y dejó el mural en su sitio.

No vieron el amor en el primer mural y lo quitaron, no vieron el odio en el segundo y lo dejaron.

El día 14 de junio asesinaron a Younes Bilal, uno de esos hombres marroquís a los que nos están enseñando a odiar desde niños. Un exmilitar blanco, español, le pegó tres tiros al grito de “no quiero moros”.

Hoy han apuñalado a una mujer migrante en una cola de un comedor social. ¿su motivación? “nos quitáis la comida”.

Según la prensa ambos agresores tenían problemas mentales, si fueran personas racializadas estaríamos hablando de terrorismo y toda su etnia sería requerida para condenar los actos de dos personas a las que no conocen.

El mensaje era claro y conciso, lo fue desde el principio, sin consideración y sin eufemismos, era fácil que calara por la mera repetición y un contexto de miedo, inestabilidad general y desconcierto. ¿no se veía venir?.

Pero les dio igual.

Porque había otros intereses que estaban por delante de las personas, y aún más, si esas personas son racializadas o simples mujeres a las que se puede borrar.

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