El marqués está okupado
Donde hay poderío hay árboles regios, donde hay árboles regios hay hiedras y donde hay hiedras hay alarmas de Securitas
Hay algo misterioso en las inexpugnables casas cubiertas de hiedra de Somosaguas, Chamartín, Puerta de Hierro o El Viso que conecta con la eternidad: quizá porque las hojas de esta planta, con su verdor perenne, transmiten la idea de que pase lo que pase, allí donde ellas crecen, hay siempre savia fresca corriendo.
Este tipo de enredadera puede suponer un problema estructural para las fachadas de los edificios en lugares de pluviosidad alta, porque la lluvia ablanda el mortero y entonces la planta echa raíces sobre las paredes y puede acabar comiéndose la casa entera con sus habitantes dentro y todo, especialmente si están durmiendo. Que se lo digan si no a los Marqueses de Urquijo, que se fueron a la cama y a la mañana siguiente, pum, pum, amanecieron cubiertos de malvas.
Es esta una ciudad de secano así que donde hay verdor, hay poderío
Afortunadamente ellos fueron una excepción. Por lo general, están y son muy despiertos los habitantes de las casas con hiedra de Madrid, en cuyo interior los linajes y las fortunas se perpetúan con la misma insistencia perenne de sus frondosos jardines verticales. Es esta una ciudad de secano así que donde hay verdor, hay poderío. Quizá por eso, los sucesivos alcaldes nunca se esfuerzan en desmentir esa leyenda urbana de que esta es la ciudad del mundo con más árboles en las calles (300.000 en total, 260.000 en las aceras).
No es verdad, pero sí es cierto que están verdaderamente esplendorosos esta primavera, cosa que en los primeros días de enero, cuando Filomena vino con su pisotón de nieve a dejar la vegetación urbana chuchurría, hubiese parecido impensable. Qué placentero era darse un paseo bajo las tupidas ramas de los olmos a las orillas del Manzanares el pasado día de San Isidro, ese en el que todos los madrileños peregrinan a una pradera de Carabanchel para constatar que la hierba crece mucho más tupida en el Norte, aunque los mejores chotis se bailen en el Sur.
En esta urbe generosa, pero cruel, nada escapa al implacable sistema de clases, ni siquiera la vegetación. Si no me creen pueden comprobarlo ustedes mismos consultando una aplicación disponible en la web del Ayuntamiento en la que están fichados todos los árboles, alcorque por alcorque.
En las calles de Chamberí crecen olmos de Siberia, mientras que en las de Vallecas son comunes los plátanos de sombra. Donde hay poderío hay árboles regios, donde hay árboles regios hay hiedras y donde hay hiedras hay alarmas de Securitas. Aunque estas últimas se estén democratizando e instalando sin distinción de clases en más y más hogares de toda la ciudad gracias a que a ninguna autoridad competente parece interesarle desmentir la leyenda urbana de que la ocupación de viviendas sea un problema real. Como bien podrían contarnos los Marqueses de Urquijo si no les hubiesen asesinado en medio de la noche, muchas veces el verdadero peligro, las personas que más daño pueden hacernos, los que van a desplumarnos, están ya dentro de nuestro hogar.
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