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ESTACIÓN EN CURVA
Columna
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Dos de Mayo

Qué le ha pasado a Madrid para tener la campaña que nunca imaginamos

Plaza del Dos de Mayo en Madrid. A.R.V
Plaza del Dos de Mayo en Madrid. A.R.V
Antonio Ruiz Valdivia

Alguien ha saltado la verja del arco de Monteleón y le ha puesto una botella de cerveza en la mano a Velarde. Daoíz lo sigue mirando estoicamente y le coge la otra mano. Héroes del levantamiento en plena plaza del Dos de Mayo. Travesías rocosas. Y deberíamos decir este domingo feliz día de la Comunidad de Madrid. Pero estamos en otra batalla, de último día de campaña, de últimas proclamas, de últimos nervios, de últimos gritos. Gargantas afónicas y esperando una participación récord. La vida… a la madrileña.

Quedan lejos aquellas recepciones que organizaban los presidentes autonómicos en la Puerta del Sol, con canapés con callos y churros con chocolate de postre, en las que se peleaban en la lejanía por el protagonismo los grupos invitados por vestirse de goyescos o chulapos. Arriba el organillo de una comunidad que estuvo a punto de ser distrito federal. Este ‘dosde’ se ha convertido en un ‘cuatrode’.

¿Y qué nos ha pasado? Tras más de un año de agónica pandemia, ahora llevamos semanas en una campaña dura, de barro, fangosa, bronca, desquiciante, repleta de insultos. Con sobres con balas y proyectiles, con dirigentes de Vox dudando de las amenazas, con acusaciones de circo. La comunidad más azotada por el coronavirus en la que apenas se habla de cómo salir de esto, de lo que se ha hecho y de lo que se debería hacer. Pelea de barra. Por lo menos sabemos que no te vas a encontrar a tu ex por la calle, palabra de Ayuso.

Este ruido, esta agresividad, este odio, esta negrura ha encerrado también los grandes debates, los que cuelgan también en los balcones del Dos de Mayo.

Este ruido, esta agresividad, este odio, esta negrura ha encerrado también los grandes debates, los que cuelgan también en los balcones del Dos de Mayo. Una pancarta grita en una ventana “S.O.S. Malasaña. Vecinos en peligro de extinción”. Pues de eso se ha oído poco, los estratosféricos precios del alquiler no han ocupado portadas. ¿Para qué? Ni la contaminación que ahoga también y que será el gran problema de los que vienen detrás. Y en otra de las ventanas un vecino ha desplegado la bandera arcoiris, porque todavía en pleno siglo XXI hay que recordar que se puede amar a quien se quiera amar, con nubarrones del pasado amenazando con volver en forma de ‘pin parental’. En la esquina está el parque infantil, húmedo por las lluvias primaverales. Existe una palabra que se arrincona: conciliación.

Todavía resiste ese día en la democracia española con ese inspirador nombre de jornada de reflexión. Eso que tanto escasea, pensar detenidamente, sin que nadie te perfore (no abran Twitter este lunes, por favor). Para sentarse un rato en el Dos de Mayo, para abrir los programas, para imaginar lo que uno quiere. Desde luego, esta campaña así no la quería la mayoría. Velarde a lo lejos sigue con su botellín en la mano, él no tiene toque de queda. En la esquina se acuerda de él Pepe Botella en un café. Y en dos años volveremos a votar.

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