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SALTO DE FÉ
Columna
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Dejad de romantizar la soledad

Desde hace un tiempo, tienes que presumir de disfrutar de tu soledad para recibir una valoración positiva de los que te rodean

Soledad
Varias parejas bailan tango en Buenos Aires (Argentina).Enrique García Medina (EFE)
Margaryta Yakovenko

“Ahora quiero ser libre [...] Aspiro a hacerlo sola, a estar sola, y luego a entenderme con los demás”. ¿Frase de tu amiga tras una ruptura o frase de Isabel Díaz Ayuso tras dinamitar el Gobierno de la Comunidad de Madrid? Si has tenido dudas, es normal. Podría haber sido cualquiera de las dos cosas pero ha sido la frase que Ayuso utilizó la semana pasada en una entrevista para explicar por qué había disuelto la Asamblea y convocado elecciones anticipadas.

Desde hace un tiempo, tienes que presumir de disfrutar de tu soledad para recibir una valoración positiva de los que te rodean. En la vida de antes, la de antes de los estados de alarma y confinamientos, vivíamos tan hiperconectados, tan al día, tan rodeados de acontecimientos que sucedían sin parar, que muchos días necesitábamos un respiro. Un momento de calma. Un momento para pensar. En esos días decíamos: “Quiero estar sola”. Pero luego nos vimos todos solos en casa, entre cuatro paredes blancas quizá decoradas con alguna lámina utilitaria de Ikea que empezamos a odiar por ver las 24 horas del día, y vimos que el problema seguía sin resolverse. Seguíamos hiperconectados, agobiados, bombardeados a noticias y alertas. ¿Cómo es posible si ahora estábamos solos? ¿Dónde estaba la calma?

La soledad elegida es admirable pero la romantización de un estado en el que vivimos desconectados del resto de los seres humanos solo me produce amargura.

Lo he escuchado decenas de veces. Amigas que rompen una relación o amigas a las que una relación no les funciona. El Tinder que te agota. Las quedadas con gente te empiezan a parecer absurdas. Las conversaciones de ligoteo no te aportan nada. Y entonces ocurre, pam, delante de una copa de vino, con los ojos reflejando un brillo de autoconvencimiento, tu amiga te suelta: “Lo que me pasa es que tengo que estar sola. No he aprendido a quererme yo ni a disfrutar de mi soledad”. Y tú te quedas mirándola y asientes (no queda otra) pero en el fondo piensas: “¿En qué momento, criaturita mía, en qué momento te han dicho que la soledad va a salvarte?”.

¿Quién ha sido el que empezó con este discurso? ¿Quién fue, qué clase de artículo de psicología barata nos vendió la versión de que solo estando solos éramos libres? No sé qué clase de ser humano fue pero espero que el confinamiento le haya pillado sin más compañía que la de un cactus. Creer que no necesitas a nadie, que eres autosuficiente, que eres más independiente cuanto más solo, es un error que no refleja otra cosa que un trauma después del cual uno cree que nadie en el mundo está a su altura. Es el miedo a mostrarse vulnerable ante el otro. Miedo a decir: “Te necesito”. Los artistas han tenido parte de culpa en promover este discurso en el que no se puede producir si no es en solitario. Y no me malinterpreten, la soledad elegida es admirable pero la romantización de un estado en el que vivimos desconectados del resto de los seres humanos solo me produce amargura. Y “tienes que aprender a estar solo” es una frase que no le diría ni a la persona que menos trago en el mundo. Ni siquiera a Ayuso.

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Sobre la firma

Margaryta Yakovenko
Periodista y escritora, antes de llegar a EL PAÍS fue editora en la revista PlayGround y redactora en El Periódico de Cataluña y La Opinión. Estudió periodismo en la Universidad de Murcia y realizó el máster de Periodismo Político Internacional de la Universitat Pompeu Fabra. Es autora de la novela 'Desencajada' y varios relatos.

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