Madrid ante el olvido de sus orígenes islámicos
El historiador Juan Cortés denuncia con varios proyectos el poco reconocimiento que tiene esta parte de la historia de la ciudad, que la hace única en toda Europa
Detrás de la Catedral de la Almudena, en la cuesta de Ramón, se esconde un recinto donde destaca la fuente con una estrella de seis puntas, rodeado de plantas con nombres y olores arabescos como laurel, lavanda o zumaque. Un lateral de este espacio comprende cerca de 120 metros de muralla (de más de 11 metros en su tramo más alto) que permite barruntar cómo pudo ser la ciudad cuando era una fortaleza en la que se hablaba en lengua árabe. Al menos eso es lo que imagina el historiador Juan Cortés (Ciudad Real, 52 años) cuando visita uno de sus lugares favoritos de Madrid por su singularidad. Una pequeña placa indica que es el Parque del Emir Mohamed I, lo que muchos desconocen es que él fue el fundador de Mayrit, que significa abundancia de agua.
Cortés lleva años investigando y publicando sobre el Madrid árabe “y luchando con el Ayuntamiento para que se reconozca esta parte tan importante de nuestra historia”, aunque confiesa que, al menos por ahora, “no ha habido una respuesta muy colaboradora al respecto”.
En su libro Mayrit: Guía ilustrada del Madrid medieval señala que no se sabe con exactitud la fecha en que se erigió la ciudad: “No hay ningún documento porque los orígenes fueron muy humildes, pero fue en torno al año 860”. Lo que el Emir no sabía es que se convertiría en la única capital de estado fundada por los árabes en toda Europa. El historiador baraja dos razones: fue para controlar a los cristianos del norte que hacían incursiones en el sur y también para controlar a Toledo. “Esta ciudad había protagonizado varias sublevaciones contra el poder de Córdoba destacando la del 852, lo que amenazó el poder de Mohammed I”, señala. En el contraataque vence a los cristianos, pero no puede tomar Toledo y tiene que pactar. Con el tiempo, esa primera fortaleza dará lugar a una medina que se extendía por lo que hoy es la calle Mayor y, extramuros, los primeros arrabales.
De los 200 años de dominación musulmana en la capital apenas hay constancia. Aparte del parque, hay una atalaya islámica en el aparcamiento de la plaza de Oriente y se conservan testimonios, como cerámicas vidriaras, pinzas quirúrgicas o un peón de ajedrez en el Museo de San Isidro y en el Arqueológico Nacional de Alcalá de Henares. Sin embargo, Cortés echa de menos una centralización de los restos islámicos y un centro de interpretación del pasado andalusí. “Hay que ver qué ciudad queremos vender. Solo como destino de ocio y entretenimiento o también combinarlo con una ciudad cultural con una gran historia. Esto es lo que lo hace propia”.
En Madrid estos años están olvidados en parte por la falta de interés que muestran desde las administraciones, apunta el historiador. “Algo tan importante como Mayrit, no tiene ni calle, ni plaza, ni nada. Los paneles explicativos que hay en el parque tampoco son buenos y se deterioran con facilidad porque no son de metal. Eso refleja dejadez”, indica Cortés que también menciona razones históricas de este desconocimiento. Los cronistas de la época de Felipe II no querían oír hablar de los musulmanes en la capital de la monarquía hispánica y se inventaron historias de que vienen de héroes y mitos: “No hay que olvidar que los islamistas eran el enemigo y los Otomanos luchaban por el Mediterráneo. Pero es curioso que se hace una estatua a Felipe II por trasladar la capital a Madrid, pero no la hay de Mohammed I”.
Para subsanar esta deficiencia del conocimiento, Cortés, que también es profesor en el instituto Alba, se dedica a hacer rutas turísticas por estos restos que quedan: “Hacemos el recorrido de la muralla y contamos como era el día a día, también en los arrabales. La Iglesia de San Nicolás es interesante porque podía ser el minarete de una mezquita fuera de los muros”. En el recorrido explica algunos de los personajes referentes como Maslama, al que califica como un hombre de ciencia, astrónomo, matemático que se fue a Córdoba a prosperar. Entre sus logros permitió medir el tamaño del mar Mediterráneo que estaba equivocado en aquel momento. De nuevo el escaso reconocimiento que tiene una persona tan importante entristece al historiador, ya que solo cuenta con una placa situada en unas urbanizaciones en Chamartín.
Aparte de las rutas y la docencia, es investigador y le gustaría conocer con más detalle que pasó con los moriscos, musulmanes que se tuvieron que convertir al cristianismo cuando en 1085 Alfonso VI conquistó la ciudad: “Vivieron aquí desplazados a la calle de la Morería durante casi 500 años hasta que fueron expulsados definitivamente”. Además, trabaja con la ONG Abriendo Fronteras para ayudar a que refugiados sirios se encuentren con una ciudad que les une más de lo que piensan.
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