Una enamorada del arte y la cocina española
La Embajadora de Canadá lleva casi tres meses en su puesto, pero conocía el país desde hacía décadas
Una inmensa nevada fue casi la recepción que tuvo la nueva embajadora de Canadá en España y Andorra, Wendy Drukier. Acostumbrada a este tipo de inclemencias invernales tan frecuentes en su país, le llamó la atención los graves problemas que surgieron en la región por la borrasca Filomena. De hecho, uno de los árboles en su residencia oficial en Puerta de Hierro cayó encima de la piscina. Gran conocedora de la cultura hispana, ya había estado en Madrid en dos ocasiones.
Wendy Drukier (Toronto, 52 años) ingresó en la carrera diplomática hace 23 años, tras estudiar Ciencias Políticas y Economía y un máster en Relaciones Internacionales. Sin ningún antecedente de embajadores o cónsules en su familia, siempre ha sentido fascinación por América Latina y su historia moderna. Desde joven empezó a estudiar castellano, idioma que habla a la perfección con un ligero acento francés y alguna expresión latinoamericana. Su carrera también ha estado vinculada a estos países. Su primer puesto en el extranjero fue en la Embajada de Buenos Aires, seguida de la de Bogotá. Después pasó a Washington hasta que en 2012 se puso al frente de la Legación de Costa Rica, Nicaragua y Honduras.
El pasado 11 de diciembre recaló en Madrid y entregó las cartas credenciales al Rey Felipe VI el pasado 11 de febrero. Tampoco ha recibido sus efectos personales, que ya están en camino desde Canadá, por lo que no ha dado por el momento su toque propio a su residencia oficial en Puerta de Hierro. Lo que más le ha sorprendido en este corto periodo de tiempo fueron las consecuencias de la nevada. “Es impresionante la cantidad de árboles que resultaron dañados y que la gente tuviera que pasar una semana en casa. En mi país, cuando empieza a nevar, salen las quitanieves desde el primer momento y no se espera a que se termine la nevada. Además, tenemos muchas máquinas quitanieves dentro del presupuesto municipal”, relata.
Drukier ya había visitado España en dos ocasiones. La primera, cuando tenía 16 años en un viaje para estudiar español durante dos semanas y la segunda, de vacaciones cuando tenía 29. “Madrid ha sufrido un cambio enorme en todo este tiempo. Recuerdo que cogimos el tren para ir a Barcelona y nos llevó todo un día. Ahora se hace en mucho menos”, resume. Lo que más destaca es que le encanta la cocina española -sobre todo, el pescado- y el arte que atesora España.
La embajadora cree que las relaciones entre España y Canadá están “en un buen momento”, dada la afinidad de ideas entre su primer ministro, el liberal Justin Trudeau, y el presidente español, Pedro Sánchez: “Ambos comparten la misma visión del mundo y trabajan para defender el multilateralismo y el sistema internacional, además de defender una política feminista”. Drukier recuerda que Trudeau fue pionero en crear un gabinete igualitario entre mujeres y hombres. Muy lejos quedan ya la crisis del fletán, que enfrentó a ambos países en 1995. “Los canadienses no sabían entonces ni lo que era ese pescado”, bromea la diplomática.
La colonia canadiense es bastante reducida, dado que el registro consular es voluntario. Hay inscritos unos 4.000 residentes, pero el número puede aumentar hasta los 10.000. Se ubican generalmente en Madrid y en el sur de la península. Los primeros son profesionales y los segundos, jubilados en busca del sol y las buenas temperaturas de zonas como Málaga. “Somos muy optimistas con el potencial de las relaciones comerciales entre ambos países, que deben aumentar en el futuro. España se ha convertido en la cuarta potencia económica de la Unión Europa con la salida del Reino Unido. Los principales campos serían las ciudades inteligentes, el crecimiento verde y la salud y los medicamentos”, describe la diplomática.
Canadá, con 37 millones de habitantes y un vasto territorio, es el hermano olvidado de Norteamérica, según la embajadora. El enorme peso de EEUU hace que el país con la bandera de la hoja de arce quede ensombrecido, pese a su potencial económico. Forma parte del G-7: “Nos gusta creer que tenemos un peso internacional, pero debemos potenciarlo y ganar más proyección porque somos los menos conocidos”. La llegada del demócrata Joe Biden a la Casa Blanca abre nuevas expectativas, dado que el 75% de las exportaciones canadienses recalan en el país vecino. “Nuestro primer ministro ya ha hablado con él y ojalá todo sea más predecible. Parece que tienen la misma visión del mundo y que están de acuerdo con la lucha contra el cambio climático, como ya ha demostrado con la vuelta al Acuerdo de París”, añade Drukier.
Durante la pandemia, la embajada estuvo a pleno rendimiento, según le han contado los consejeros y los empleados. Se trabajó con las autoridades españolas para permitir el regreso de unos 2.700 canadienses que se quedaron colgados durante el estado de alarma. “Fueron muchos mayores y también algunos procedentes de terceros países que se centralizaron aquí”, destaca la diplomática. “Todo se adaptó rápidamente para trabajar de forma segura y que no se parara nuestra actividad. Los que peor lo pasaron fueron los niños al tener que estar en espacios reducidos”, añade.
La vacuna, una carrera a toda velocidad
Uno de los retos más importantes a los que se ha tenido que enfrentar la embajadora Wendy Drukier ha sido la exportación de la vacuna de Moderna a su país, tras el cambio de criterio decidido por la Unión Europea para evitar la salida masiva del medicamento. “Tuvimos que trabajar duro junto con la empresa implicada para mandar toda la documentación que pedía la Comisión y no contábamos con mucho tiempo, por lo que había que correr para no demorar el envío, que sale desde París”, añade la diplomática.
Los beneficiados de esta vacuna serán las comunidades autóctonas del norte de Canadá, que, al estar repartidas en un territorio muy amplio, carecen de un acceso fácil al sistema de salud. Eso las convierte en más vulnerables. “La empresa tenía que rellenar los formularios de exportación y facilitar datos pertinentes sobre sus exportaciones en los últimos 90 días para mantener el nivel de transparencia que exigía la Comisión Europea. He tenido cierto miedo de que no lo consiguiéramos”, afirma Drukier, que añade que ella se vacunará en cuanto le toque. “No soy una persona prioritaria, pero es importante no solo para la salud propia, sino porque es un tema de salud pública”, concluye.
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