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La nevada agrava la situación de la atención primaria

La región tiene 14 centros de salud y 94 consultorios cerrados por el temporal

Llegada de una ambulancia el 8 de enero de 2021 al centro de salud de Villarejo de Salvanés (Madrid).
Llegada de una ambulancia el 8 de enero de 2021 al centro de salud de Villarejo de Salvanés (Madrid).Cedida por Liliana de la Higuera
Isabel Valdés

Llegó el viernes al centro de salud de Villarejo de Salvanés, al sureste de Madrid, y de ahí arrancó para pasar consulta en los pueblos que dependen de esa cabecera. A mitad de camino le pidieron que volviera. “La cosa se va a poner complicada por la nevada, nos dijeron”, cuenta este lunes Liliana de la Higuera. Volvió. Y ya no consiguió regresar a casa hasta la tarde del domingo. Como esta médica de SAR (servicio de atención rural) de la región, miles de profesionales del sistema sanitario madrileño han visto cómo la ya delicada situación que enfrentan por la tercera ola de covid se veía agravada por Filomena.

Hospitales, centros de salud y, sobre todo, consultorios y rurales, donde la ayuda llegó con más retraso que a la capital y, en algunos casos, ayer aún no lo había hecho. La Consejería de Sanidad contabiliza 14 centros de salud y 94 consultorios cerrados, además de ocho centros y 14 consultorios con horario restringido. De los 40 servicios de atención rural de la región “han abierto todos salvo el de Velilla de San Antonio”, informa un portavoz de la Comunidad: “En general, a los pacientes se les deriva a los dispositivos de atención más cercanos”.

El problema para los especialistas, desde hace ya 72 horas, es cómo hacer esa derivación o el traslado que requieren algunos enfermos. El temporal ha dejado encerrado a un número indeterminado de profesionales durante uno, dos, tres y hasta cuatro días, como sucedía a media tarde de este lunes en Morata de Tajuña, Navas del Rey o Cadalso de los Vidrios. “En Morata llevan desde el jueves por la noche, y hay muchos sares en los que todavía no ha habido relevo”, dice De la Higuera. En su centro, además, la línea telefónica y de red se cayó el viernes y sigue sin restablecerse: “Aquí pasa a menudo, si tardan normalmente dos días en arreglarlo, ahora cualquiera se puede hacer una idea”. Hasta el sábado por la noche no estuvo activo el desvío de llamadas. “Yo no sé lo que nos pudimos comer”, cuenta esta profesional cuyo radio de atención cubre a unos 10.000 vecinos.

El viernes por la noche tuvieron el primer incidente cuando necesitaron derivar a un paciente a un hospital: “Tardamos cinco horas. Cuando llegó la ambulancia hubo que llamar a una excavadora para que la remolcase y nosotros poner las cadenas”. Consiguieron trasladar a ese enfermo, pero según avanzaron las horas la situación se agudizó.

“Nuestra solución acabó siendo un grupo de Telegram que creó una de nuestras celadoras para buscar gente que tuviese 4x4 en la zona”, cuenta la médica, que pasó junto a Sergio Chuvieco, el residente de tercer año que se negó a marcharse y dejarla sola esos casi tres días en los que el equipo lo completaron los enfermeros José Ángel Romero —”que se vino desde Madrid el viernes viendo el panorama y ha estado hasta esta mañana [la mañana del lunes], dice la médica— y Silvia Martínez-Treceño, “que vive en el pueblo y se ha encargado de la comida y la ropa”, añade De la Higuera: “Además de Ruth Cuaresma y Rocío Gordillo, las celadoras, que también viven en Villarejo y, para hacer el cambio de guardia, lo hacían en la excavadora del marido de una de ellas. En la pala de esa excavadora también vino un cocido metido en un carro de la compra”.

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Ahora De la Higuera lo toma con algo de humor, pero asegura que tuvieron “momentos de desesperación”: “El sábado, con diez pacientes por trasladar y sin ninguna solución, la gerencia reunida todo el tiempo pero sin decirnos nada más que lo que tuviésemos que comprar como comida o ropa de abrigo luego nos lo pagarían. Hubo un momento que pensé que se nos morían los enfermos allí. Me puse a llorar el domingo después de todas las horas y el cansancio acumulado”. La situación no fue más grave gracias, entre otros vecinos, a Alejo, el hombre que junto a su hija ayudó con los traslados. “Y cuando reunimos dinero para intentar compensarle en algo la gasolina no lo quiso, “lo hago para devolveros todo lo que hacéis por nosotros”, me dijo”.

También fue Alejo quien consiguió que De la Higuera volviera a casa. Fue a recoger a Cristina Sanz y a otra médica para llevarlas hasta Villarejo de Salvanés y que De la Higuera y el residente pudieran marcharse. Cuando Sanz llegó, el domingo, y ya con la línea telefónica desviada a sus teléfonos, empezó a haber avisos de gente “muy malita”. El problema, recuerdan tanto Sanz como De la Higuera, “es que puedes meter en un coche de un voluntario a un ictus, una insuficiencia cardiaca, dos pacientes sin diálisis durante cuatro días… ¿pero qué haces con los covid?”.

Alejo, un vecino de la zona de Villarejo de Salvanés, junto a su hija (en el centro) y a los profesionales del centro de salud de ese municipio a los que ha estado ayudando con los traslados tanto de especialistas como de pacientes.
Alejo, un vecino de la zona de Villarejo de Salvanés, junto a su hija (en el centro) y a los profesionales del centro de salud de ese municipio a los que ha estado ayudando con los traslados tanto de especialistas como de pacientes. Cedida por Liliana de la Higuera.

Villarejo de Salvanés, según los últimos datos de la Comunidad, tiene una incidencia acumulada de 1.895 casos en los últimos 14 días por cada 100.000 habitantes. “Teníamos pacientes desaturándose sin poder hacer nada”, dice Sanz. Además de una fractura, un aborto o una pancreatitis, entre otras patologías que necesitaban de un traslado. “Sin internet, con un solo teléfono, sin acceso a las historias clínicas, apuntando a mano, con 250 pacientes para dos médicas, más de un 80% de tasa de positividad”, relata Sanz. Desde el 1 de enero, asegura que “todo es un caos”, ya no hacen PCR a los contactos y tienen de nuevo agendas infinitas solo con pacientes respiratorios: “Ahora, la nieve no ha hecho más que rematar lo que ya estaba mal”.


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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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