La conspiración de los Reyes Magos en una cabalgata televisada
Este año la visita desde Oriente se ha visto reducida a espectáculo televisivo por toda la geografía, para mantener a las masas mágico-monárquicas fuera de peligro vírico
Hemos sabido mucho últimamente de conspiraciones y conspiranoias. Los expertos nos han instruido: una verdadera conspiración, una que implica a mucha gente y abarca un largo tiempo, acaba por destaparse. Al final, alguien habla de más o traiciona el pacto; la dejan al descubierto un fallo de organización o un investigador audaz. Por eso las falsas conspiraciones de los conspiranoicos nunca son destapadas, porque no existen.
La conspiración de los Reyes Magos existe, y vaya si existe: millones de ciudadanos, políticos, empresas de distribución, medios de comunicación o panaderos participan en ella anualmente para mantener esta historia fantástica que, con la coartada de mantener una hipotética ilusión, sirve para transmitir algunos valores sistémicos y generar un importante pico de consumo. Como la conspiración de los Reyes es enorme y muy real, siempre termina desmantelada: todas las personas, antes o después, acaban descubriendo el pastel.
Este año la Cabalgata de los Reyes se ha visto reducida a espectáculo televisivo por toda la geografía, para mantener a las masas mágico-monárquicas fuera de peligro vírico y porque, se entiende, los propios Reyes, aunque magos, son población de riesgo. En la capital, según mostró Telemadrid, seis estrellas fugaces pirotécnicas guiaron por toda la urbe la llegada de Melchor, Gaspar y Baltasar, que llevan dos milenios trayendo mercancías de Oriente, como hace ahora la plataforma AliExpress.
Los Reyes Magos tienen el don de la ubicuidad en decenas de eventos simultáneos, como también parecen ubicuos algunos de los artistas presentes en el centro cultural Conde Duque: el también mago Jorge Blass, que ejerció de maestro de ceremonias, o el violinista, también procedente de Oriente, Ara Malikian. Los niños encuestados pedían que se vaya el coronavirus y, luego, un montón de juguetes incomprensibles.
“Venimos de muy lejos y hemos trabajado muy duro, pero es un honor estar siempre tan cerca de los reyes”, declaró un abanderado del rey Gaspar, vestido de azul y procedente de Siria (aunque de acento madrileño), que también aseguró que en el largo viaje no tuvieron problemas con las restricciones de movimiento. Una portavoz de la policía municipal anunció los privilegios: “Los Reyes tienen un salvoconducto para repartir regalos durante toda la noche”. Sus Majestades se hicieron de rogar, pero acabaron llegando, los tres en la misma carroza.
Otro ser ubicuo, alcalde y portavoz nacional del PP, es José Luis Martínez-Almeida, que ya se había echado ayer un bailecito con los monarcas y que les recibió, junto a los otros líderes del pleno municipal, al final de un par horas de televisión deslavazada y tristona. “Que no haya carbón esta noche”, pidió Almeida, “los niños han hecho cosas increíbles este año”, refiriéndose a los esfuerzos pandémicos. “La magia no solo dura esta noche, sino que está aquí cada uno de los días, horas y minutos del año”, dijo Melchor, “está en todas las personas que piensan en los demás, ellos seguirán aquí cuando nos hayamos ido”.
Que algunos adultos sean proclives a la conspiranoia puede entenderse cuando han sido educados en una gran conspiración. Si vivieron su primera infancia creyendo en algo tan hermoso como los Reyes Magos, cómo no van a intentar mantener la magia en su vida creyendo que viven en una película de espías. Temen enterarse dentro de unos años de que en realidad nos gobiernan los Illuminati, los reptilianos, los socialcomunistas, igual que se enteraron hace unos años que Baltasar era de ful.
Quién sabe, quizás los Reyes Magos sí existan. Quizás sean lo que Donald Trump llamó “hechos alternativos”. O lo que Jean Baudrillard catalogó como “hiperrealidad”: cuando el simulacro se hace verdadero porque nuestros actos se basan en él. Sus Mágicas Majestades pueden ser una entelequia, no estar hechos de átomos, pero todos los gastos y beneficios que generan son contantes y sonantes como un martillo.
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