_
_
_
_
LA ESPUMA DE LOS DÍAS
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ayuso y los Nabuconodosorcitos

Sorprende este afán de una liberal acérrima defensora de la libertad individual por acotar el significado simbólico de todas las cosas, incluso de aquellas que suceden desde hace milenios

Fotograma de "The Little Drummer Boy", de Rankin y Bass.
-
Raquel Peláez

Cuando escuché a la presidenta de la Comunidad de Madrid dejar claro que el belén de la Puerta del Sol “celebra el nacimiento de Jesús de Nazaret” y que “con el nacimiento de Cristo medimos los siglos y se funda nuestra civilización” porque “católico significa universal” inmediatamente me vinieron a la mente dos cosas: los Nabuconodosorcitos (aquellos simpáticos bichitos que vivían en la jardinera del alféizar de Epi y Blas y cuyo coche era una caja de cerillas) y el Nacimiento de Pinypones (los Legos de las niñas) de Ponferrada que sí, incluía una Natividad, aunque en medio de aquella orgía visual y colorista de muñequines eso fuese lo de menos.

Reconozcámoslo: en los belenes, los niños, incluso los de las familias más devotas, buscábamos a Jesusito como quien busca a Wally. Cuenta el escritor y editor Ignacio Vleming que “fue Carlos III, después de haber pasado por el trono de Nápoles, quien aficionó a las casas nobles de Madrid a montar sus propios belenes, como una muestra de piedad, pero también de lujo. Por lo visto en la ciudad italiana, algunos pesebres utilizaban perspectivas que incorporaban el paisaje natural del Vesubio y la isla de Capri, y creaban, a través de sofisticados sistemas lumínicos, el efecto del día o de la noche”. Esto no me resulta nada sorprendente.

Hay algo mágico en esta costumbre de recrear mundos en miniatura e idear artilugios, soluciones y propuestas para que las representaciones sean lo más fidedignas, ocurrentes o divertidas posibles. Una magia que genera sensación de poder.

El Belén de Pinypones de Ponferrada, que en la actualidad se puede seguir viendo en Espinoso de Compludo, incluía una versión a escala de Las Médulas (ya saben, los montes que los romanos explotaron en busca de oro y que ahora son Patrimonio de la Humanidad); el de Folgoso de la Ribera incorpora una mina completa, cortada en sección, que permite al visitante ver varias galerías subterráneas.

Hay algo mágico en esta costumbre de recrear mundos en miniatura e idear artilugios, soluciones y propuestas para que las representaciones sean lo más fidedignas, ocurrentes o divertidas posibles. Una magia que genera sensación de poder, pues montar un belén es crear una civilización a capricho, donde pasan exactamente las cosas que uno quiere cuando uno quiere y hay los habitantes que uno desea haciendo precisamente lo que uno manda. Esta sensación (que supongo que se parece mucho a lo que sentían Epi y Blas al ver a las diminutas criaturas que vivían en su jardinera), le encantaba a Carlos VI, a quien su padre le montó el Belén del Príncipe, que todavía en la actualidad se vuelve a montar en el Salón de Alabarderos del Palacio Real de Madrid.

No digo que la afirmación de Isabel Díaz Ayuso no sea históricamente ajustada (que no lo es) pero sí apunto que me sorprende este afán supuestamente centrista de una liberal acérrima defensora de la libertad individual por acotar el significado simbólico de todas las cosas, incluso de aquellas que suceden todos los años desde hace milenios. No sea que dejemos volar libre nuestra imaginación y cada uno interpretemos lo que nos dé la gana.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Raquel Peláez
Licenciada en periodismo por la USC y Master en marketing por el London College of Communication, está especializada en temas de consumo, cultura de masas y antropología urbana. Subdirectora de S Moda, ha sido redactora jefa de la web de Vanity Fair. Comenzó en cabeceras regionales como Diario de León o La Voz de Galicia.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_