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Tensa calma en la ola de la pandemia

En el equipo del Servicio de Urgencia Médica (SUMMA) no hay héroes, son hombres y mujeres que luchan cada jornada para mantener viva a la población

Equipo sanitario de la UVI 8, con base en el barrio Las Aguilas, Madrid, durante su jornada de trabajo.
Equipo sanitario de la UVI 8, con base en el barrio Las Aguilas, Madrid, durante su jornada de trabajo.olmo calvo

Las calles que rodean la sede de la UVI 8 en el barrio de Las Águilas de Madrid permanecen silenciosas y grises bajo un denso manto de nubes. En la penumbra se divisa una luz azulada, es la ambulancia con la puerta abierta donde el equipo del Servicio de Urgencia Médica de la Comunidad de Madrid (Summa) hace el cambio de guardia. Mariano Bartolomé, médico, Marta de la Torre, enfermera, Héctor Martínez y Francisco Miguel Pérez, técnicos de emergencias, y Joana Ugalde, médico residente, revisan todo el equipamiento médico del vehículo al comenzar su jornada laboral.

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DVD 1027 (09-11-20)
Francisco Miguel Perez, 37 anos, tecnico de emergencias, baja a Maria Paz, 29 anos, en el ascensor para trasladarla al Hospital 12 de Octubre. 
Equipo sanitario de la UVI 8, con base en el barrio Las Aguilas, Madrid, durante su jornada de trabajo.
Foto: Olmo Calvo
Así es un día de trabajo en una UVI móvil del Summa

“El día comienza con el cambio de guardia, nos contamos las incidencias relevantes de la jornada anterior, luego revisamos el material para tener todo a punto, e intentamos, si podemos, desayunar”, relata Bartolomé. Han tenido suerte y ese día no hay ningún aviso a primera hora. Vestidos con su uniforme azul y amarillo caminan hasta la cafetería Beatriz, un local situado a unos 150 metros de su base.

Las dos mesas que han ocupado se llenan de cafés, cola caos, barras de pan con tomate y cruasanes. Pero lo que más llama la atención es el walkie talkie, siempre visible y encendido para poder recibir los avisos.

“A partir de ahí, las tareas habituales que tenemos son enseñar al médico residente, revisar caducidades (del material sanitario), y esperar que nos llamen”, añade Bartolomé.

El personal sanitario atienden a la paciente María Paz que tiene síntomas de haber sufrido un sincope.
El personal sanitario atienden a la paciente María Paz que tiene síntomas de haber sufrido un sincope.olmo Calvo

“¡UVI 8! ¡UVI 8!” ruge la radio. Son las 10.45 y llega el primer aviso. Rápidamente todo el equipo sube a la ambulancia. Pérez arranca y acelera por las calles del sur de Madrid. La sirena va abriendo camino. Los coches se echan a un lado y los semáforos parecen no existir. En pocos minutos llegan a la dirección que les dieron desde la centralita. Una mujer de 90 años tiene problemas para respirar. Bartolomé y Ugalde son los primeros en subir al domicilio. Una vecina en bata y zapatillas les indica que fueron los del piso de enfrente quienes llamaron al 112. Bartolomé se viste con el equipo de protección individual (EPI) ante un posible caso de covid-19 y entra para inspeccionar a la mujer que está sola en su casa. Al poco descarta que tenga coronavirus. Llaman a sus familiares y, después de realizarle diversas pruebas, constata que no es nada grave. Aun así Bartolomé permanece a su lado, le estrecha la mano y la tranquiliza.

Una vez fuera del domicilio el regreso a la base, a no ser que haya otro aviso, es mucho más tranquilo. La ambulancia respeta las señales y se mimetiza con el tráfico como un vehículo más.

“Por ahora, la segunda ola de covid-19 no tiene nada que ver con la primera. Hay más normalidad. De media podemos encontrarnos con un caso por guardia”, asegura el médico. “Hay muchísimos menos casos que antes”, sentencia.

Las guardias son de 24 horas, de nueve de la noche a nueve de la mañana. Después libran cinco días y vuelta a empezar. En verano tienen menos días libres, tres.

La mañana transcurre tranquila y a las 13 horas paran para comer. En cualquier momento pueden llamarles de nuevo.

En el comedor, la conversación es animada mientras la televisión suena de fondo. Pero la escena solo dura 20 minutos. Del walkie talkie llega un nuevo nombre, una nueva dirección a la que acudir sin tiempo que perder.

Isabel, de 79 años, también manifiesta problemas para respirar. Se repite el ritual para protegerse de un posible caso de covid-19. En esta ocasión, además de Bartolomé, Ugalde también se enfunda el EPI. El hijo de la afectada está con ella en la casa y proporciona toda la información y los papeles que le pide el equipo médico.

Descartado que sea un caso de coronavirus y atendida Isabel, el equipo sale del domicilio. Mientras la enfermera y los técnicos de emergencias recogen todo el material, Bartolomé y Ugalde escriben el informe de la intervención sentados en un hueco de la escalera.

Personal sanitario atiende a la paciente Rosa en su vivienda de Madrid.
Personal sanitario atiende a la paciente Rosa en su vivienda de Madrid. olmo Calvo

Lejos del lenguaje belicista y los grandes discursos relacionados con la pandemia, Bartolomé, un médico con muchos años de experiencia como jefe de urgencias en el hospital 12 de Octubre primero, y como médico en el Summa después, explica su trabajo: “Nuestra labor principal es atender las emergencias. El lenguaje belicista que presenta la pandemia como una guerra que hay que vencer es muy gráfico para los medios, pero es la misma guerra que tenemos con los infartos, con los ictus y con los accidentes de tráfico, lo que pasa es que no son tan mediáticos. A mí no me gustó que fuésemos los héroes de la primera ola. No soy más héroe ahora que antes. No soy mejor por tener un montón de casos de la pandemia. Yo voy a los mismos avisos. Ahora son covid-19, pero antes eran infartos”.

Después de una breve pausa en la base, la UVI 8 vuelve a salir. Son las 15.25 y Rosa, de 94 años, necesita atención urgente. En esta ocasión la paciente no presenta síntomas compatibles con covid-19, por lo que el equipo médico no usa EPI. Aparentemente, Rosa no tiene nada grave. Debe hacerse unas radiografías en el centro de especialidades de su barrio, pero no precisa ser trasladada al hospital.

De vuelta en la base, Martínez y Pérez, los técnicos de emergencias, aprovechan para descansar. En pocos minutos duermen profundamente. Eso sí, con el walkie talkie encendido sobre la mesilla. Poco después, De la Torre, la enfermera, cae rendida también. Son las 17.00.

A las 18.00 tienen otro aviso. María Paz, de tan solo 29 años, presenta síntomas de haber tenido un síncope. La UVI 8 llega ya de noche hasta su portal. La familia preocupada espera con la puerta abierta.

Después de hacerle varias pruebas y de administrarle suero, Bartolomé decide trasladarla al hospital. Les asignan el 12 de Octubre. Una vez que María Paz queda en manos del servicio de urgencias, Bartolomé comienza a escribir su informe. Lo terminará ya en la base, sentado dentro de la UVI, iluminado por una luz azulada y rodeado de oscuridad. Son las 20 horas y aún queda toda la noche hasta el cambio de guardia. “Creo que nos encontramos en una situación de calma tensa con la pandemia. Ojalá me equivoque, pero creo que esto va a ir a más. No es nada científico, solo una sensación de que esto algún día va a explotar”, aventura Bartolomé.

Galería fotográfica: así es un día de trabajo en una UVI móvil del SUMMA

DVD 1027 (09-11-20)
Mariano Bartolome, 45 anos, medico,  Joana Ugalde, 28 anos, medico residente, y Marta de la Torre, 46 anos, enfermera, en el portal momentos antes de entrar en la casa de Isabel, 79 anos. 
Equipo sanitario de la UVI 8, con base en el barrio Las Aguilas, Madrid, durante su jornada de trabajo.
Foto: Olmo Calvo
DVD 1027 (09-11-20) Mariano Bartolome, 45 anos, medico, Joana Ugalde, 28 anos, medico residente, y Marta de la Torre, 46 anos, enfermera, en el portal momentos antes de entrar en la casa de Isabel, 79 anos. Equipo sanitario de la UVI 8, con base en el barrio Las Aguilas, Madrid, durante su jornada de trabajo. Foto: Olmo Calvo Olmo Calvo

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