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Los repartidores ya tienen su ‘máster’ en la escuela de Coslada

En los cursos, de 50 horas lectivas presenciales, se aborda la gestión de incidencias y el soporte directo al cliente

Miguel Ezquiaga Fernández
Carlos Barderas hace una demostración de un simulador de conducción en la Escuela de Repartidores de España en Coslada, Madrid.
Carlos Barderas hace una demostración de un simulador de conducción en la Escuela de Repartidores de España en Coslada, Madrid.Andrea Comas

El reparto a domicilio adquiere aún más relevancia a la luz de este otoño. Considerado como esencial durante el estado de alarma, el sector de la logística se prepara para la campaña navideña más digitalizada de la historia. La patronal calcula que entre la gran promoción online del Black Friday y el día de Reyes se despacharán en toda España 100 millones de paquetes procedentes del comercio electrónico. En este contexto, las empresas requieren repartidores formados que no solo conozcan las entrañas de la actividad, sino que presten soporte directo al cliente, gestionando incidencias y efectuando una conducción adecuada en ciudades que cuentan con cada vez más restricciones al tráfico. El mercado pide dar un paso más allá.

Con el objetivo de dar respuesta a esas demandas, la Organización Empresarial de la Logística y el Transporte (UNO) —que agrupa a titanes como Amazon, MRW, DHL o Seur— creó hace tres años una escuela de repartidores en Coslada (Madrid), la milla de oro de las compras por internet. La formación, pionera en España, cuenta con el respaldo del Ministerio de Transporte, que cada curso beca a dos decenas de profesionales en activo. Por estas aulas ya han pasado 60 aprendices. La última promoción se titula esta semana tras 50 horas lectivas presenciales. Carlos Barderas, de 25 años, es uno de los alumnos. Hasta ahora la empresa madrileña en la que trabaja, dedicada a la distribución refrigerada, solo servía a grandes superficies. Pero la crisis sanitaria los llevó a reinventarse y encontraron en la entrega directa a hoteles y restaurantes un rescoldo de progreso.

Los repartidores nos convertimos en representantes de la marca, tanto del transporte como de la mercancía. Puedes hacer bordado gestiones anteriores, pero si hay un error en el momento de la entrega el cliente se llevará una mala impresión del servicio
Un alumno de la última promoción de la escuela

“La demanda aumenta y cuestiones como las zonas de bajas emisiones complican los trayectos”, cuenta Barderas. “A la vez, los repartidores nos convertimos en representantes de la marca, tanto del transporte como de la mercancía. Puedes hacer bordado gestiones anteriores, pero si hay un error en el momento de la entrega el cliente se llevará una mala impresión del servicio”, prosigue. Según la patronal del sector, el 65% de los usuarios repite en un comercio electrónico solo si resulta satisfactoria la última fase de la cadena de suministros. De ahí que la Escuela UNO haga especial hincapié en la gestión de los artículos, instruyendo en las diferentes tecnologías de la movilidad sobre las que pivota cualquier logística: aplicaciones móviles y de geolocalización.

El sistema multientrega que ha diseñado Stuart ilustra en las prácticas de Coslada los nuevos retos del sector. La plataforma de distribución trabaja con una aplicación que a través de los macrodatos predice las preferencias horarias del comprador, consiguiendo que cada driver efectúe una media de tres entregas por viaje desde el mismo almacén. “Los avances tecnológicos son clave en el reparto del siglo XXI, pero no todos los trabajadores los conocemos suficientemente”, apunta Barderas. El curso para el que le seleccionó su empresa se estructura en dos bloques. El primero busca inscribir la actividad logística en su contexto global, marcado por los desafíos de la movilidad urbana. Para ser repartidor ya no es suficiente con saber conducir y llegar al destino. Cada kilómetro cuenta.

Miriam Ballesteros, alumna de la Escuela de Repartidores de España en Coslada (Madrid), posa dentro de una furgoneta de reparto eléctrica.
Miriam Ballesteros, alumna de la Escuela de Repartidores de España en Coslada (Madrid), posa dentro de una furgoneta de reparto eléctrica.Andrea Comas
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El segundo módulo se centra en la normativa y en la prevención de riesgos laborales. Con el apoyo de la Dirección General de Tráfico (DGT), los alumnos desgranan las leyes autonómicas y municipales que influyen en su labor. Solo en la capital existen más de 100.000 establecimientos, pero solo 7.600 cuentan con zona propia de carga y descarga. “Los repartidores se enfrentan a muchos obstáculos físicos y administrativos que deben sortear con arreglo a la normativa”, apunta Pere Navarro, director general de Tráfico. Otro problema que señala es la antigüedad del parque español de vehículos, pues alcanza los 12 años de media. Dos de cada tres camiones o furgonetas implicados en un accidente mortal el año pasado tenían matrículas con más de una década, según el organismo vial.

Las condiciones de trabajo no son siempre ideales. Quizá por eso la Escuela UNO cuenta con simuladores de conducción. Funcionan como una suerte de videojuego que reta al transportista y crea situaciones adversas, tanto climatológicas como viales. Atascos, lluvia, accidentes o carreteras cortadas que jalonan el trayecto mientras el cronómetro sigue corriendo. El objetivo siempre es llegar a tiempo, respetando los pasos de cebra y el límite de velocidad. Igual que se hace durante las prácticas en la calle, cuando el alumno utiliza la Scoobic eléctrica; el híbrido entre moto y furgoneta que facilita el reparto en zonas de tráfico denso o calzadas estrechas. El vehículo incluye un desfibrilador que los repartidores aprenden a manejar a lo largo de la instrucción.

Durante la recreación de una entrega, los alumnos también conducen furgones eléctricos. Circulan por entre las naves grises de Coslada que bordean la carretera A-2. El polígono ofrece itinerarios similares a los que recorrerían los alumnos durante una jornada laboral. Menos Pedro Joaquín, de 60 años. Pese a estar apuntado al curso, él no trabaja repartiendo mercancías, sino como docente en uno de los centros dependientes del Ministerio de Trabajo que expiden los certificados de profesionalidad del nivel tres. Ahora extrapolará a sus clases los saberes adquiridos, sobre todo en materia de tecnología: “La formación es muy importante. El problema es que la mayor parte de los repartidores no puede acudir a estos cursos porque está trabajando”.

Si las empresas no auspician el reciclaje laboral, añade, parece complicado que los trabajadores lo hagan por su cuenta y riesgo. “Las condiciones laborales tienden a ser malas en el mundo de la logística. Los repartidores pasan 12 horas frente al volante y después les pedimos que sonrían a cada cliente al que entregan un paquete. Eso es complicado si no mejora el trato. Invertir en formación de manera masiva ayudaría a dignificar esta actividad”, continúa Joaquín, que ha visto desfilar por su aula a parados, a veces procedentes de otros sectores de la economía, que ven en el transporte una oportunidad de salir a flote. “En muchas casas, durante el confinamiento, el mejor momento del día llegaba cuando un repartidor llamaba al timbre. Que eso no se olvide”, proclama.

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