De Parla a Malasaña hay algo más que kilómetros
‘Por H o por B’, una nueva comedia española de HBO, dibuja las fronteras invisibles que separan la periferia del centro de la capital
Grandes aros de relumbrón, estampado animal y una generosa raya de ojos. Marta Martín y Saida Benzal crecieron de acuerdo al código estético del extrarradio. La primera en Fuenlabrada, al sureste de la capital; la segunda, en el municipio alicantino de Elche. Una y otra alcanzan la treintena después de muchas horas de parque y trayectos en el tren de cercanías. Como los personajes a quienes encarnan en la última producción de HBO España: Por H o por B, una comedia escrita y dirigida por Manuela Burló que se estrena el 22 de julio.
En la ficción, la relación de dos amigas se enfría a lo largo de los años a cuenta del chico que se disputaron durante la adolescencia. Hasta que las trayectorias de ambas coinciden de nuevo en Malasaña, el barrio de sus sueños y sus desvelos. Allí la estridencia de la modernidad entrará en conflicto con sus orígenes de Parla. Destellos de realidad y fantasía que hablan acerca de las fronteras tangibles e inmateriales de la ciudad. También, apunta Benzal, sobre “el postureo, las modas efímeras, las inseguridades y el miedo a no poder encajar por ser diferente”.
Benzal representa a Belén, una modelo de segunda y carne de reality a la busca de su amiga de la infancia Hache, quien viste la piel de Martín. Durante los cinco meses de rodaje, las dos actrices pasearon Malasaña de punta a punta. El barrio adquiere una importancia vital en la trama, casi a la altura de los personajes. “Sirve de refugio y a la vez genera mucha frustración”, explica la intérprete de Fuenlabrada, elogiada por su papel secundario en Gordos, la cinta de Daniel Sánchez-Arévalo. “Un ejemplo de fauna sorprendente puede ser el tipo al interpreta Brays Efe, un tío frívolo que renuncia a su familia y solo ansía la aceptación en las redes”, anota.
Martín reconoce que se emociona atravesando las mismas calles de la filmación. “Creo que alguna gente de fuera conoce mejor el centro que muchos madrileños. Cuando venía de compras con mis amigos, sentía que estábamos de turisteo por alguna ciudad del extranjero”, señala la actriz, que se refiere a aquellas incursiones como “subir a Madrid”. Ella aún reside en su Fuenlabrada natal, allí donde la ciudad se desdibuja y comienza el campo: “Muchas veces salgo a ver el verde y despejarme, aquí me agobiaría”. Su mirada se ha hecho a las tiendas de ropa de segunda mano al peso, las cafeterías especializadas en cereales de desayuno y las terrazas con cañas de cerveza a cuatro euros: “Mi personaje lleva unos años en el barrio cuando aterriza su colega la rubia, así que tuve que fingir que no me extrañaba todo este decorado”.
Creo que alguna gente de fuera conoce mejor el centro que muchos madrileñosMarta Martín
Benzal, sin embargo, vive en mitad de ese plató diseñado a imagen y semejanza de Instagram: “En Malasaña resulta complicado tener sensación de hogar. A cambio, te encuentras con otras cosas, como una gran oferta cultural y nocturna. Pero tengo muchos amigos que a la hora de formar una familia se han ido del centro en favor de otras zonas más amplias y con mejores equipamientos”. Eso sí, nunca un rodaje le había quedado tan a mano. Bajaba de casa y se encontraba de bruces con la directora de la serie y el set de grabación. Sus propias vivencias al llegar a Madrid le sirvieron de acicate para perfeccionar la interpretación: “En un momento dado, Belén está buscando piso y la descartan por su aspecto choni. Esa clase de desprecios los he sentido yo”.
Con todo, lo ordinario parece establecerse como una nueva moda. El trap ha encumbrado las infinitas uñas de gel, el chándal o los cordones de oro, contagiando a toda la industria del pop hasta llegar a artistas como Rihanna o Miley Cyrus y salpicar las pasarelas de moda. Pero esto no significa que el estilo esté exento de prejuicios, como asegura Benzal: “Una cosa es verlo a través de la televisión y otra en la calle. En el día a día genera más recelo. Más aún si el aspecto va acompañado de una actitud o un acento. Se nota cuando alguien va disfrazado o es genuino”. A lo que Martín agrega: “Yo ayudaba a que el reparto pronunciara la s como si fuera casi una j. Así se habla en Fuenla”.
En cada zona geográfica el choni adquiere unas particularidades. Existe todo un catálogo de dicciones, marcas de ropa, terminologías, peinados e incluso referencias musicales: “No es lo mismo esta moda en el levante que en Bilbao. Eso demuestra que las zonas de confort son frágiles y cambian. Un día, en un lugar, puedes sentirte una apestada. Y al día siguiente, en otro sitio, convertirte en la chica de moda. O al revés”, sugiere Benzal. Sin embargo, Belén y Hache no parecen reflexionar sobre sus propios gustos, que exponen de manera natural: “A su alrededor, todo el mundo quiere aparentar algo que no es. Pero ellas se muestran auténticas y reniegan de la falsedad asociada al postureo. Quizá por eso pecan un poco de ingenuas, no se imaginan que alguien pueda tener dobleces”.
Pero los tienen. Y la mirada inocente de las dos amigas evidencia un cierto elitismo que actúa con nocturnidad y alevosía. Su lucha consiste en integrarse sin abrazar el culto a la apariencia. Esa intentona resulta un recurso humorístico evidente, cuenta Marín: “Por encima de todo, la serie es graciosa. Tiene un estilo costumbrista, por lo que muchas situaciones pueden ser familiares. Además, está pensada y rodada con el objetivo de que resulte atractiva para toda la familia”. Incluso queda hueco para una reivindicación del poder femenino que “parece inevitable, porque la ficción está escrita, dirigida y protagonizada por mujeres”.
Glosario urbano
La música trap, un derivado del rap que recoge buena parte de la jerga de extrarradio, ha arrinconado al término choni. En las estrofas de Bad Gyal o La Zowi se prefiere calificar como ráchet a las divas de barrio, imbuidas de una cierta peligrosidad y asociadas al crimen. La palabra proviene del diccionario anglosajón y originalmente nombraba a las “chicas de una sola noche”. Después, en los suburbios norteamericanos, la voz comenzó a designar una estética que combina las vistosas prendas de grandes firmas con ropa de mercadillo y zapatillas de deporte. Kim Kardashian se ha convertido en una de sus embajadoras universales.
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