Mamen no puede rasgar la entrada de Miguel en su regreso al cine
Varias salas de la ciudad reabren sus puertas tras meses de confinamiento y sus espectadores más fieles acuden a ellas desde el primer pase
Mamen se ha encontrado en esta mañana de viernes con muchas caras conocidas que no ha visto en estos últimos tres meses. Trabaja desde hace más de seis años en los cines Renoir Plaza de España y, entre los espectadores que se han acercado al primer pase tras decretarse el 13 de marzo el estado de alarma, casi todos eran clientes habituales. “Hay personas que vienen varias veces por semana y que ven todas las películas que se estrenan. Al final, terminas conociéndolos con nombre y apellidos”, cuenta justo antes de la que es una de las primeras proyecciones del Madrid en desescalada.
Miguel Guerra, jubilado de 75 años, es uno de esos cinéfilos a los que ya tutean cuando pasa por la puerta de estos cines en versión original de la calle de Martín de los Heros. Vive a tan solo unos metros de distancia y no quería esperar ni un minuto más a regresar a uno de sus rincones favoritos del barrio. “Estas semanas me he tenido que conformar con ver películas en el salón, con las plataformas que hay nuevas. Pero entre la pantalla pequeña, que te llaman al teléfono o sube el sobrino a casa… pues no es lo mismo”, cuenta ante una cartelera prácticamente idéntica a la que dejó entonces. En este tiempo, Mamen y Miguel han perdido un ritual. Ella ya no puede rasgar la entrada de él. Al boleto clásico adquirido en taquilla le sustituye ahora un trozo de papel con un código de barras, para que una máquina pueda validarlo sin necesidad de contacto físico. También han desaparecido las fichas técnicas que resumían las producciones independientes que programan estos cines y que eran objeto de coleccionismo para sus visitantes más fieles. En cambio, la estancia se ha llenado de dispensadores de gel y de carteles informativos con las nuevas normas de higiene.
Aunque no son muchas las personas que han podido acercarse a las 12 de la mañana a este primer pase, hay cierto ambiente festivo en la entrada. El tercio de aforo que imponen las medidas sanitarias reduce la capacidad de algunas de sus salas a poco más de 20 butacas. Para evitar aglomeraciones, han dejado de proyectar sus cinco salas de forma simultánea. Las películas empiezan cada media hora y algunas de las funciones de la tarde ya tienen el aforo completo. Por eso, respetar el sitio que marca la entrada numerada es más importante que nunca. A pesar de las restricciones, una pareja decide sentarse el uno al lado de la otra justo antes de que comience la película, lo que no es un problema para quienes conviven en la misma casa, explican los responsables del establecimiento. Están juntos aunque separados a varios metros del resto y en ningún momento se quitan la mascarilla. Es una de las ventajas de estar en unos cines que no venden refrescos ni palomitas: hay menos razones para liberarse del cubrebocas.
“Es un espacio pequeño y manejable así que era el lugar perfecto para testar esta nueva realidad y aplicarla luego al resto de nuestros cines. Hemos hecho cierta inversión para promocionar el regreso sabiendo que no íbamos a recuperar el dinero en estos primeros días”, explica Octavio Alzola, director de programación de los Renoir. Gracia Querejeta y Emma Suárez, directora y actriz de Invisibles, van a pasarse por la tarde a presentar su película ante los pocos espectadores que han podido comprar entrada. “Es otra forma de invitar a la gente a que vuelva a visitarnos”, explica Alzola.
Casi enfrente de sus puertas se encuentra la librería especializada en cine Ocho y Medio, que espera reiniciar lo antes posible la simbiosis que mantiene con las salas de la zona. “Muchos de nuestros clientes se acercan, al terminar la película, porque quieren comprar un libro de ese director que acaban de descubrir y que les ha gustado tanto. En los primeros días de la fase 1 sí que vino mucha gente que nos había echado de menos, pero ahora la cosa se ha relajado bastante. Necesitamos que vuelvan los espectadores de los cines de la zona”, comenta uno de los dependientes de la tienda, que se encuentra completamente vacía a media mañana. Pero, por el momento, la mayoría de las pantallas seguirán apagadas. Solo la sala Berlanga, situada en el distrito de Moncloa y que no suele programar estrenos, el Artistic Metropol de Embajadores y el Capitol de la Gran Vía se han sumado esta semana al regreso de los cines madrileños.
Las primera de las películas que se proyectan en los Renoir Plaza España es el único estreno de la semana en la sala. En Little Joe, una original producción de la austriaca Jessica Hausner, los protagonistas se enfrentan, máscarilla en boca, contra un misterioso virus que amenaza con cambiar sus vidas para siempre sin que apenas sepan de su existencia. El segundo pase es para uno de los títulos repescados de la oferta de marzo, la surcoreana (y ganadora del Oscar a mejor película) Parásitos, en la que un grupo de personas termina viviendo confinado en el subsuelo de un chalet. Dicen que el cine imita a la vida, pero a menudo también se adelanta a ella.
La película es lo de menos
La reapertura de los cines permite a varias producciones completar una carrera comercial que la emergencia sanitaria interrumpió a medio camino. La cinta Adú, protagonizada por Luis Tosar y Anna Castillo, dejó de proyectarse tras un prometedor arranque en taquilla. El jueves volvía a las pantallas en la sala Berlanga. Asunción fue una de sus nuevas espectadoras aunque, instantes antes de sentarse en su butaca, admitía que no era la película lo que le había llevado allí: “Me gusta el sitio, me gusta el tipo de películas que ponen y quería venir a apoyar”. Algo parecido le ocurría a Alan, un estadounidense que apenas ha podido disfrutar de Madrid desde que se mudó a la ciudad a principios de año. “Me da igual lo que pongan. Necesitaba volver a un cine”, decía en la entrada.
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