Pasatiempos ilustrados
Tras publicar ‘Cuaderno de confinamiento’, el dibujante Cristóbal Fortúnez presenta ‘El Solitario’ y una nueva entrega de ‘Cuaderno de actividades para adultos’
No es de los que se han abalanzado sobre las terrazas. Es más, aún no ha pisado ninguna en esta fase 1 de la desescalada. Allí Cristóbal Fortúnez encontraría seguro inspiración para nuevas entregas de Fauna mongola, el blog con el que se dio a conocer, pero no tiene intención de retomarlo. “Mi desescalada está siendo bastante tranquila. Mucho más de lo que implicaría haberme pasado más de dos meses solo en una casa tan pequeña como la mía”, comparte el ilustrador, que acaba de publicar El Solitario. Durante la parte dura del encierro regaló Cuaderno de confinamiento, una versión ad hoc de los pasatiempos ilustrados que se han convertido en un clásico del verano. En pocos días saldrá una nueva entrega.
Ingenio y humor. Juegos de lógica, sopas de letras, laberintos, test y crucigramas, entre otros pasatiempos, con iconos de la cultura popular como protagonistas. Los personajes y los temas del año están siempre en sus páginas. Cristóbal Fortúnez es el autor de Cuaderno de actividades para adultos junto a Daniel López Valle, campeón de Saber y ganar. Más de 150.000 ejemplares se han vendido de sus ocho ediciones. “Para mí el de este año es el mejor que hemos hecho, junto al del año pasado”. Su ingenio y humor también chispean en Cuaderno de confinamiento, que sigue llegando por e-mail tras registrarse gratuitamente en Casa Blackie, en la web de Blackie Books. “Recopilar ese material y darle forma fue una manera de mantener un poco la cordura y sentirnos ocupados y útiles. Quiero pensar que ofreció unas horas de desconexión mental a la gente que se lo descargó”. Vecinos que tocan la trompeta y otros que montan un bingo entre balcones conviven en sus páginas con cantantes como Rosalía, Bad Bunny o Madonna y personajes de la tele y el cine.
Tronchantes visiones. Al ilustrador lo descubrieron en la editorial gracias a Fauna mongola, un blog en el que compartía dibujos y textos sobre personajes con los que se topaba en Madrid. Los voluntarios de enfrente de la Fnac, la chavalada habitual de la plaza de Colón o los prototipos que frecuentan las piscinas de Lago fueron algunos de sus protagonistas. “Estaba obsesionado con descifrar los códigos que usan los demás para crearse identidades. Lo veía un poco como un niño y me hacía mucha gracia”, recuerda. Culturetas condescendientes, titanes de la noche y habituales de todo tipo de saraos, a los que le acabaron invitando, eran una mina para él. Sus tronchantes visiones se convirtieron en un secreto a voces. “Con los años corría el riesgo de convertirme en un cínico y eso es algo a lo que no estaba dispuesto. Decidí parar porque ya no era capaz de ver las cosas de forma tan despreocupada”. Lo empezó en 2009 y lo dejó en 2012. No volverá. “Responde a una época concreta y a una forma de ver las cosas con la que no siempre estoy de acuerdo y sería deshonesto por mi parte retomarlo”.
“Ahora que había aprendido a dibujar expresiones bien, toda la gente se pone mascarilla. Dibujar en la calle es rarísimo”
Adiós al mito. Esta semana ha llegado a las librerías El Solitario, la historia del atracador que mantuvo en vilo a España en los 90. Lorenzo Silva y Manuel Marlasca son los autores de una absorbente trama policiaca en forma de novela gráfica que él ha ilustrado. “Recordaba al personaje de los informativos de hace muchos años. Parecía que nunca lo iban a detener. Lo vendían como un personaje carismático, una especie de prota de Ocean´s Eleven patrio. Una vez detenido se cayó el mito y se vio al hombre. La realidad siempre es más prosaica que la ficción”. Aficionado a la crónica negra, el dibujante ha disfrutado mucho teniendo acceso a la documentación del sumario, archivos policiales y filmaciones, que le iban enviando junto a los textos. “Iba recibiendo en mi correo los capítulos, detallados de una forma muy visual, muy cinematográfica, lo que me hacía muy fácil elegir qué ilustrar y cómo. Yo les enviaba los bocetos a los autores y ellos me corregían sobre detalles. Me siento muy orgulloso de haber puesto imágenes a su relato”.
Instinto natural. Nacido en 1980 en Santiago de Compostela, desde pequeño Cristóbal pasaba las horas dibujando. “Todos los niños pequeños dibujan, pero cuando empiezas a crecer y sigues con ello, ahí hay algo, supongo”. Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Vigo, comenzó a trabajar en diseño gráfico y publicidad. Desde el año 2011 se dedica exclusivamente a la ilustración. “Hacer Bellas Artes era el paso lógico, pero aunque no hubiera estudiado supongo que habría seguido dibujando. De todos modos, tampoco me apetecía mucho hacer ninguna otra cosa”. Aunque la mayoría de su trabajo está hecho en digital, sobre una pantalla gráfica, le gusta empezar todo de forma manual. Tiene un muñeco articulado para copiar posiciones, un espejo para copiar manos y expresiones y un pequeño trípode. “Así puedo fotografiarme si no sé cómo es una postura en algún plano raro o cómo dan las sombras con una luz picada, por ejemplo”.
Procastinador nato. Reconoce que tiende a procastinar. “Por desgracia, sí. Mucho, además. Soy muy creativo perdiendo el tiempo y siempre descubro nuevas formas de hacerlo”. Las redes sociales, ¿son fuente de placer o de ansiedad? “De ansiedad pura. Si no fuera porque son necesarias para mi trabajo, no tendría. De todos modos, no tengo Twitter ni uso Facebook ya porque me ponían de demasiado mal humor”. Sigue teniendo Instagram. “Lo uso para ver trabajos de ilustración sobre todo”. Si alguien quiere tener un Cristóbal Fortúnez puede contactarle por esa vía. De todo lo que dibuja, muestra muy poco. “Ser dibujante es una profesión muy frustrante. Por cada cosa que te gusta hay mil errores, mil cosas de las que no estás satisfecho. Además, muchas ilustraciones requieren dibujos previos, bocetos descartados, procesos que no llevan a ningún sitio…”.
Vida tranquila. Lleva ya 15 años en Madrid. Llegó pensando que sería algo temporal. “Me encanta la facilidad con la que esta ciudad te hace sentir parte de ella”. Dedica la mayor parte de su tiempo a encargos que le hacen. Dibuja a diario. “Me levanto todos los días a las 8.00h y suelo dibujar todo el día, con descansos para pasear o hacer ejercicio”. Trabaja con la tele puesta de fondo o con música, generalmente en pijama o en chándal. En su estado de WhattsApp pone “No contesto al momento”. Autor de otros libros, como Amo los uniformes junto a Blanca Lacasa, justo antes de la pandemia exponía en la librería Cervantes y Cía una serie de apuntes, No mires ahora. A veces dibuja en la calle de manera espontánea, tratando de no llamar la atención. “Ahora que había aprendido a dibujar expresiones bien, toda la gente se pone mascarilla. Dibujar en la calle es rarísimo”.
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