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Bocata de calamares
Columna
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Cuidados con los vecinos

Las redes vecinales y de cuidados son un bastión de resistencia contra la crisis

Sergio C. Fanjul
Entrega de alimentos en la Asociación de Vecinos Lucero, en el distrito de Latina
Entrega de alimentos en la Asociación de Vecinos Lucero, en el distrito de LatinaLuis de Vega

Hay quien viene a las grandes ciudades buscando el anonimato, ese fundirse en la masa zombi que discurre por las calles, que fluye a través de las puertas de los comercios, que se atasca en las terrazas y que descansa brevemente, a la noche, en su domicilio. Pueblo pequeño, infierno grande, suele decirse. Y aquí se encuentra la jungla del asfalto como forma de disolución de la persona, de refugio donde nadie conoce a nadie y podemos comenzar un periplo vital ajeno a los ojos de los otros.

Una característica de los nuevos modos de vivir es esa ignorancia del otro. Conocemos el ronquido nocturno de los vecinos, la música de sus fiestas, tal vez sus pasos sobre nuestro techo o la mirada esquiva delante de los buzones del portal. Pero no solemos conocer su nombre, y la costumbre de llamar a su puerta para pedir sal es una leyenda, sobre todo en tiempos de pandemia. Dicen que, en otros tiempos, los habitantes de una corrala madrileña compartían hasta el chorizo del cocido, que iba pasando de un puchero a otro para dejar en cada uno un poco de su esencia rojiza.

Dicen, también, que “los ciudadanos no tendrían que soportar con donaciones lo que ya pagan en impuestos: un Estado de Bienestar diseñado para garantizar que no existan colas de vergüenza”

¿Por qué los vecinos nos amontonamos pero apenas convivimos? Puede haber varias razones: el olvido del espacio público como lugar de socialización, que ahora solo transitamos para trabajar o consumir, el individualismo ideológico al que nos vemos abocados, el fin de la familia extensa, el carácter cada vez menos vivible de las ciudades, reducidas a la fantasía, el business, el gran evento y la compraventa.

En pandemia se ha evidenciado, entre tantas otras cosas, la importancia de las redes vecinales, las redes de cuidados, de solidaridad, como última resistencia ante el naufragio social, supliendo las fuertes carencias de lo público. Más de 20.000 personas han sido atendidas por 58 redes creadas desde asociaciones de vecinos y colectivos barriales, según datos de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos (FRAVM). 72 redes vecinales de la Comunidad han publicado un manifiesto donde reivindican su papel en esta crisis, proveyendo comida, mascarillas, hidrogel, ropa, ordenadores, acompañamiento, cuidados y hasta asesoría legal y laboral. Denuncian la falta de iniciativa institucional y hasta la persecución y criminalización (como vimos a la llegada del actual gobierno municipal).

Algunas iniciativas piden ayuda: el colectivo La Cuba, que ha operado en las instalaciones del Teatro del Barrio, donde ha montado un banco de alimentos, pide un espacio para poder seguir atendiendo a las familias de Lavapiés. También lo necesitan la Red de Cuidados Madrid Centro o Malasaña-Chueca-Conde Duque Acompaña. Atienden a miles de personas, tienen amplias y crecientes listas de espera, y según explican, “la situación es crítica”. Dicen, también, que “los ciudadanos no tendrían que soportar con donaciones lo que ya pagan en impuestos: un Estado de Bienestar diseñado para garantizar que no existan colas de vergüenza”.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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