Objetivo: eliminar conejos y liebres
La Comunidad de Madrid abre la veda en medio de la pandemia para acabar con la superpoblación de estas especies
Thor, un águila Harris de gran porte y un pelaje cuidadísimo, se posa en el brazo de su dueño, José Enrique Pérez. El animal con un pico afiladísimo se muestra tranquilo. Otea todo lo que hay a su alrededor y en cuanto ve que hay algún movimiento extraño en la maleza lo sobrevuela con avidez. Son las nueve de la mañana y su trabajo consiste en acabar con las liebres y con los conejos de la zona sur de la región, dentro de un programa de la Consejería de Medio Ambiente para acabar con la leishmaniosis. En medio de la pandemia, sus principales reservorios –conejos y liebres- han aumentado sus número y, por tanto, el riesgo de transmitirlo a las personas y a otros animales.
El dueño de Thor se adentra entre hierbas y arbustos que suben por encima de la cintura. Las abundantes lluvias de abril y la ausencia de gente pisando hace que el Bosquesur, la enorme zona verde que une Leganés y Fuenlabrada, esté frondosa. El animal intenta elevar el vuelo pero José Enrique le retiene hasta que en un instante eleva el brazo y Thor despliega sus alas, con más de un metro de envergadura, y empieza a surcar el aire majestuoso. Se desliza implacable hasta la cima de un árbol para controlar toda la zona. Allí permanece tranquilo, mirando a un lado y a otro. El tiempo se detiene pese a que su lado no dejan de pasar ciclistas, corredores y hasta algún mayor que se ha saltado los horarios establecidos.
El águila lleva un dispositivo rojo de radiofrecuencia en la espalda por si se pierde o es capturada por algún desaprensivo. Pronto la rodean varias urracas y hasta un milano para recordarle que está en su territorio. “Lo importante es acabar con el alto número de ejemplares que hay en estos momentos y evitar que una enfermedad tan grave pueda afectar a las personas que pasean por esta zona”, recuerda el director general de Biodiversidad y Recursos Naturales de la Comunidad de Madrid, Luis del Olmo. Solo el año pasado, se capturaron en esa zona y en el cercano parque de Polvoranca 5.527 conejos y 29 liebres. Estos lagomorfos son los que llevan la leishmaniosis, por lo que son un peligro real para la transmisión a través de mosquitos. “Ha descendido bastante su número, pero es necesario seguir capturándolos para controlarlos”, añade Del Olmo.
Además de águilas, también se utilizan hurones, que se meten en las madrigueras y les hacen salir. Fuera se colocan redes en las que quedan atrapados. El control también se efectúa en Parla, Getafe y Móstoles, según recuerda el director del Centro de Recuperación de Animales Silvestres, Pepe Lara. De hecho, está considera como comarca de emergencia sanitaria y, pese a la covid-19, es necesario acabar con los animales. “Esa enfermedad puede ser muy grave en especial para los niños que viven aquí. Causa problemas cutáneos muy serios. Por eso, llevamos años trabajando con la Federación Madrileña de Caza”, destaca Lara.
Con perros y hurones
Al ser una zona en la que las personas pueden estar paseando o haciendo deporte, no se pueden utilizar armas de fuego por el riesgo de herirlas. De ahí, que haya que acudir a artes menos peligrosas, según destaca Bernardo Molina López, vicepresidente y fundador de la Asociación Madrileña de Cetrería. “Cuando realmente es efectivo, es cuando se viene con perros o con hurones. Trabajan muy bien ambas especies. Unos sacan a los conejos y los otros los capturan”, describe Molina, que recuerda que la cetrería es patrimonio cultural inmaterial de la humanidad desde 2010.
Mientras, Thor no para de volar de un lado para otro y hacer vuelos rasantes entre los altos hierbajos. En un momento dado, se queda parado y se fija en un montículo de arena. Algo se ha movido. El águila emprende el vuelo y se queda casi parado en esta zona. Sabe que hay algo, pero no logra verlo. Mientras, en la carretera junto a un conocido centro comercial situado junto a la M-50, algunos conejos cruzan la vía. “En cuanto empiece a volar, se meten por debajo de las vallas y se esconden en las madrigueras”, afirma Molina.
Thor se muestra dócil y acude con rapidez a las llamadas de su dueño, un mecánico de 53 años de Chinchón que es cazador desde los 18. Antes era escopetero, pero desde que probó la cetrería dejó las armas. “Cuando ves volar estos pájaros es como si volaras tú. Cuando iban con la escopeta, podía cazar hasta 10 conejos de una vez, pero no disfrutaba tanto como ahora aunque no me lleve ninguno”, reconoce mientras acaricia al águila. “Las armas son un peligro, mientras que Thor está tan bien enseñado que ha participado en exhibiciones en bodas y actos públicos. Es muy dócil y se adapta muy bien”, añade José Enrique Pérez. Eso sí, es un auténtico purasangre. Necesita un entrenamiento continuo para no perder la fuerza física. Solo así puede agarrar a los conejos o las liebres. O incluso zafarse de estas, que con sus fuertes patas pueden causarle graves lesiones e incluso la muerte.
La mañana transcurre y el calor empieza a subir. De vuelta al coche, Thor se encarama a una valla y se tira tras un conejo, que se guarece en unos arbustos. El águila se posa en el suelo y no para de vigilar. No ha habido suerte y toca retirarse. De camino, su dueño le premia con un trozo de pollo, que devora en cuestión de segundos.
Daños en la agricultura
Los conejos y las liebres no son los únicos que están causando en la región. La Comunidad de Madrid ha autorizado durante el estado de alarma que se cace determinada fauna silvestre cinegética que está provocando serios daños en el campo. En especial en algunas comarcas como la zona vinícola de Arganda del Rey. La alta densidad de palomas torcaces y jabalíes junto con los lagomorfos está atacando viñedos y huertos, además de la cosecha de garbanzos y lentejas. Con las consiguientes pérdidas para sus dueños.
La ausencia de actividad en el campo por el confinamiento del coronavirus ha permitido que haya una superpoblación de todas estas especies y que para alimentarse hayan acudido a los cultivos e incluso hayan entrado en zonas habitadas de los municipios. Los jabalíes por ejemplo han ocasionado grandes deterioros en maizales. Además, con su control se busca evitar accidentes de tráfico.
La Comunidad de Madrid emplea para ello arqueros y permite la colocación de trampas-jaulas para capturarlos. Se podrán controlar en las parcelas agrícolas afectadas por daños y un perímetro de 100 metros a su alrededor situadas en los cotos de caza de los términos municipales de determinadas comarcas forestales declaradas de emergencia temporal.
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