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Vidas perdidas en la Terminal 4: “El coronavirus nos ha jodido la boda”

Decenas de personas sin hogar se refugian en el aeropuerto durante el estado de alarma

Luis de Vega
Jesús, de 44 años, recoge el saco de dormir en el aeropuerto este lunes
Jesús, de 44 años, recoge el saco de dormir en el aeropuerto este lunesLuis De Vega Hernández

Carmen vive en el aeropuerto pero nunca ha viajado en avión a sus 46 años. La megafonía es la banda sonora de su despertar: “Ding, dong, ding. Por su propio interés, rogamos mantengan sus pertenencias controladas en todo momento”. Mientras esta mujer huesuda se atusa la coleta, las pantallas, como si fueran la tele de su salón, anuncian destinos a los que seguramente nunca irá. “Siempre he sido una pobrecita de la vida”, se lamenta esta mujer que prefiere no publicar su nombre real.

Decenas de personas se refugian en las terminales durante las restricciones impuestas por el estado de alarma. Jesús, de 44 años, es la pareja de Carmen. Recoge los sacos de dormir de la puerta de una cafetería y le da ánimos. Él si ha volado. “La última vez fue cuando mi hija de 13 años tenía uno y medio. Fuimos a Disneyland París”, rememora este camarero a días sueltos en una terraza de El Retiro. No tiene problemas en que vean cómo vive hoy. Echan lo poco que tienen en el carrito portaequipajes y, aseados y limpios, se ponen a funcionar. Antes, conscientes de la pandemia, se enjuagan las manos con alcohol. “Encontramos este bote en una papelera. Suele haber comida y de todo”, explica él.

Jesús y Carmen pasean por la terminal T4 del aeropuerto de Madrid
Jesús y Carmen pasean por la terminal T4 del aeropuerto de MadridLuis De Vega Hernández

Durante dos jornadas hicieron cola la semana pasada para el nuevo albergue del Ayuntamiento para personas sin hogar en Ifema. Estaban de los primeros y tenían a tiro dos de las 150 plazas, pero es solo para hombres y no quieren separarse. Están en negociaciones para que una casera les alquile una habitación por 370 euros, que es prácticamente lo que ingresan en subsidios.

Rosa dormita sobre una silla escudada tras sus gafas de sol y rodeada de maletas. Junto a esta mujer, en la silla contigua, su perro. “Lleva mucho tiempo, años, viviendo en el aeropuerto”, explican Jesús y Carmen. Las terminales del Adolfo Suárez-Madrid Barajas han sido tradicionalmente un recurso habitual para los que no disponen de techo, que son cerca de 3.000 en la ciudad de Madrid.

Rolán Montilla, venezolano de 50 años, cuenta que llegó hace siete meses a España engañado con una oferta de trabajo. No sabe si invertir los dos euros que tiene encima, y que un pasajero le dio el domingo, en ir a pedir ayuda al Consulado de su país. “Quiero regresar no pedir asilo”.

“En qué puta hora me volví a España”, maldice José Miguel, de 46 años, sentado junto a sus maletas y cubierto con una capucha. Ha pasado los últimos siete años en República Dominicana. Allí es dueño de un colmado en Higüey y tiene una pareja local que le ha hecho ya bisabuelo, “aunque no sea de sangre”. Regresó a Madrid para arreglar la herencia de una hermana de su madre. Pero su tía sigue viva en Miranda de Ebro y él está tirado desde diciembre en el aeropuerto. El remate ha sido que por el robo de sus papeles en República Dominicana al aterrizar en Madrid la Policía le quitó su pasaporte. Se aferra a la denuncia que lleva bien doblada. Mientras tanto es un sin papeles en su propio país.

Los peruanos Álvaro y Gabriela, de 20 y 23 años, también quieren seguir unidos. A primera hora de la mañana, todavía bajo el mismo edredón y sobre el suelo, echan una partida de damas en la pantalla del móvil. “No voy a dejarla sola”, asegura este joven que no vuelve al hogar familiar en Carabanchel porque lleva varios años emancipado. Además, “si llevo el contagio encima es jodido”. Solo si son obligados entrarán cada uno por su lado en las instalaciones municipales porque “ahí dentro habrá de todo”. Mientras tanto, seguirán al amparo de su amor millennial en la T4.

Gabriela decora en sus ratos libres su maleta y su mochila
Gabriela decora en sus ratos libres su maleta y su mochilaLuis De Vega Hernández

Llevan cinco meses en la calle y siguen sacando el abono transporte, pero la cuarentena ha acabado con sus paseos. En todo este tiempo no dejan de consultar la web de ofertas laborales Infojobs, a través de la que envían sus curriculum. Él es técnico en sistemas y busca trabajo en el sector de la ciberseguridad o la telefonía. Pero consciente de la situación, en las últimas semanas se ha postulado para enterrador o vigilante de cementerio. “Limpiar portales o lo que haga falta”, añade Gabriela, que ha estudiado Marketing. Incluso, a través de una amiga, se han enterado de que buscan personal para el nuevo hospital de emergencia que se acaba de abrir por la crisis del coronavirus en Ifema. Allí también han echado la caña ya, cuentan.

Mientras dan con un trabajo, Gabriela mata parte de los eternos ratos libres decorando su troley con los lugares por los que han pasado estos meses. Su maleta es un atlas de la geografía madrileña. Galapagar, Humanes, Aranjuez, Fuenlabrada, Navalcarnero, Méndez Álvaro... y en el centro, en grande, la T4.

El 2020 iba a ser su año. Álvaro se lamenta de que ya lleva dos peticiones de mano. Una en Galapagar y otra en Delicias. Gabriela se incorpora y muestra el anillo de prometida. Entre los dos juntan unos 300 euros al mes. “El coronavirus nos ha jodido la boda”, se queja él.

Información sobre el coronavirus:

- Aquí puedes seguir la última hora sobre la evolución del coronavirus.

- Medidas clave del estado de alarma.

- El mapa del coronavirus: así crecen los casos día a día y país por país

- Guía de actuación ante el coronavirus

- Todas las medidas contra el coronavirus en Madrid

- En caso de tener síntomas, la Comunidad de Madrid recomienda evitar acudir al centro de salud salvo casos de extrema necesidad y utilizar el teléfono 900 102 112. También ha habilitado la web www.coronamadrid.com/ para hacer la autoevaluación de síntomas.

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Sobre la firma

Luis de Vega
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear en la sección de Madrid. Antes trabajó en el diario Abc, donde entre otras cosas fue corresponsal en el norte de África. En 2024 ganó el Premio Cirilo Rodríguez para corresponsales y enviados especiales.

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