Domingo marciano en Madrid sin Rastro, sin Retiro, sin carreras y sin bares
La Policía emplea hasta drones con megáfonos para cerrar la última válvula de escape de la ciudad, los parques
Que no te cierren el bar de la esquina y que el fin del mundo te pille bailando, nos cantan Sabina y Chavela. Pues va a costar. Cerrados los bares, los madrileños pensaron en los parques como válvula de escape. Puede que no tanto para bailar esperando el Apocalipsis como para combatir las restricciones decretadas por el coronavirus. Se lo tomaron al pie de la letra y este sábado acabaron siendo multitud en las zonas verdes de la capital.
En un intento de demostrar que eso de quedarse en casa tiene que ir en serio, el alcalde no tardó en poner fin a esa romería. Poco antes de comer ordenó el cierre de todos los parques. A golpe de megáfono y en algunos casos con ayuda de drones la Policía instó al abandono de la Casa de Campo, Madrid Río y el Juan Carlos I. Fuentes municipales reconocen que es difícil disuadir y concienciar al visitante en aquellos espacios que no pueden estar bajo llave.
No dudaremos en utilizar todos los medios de los que disponemos para velar por tu #seguridad y la de tod@s, aunque algunos todavía nos lo pongan difícil...#YoMeQuedoEnCasa #COVID19#EstamosPorTi#DronPMM pic.twitter.com/8mKYaAekhB
— Policía Municipal de Madrid (@policiademadrid) March 14, 2020
La Comunidad hizo lo mismo en las áreas recreativas de la sierra y el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. No sea que, lejos de una urbe cada vez más desierta, acaben convertidos en otro centro de peregrinación propenso al contagio, como parecía ayer La Pedriza. Lo denunció Emergencias 112 en un tuit.
Sin Rastro, sin El Retiro, sin pruebas deportivas y sin bares, Madrid afronta un domingo marciano. “Estamos en guerra”. Así de crudo lo ve Carlos Mascías, director médico del Hospital Universitario HM de Torrelodones. Trata de hacer ver a los que dudan de la necesidad de no salir a la calle si no es imprescindible. “Tenemos que pasar del pensamiento individual al colectivo, porque estamos en una fase muy aguda” de la pandemia.
“Y esto no van a ser dos semanas”, afirma al otro lado del teléfono mientras no deja de despachar con unos y otros en el centro hospitalario. Las jornadas de trabajo de los sanitarios están siendo interminables y con decisiones delicadas y durísimas. Las cifras no dejan de ir al alza. Esta sábado habían muerto ya en Madrid 133 personas por el Covid-19 y los contagiados rondaban los 3.000.
Entre los que este sábado fueron evacuados de los parques hay a pesar de todo división de opiniones. Íñigo, de 35 años, entiende que el Ayuntamiento hace lo correcto. Y eso que se vio obligado a abandonar a rastras el parque de Valdebebas junto a su mujer y su hija por un hueco que queda bajo una de las cancelas. Se les fue el santo al cielo. A las dos de la tarde fueron avisados del cierre por un empleado que no les habló a menos de cinco metros. Los tres habían estado haciendo ejercicio y comiendo de picnic. “Hemos andado como kilómetro y medio por el parque y apenas nos habremos cruzado con una veintena de personas”, relata Íñigo pidiendo al reportero que, por favor, no se le acerque demasiado.
“¿No es más peligroso ir todos metidos en el coche, en un autobús o en el metro?”, se queja el rumano Florin, de 48 años. Llegó desde Coslada con su mujer y sus dos hijos a airearse al parque de Valdebebas. “Somos adventistas y hoy deberíamos estar en la iglesia. Pero hace ya tres semanas que no vamos. Entiendo que aquí en el parque no debe haber peligro”. Ya yéndose se gira y deja a modo de conclusión: “Al final de todo esto tendremos un país más solidario, verás”.
Además de médico, Mascías es deportista. Su mensaje va también para ellos. Insiste en que el ejercicio hay que restringirlo estos días al que se pueda hacer en casa. La receta que propone para luchar contra el sedentarismo es marcarse una rutina, poner una hora fija en la que hacer una tabla de ejercicios de estiramiento y fuerza. O yoga. “Nada de en pijama y sin afeitar. Uno se tiene que poner la ropa de deporte, sudar y después ducharse. Hay muchas aplicaciones y páginas en Internet que nos proponen ideas que no llevan más que unos minutos”. Para dar ánimos recuerda que los secuestrados que mejor han soportado el cautiverio son aquellos que se han marcado rutinas.
A estas alturas casi todos los grupos organizados de runners han suspendido sus citas. Aquel que no soporte el confinamiento, y como último recurso, que salga a hacer deporte en solitario, aconseja Luis Pablo García Coronado, supervisor de Fisioterapia en el complejo hospitalario de La Paz y triatleta. “Con compañeros es difícil. Se suda, hay contacto, tocas vallas y mobiliario urbano… Solo y en la Casa de Campo”. La soledad “tiene beneficios psicológicos”, añade Mascías, aunque recalca que cualquier torcedura o pequeño accidente con la Sanidad saturada es un riesgo innecesario.
¿La cabra tira al monte hasta con coronavirus? José Luis Basalo, de 53 años, responde con los veinte kilómetros en los alrededores del estadio Wanda Metropolitano que ha corrido en la noche del sábado. En solitario y sin acercarse a nadie, recalca. Él es el perfil de deportista al que más daño le pueden hacer las restricciones por el estado de alarma. Este consultor informático e infatigable corredor aficionado ya tiene preparados ejercicios para hacer frente al confinamiento en su casa. Pero ¿qué son unos estiramientos y unos ejercicios de fuerza en la terraza de su domicilio frente a los 200 kilómetros que corrió el pasado finde semana?
El cierre este sábado del parque de El Retiro, el gran parque del centro de la capital, simbolizó una cruda realidad que a muchos, quizás la mayoría, cueste todavía asumir.
Entre los desalojados de El Retiro ayer había una docena de franceses llegados a Madrid para festejar que en mayo se casan dos de ellos. Sufrieron el viernes el cierre de los bares. Anoche, para desquitarse, prometían la gran juerga en su apartamento de Gran Vía. Mientras, frente a la Puerta de Alcalá, sobre las cuatro de la tarde, seguían celebrando la vida y la amistad ajenos a las órdenes de las autoridades. Muchas ganas de cachondeo. Abrazados, bien juntitos. Exultantes. Ni rastro de mascarillas. La novia, Corinne, de 32 años, lucía feliz su anillo. Junto a ella, el novio, David, de 30. Ella con un muñeco hinchable a la espalda. Él con el mismo en versión femenina. Todos pasan tres kilos del coronavirus. Al menos de momento. Una de las amigas se asoma al sarcasmo: “¿Tú crees que se acabarán casando?”. Lo mismo les pilla el fin del mundo bailando las noches de boda de Sabina y Chavela.
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