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Los propietarios de casas en la exclusiva isla gallega de A Toxa piden dinero público para mantenerla

Los 600 dueños de chalés y apartamentos aseguran que no pueden costear los 200 euros mensuales de media que les supone la limpieza de calles o la traída de agua y denuncian daños por la avalancha de turistas

Isla A Toxa Galicia
Juan Buhigas, presidente de la comunidad de propietarios de A Toxa, posaba frente a la isla el 14 de septiembre.ÓSCAR CORRAL

Fue el primero y más exclusivo enclave turístico de las Rías Baixas desde los años setenta, pero ahora sus propietarios han pulsado el botón de alarma por el deterioro paulatino de sus infraestructuras. La isla gallega de A Toxa, en la que nació el concepto de resort en torno a su gran hotel balneario de aguas termales, está hoy atrapada en su pasado. Los empresarios y aristócratas que promovieron su urbanización pactaron hace medio siglo con el Ayuntamiento de O Grove (Pontevedra) que serían los dueños de chalés y apartamentos, 600 en la actualidad, quienes se encargarían de abonar los costes de los servicios y mantenimiento. Hoy estos propietarios aseguran que esos pagos son inasumibles. Por si fuera poco, la situación legal de este singular territorio de apenas un kilómetro cuadrado se encuentra en un limbo urbanístico porque el Consistorio de turno nunca llegó a certificar las obras ejecutadas dentro de su plan especial. Como además el municipio carece de planeamiento, no es posible edificar en la isla, afectada por la Ley de Costas y catalogada por Red Natura como espacio protegido. Pese a este intrincado escenario, el precio de su oferta inmobiliaria se ha encarecido.

Los propietarios de las exclusivas viviendas de A Toxa reclaman ayuda económica a la Xunta, la Diputación de Pontevedra y el Ayuntamiento para poder sufragar la conservación de los viales, el servicio de limpieza y jardinería, la traída y depuración de agua, así como la iluminación de la isla. Solo la recogida de basura es competencia municipal. Cualquier accidente que se produzca en la vía pública tiene que ser asumido por los vecinos como responsables civiles del mantenimiento de las infraestructuras.

Los gastos comunitarios requieren un presupuesto anual de 800.000 euros que es imputado según el índice de edificabilidad de cada propiedad o parcela, incluyendo las instalaciones hoteleras, que son las que más cuota aportan. El gasto medio que soportan los vecinos es de aproximadamente 200 euros mensuales. La mayoría son veraneantes, ya que apenas unos 50 están censados en O Grove. Tanto la comunidad de propietarios como la plataforma vecinal Por La Toja consideran que “la situación es insostenible” por la avalancha de turistas que visitan la isla durante todo el año. Dependiendo de la temporada, llegan a concentrarse hasta siete autobuses al día. “Son miles de personas y continuos actos vandálicos, lo que conlleva un constante desgaste de las instalaciones”, afirman desde el colectivo vecinal.

Entrada al puente que comunica la isla con el resto de O Grove.
Entrada al puente que comunica la isla con el resto de O Grove.ÓSCAR CORRAL

En este enclave, la vigilancia del territorio también es competencia de los vecinos e incluye la alerta contra posibles incendios o similares accidentes medioambientales. En pleno mes de agosto, se desataron dos alertas de fuego en el bosque central de la isla, frente al Gran Hotel. El aviso de un vigilante contratado evitó que las llamas se propagaran. Tres menores fueron los supuestos autores del conato de incendio, que fueron descubiertos por un seguimiento en las redes sociales. Un mes antes, la ermita del siglo XII recubierta de conchas de vieira, uno de los principales atractivos turísticos de la isla, sufrió un ataque. Un grupo de turistas grabó sus nombres en la fachada principal. No es la primera vez que aparecen pintadas en la capilla o se producen daños importantes en el patrimonio de A Toxa.

“Estamos ante una situación jurídicamente compleja que solo puede resolverse con ayuda institucional, ya que se trata de un territorio de interés turístico”, incide Juan Buhigas, presidente de la comunidad de propietarios, que descarta recurrir a los tribunales, como hicieron hace ya dos décadas con éxito los vecinos de la urbanización de San Vicente do Mar, también en O Grove. “Sería un contencioso interminable”, alega el presidente.

Buhigas explica que los actuales habitantes de A Toxa arrastran las consecuencias del pacto que suscribieron hace medio siglo la Inmobiliaria La Toja, que promovió la urbanización de la isla, y el Ayuntamiento de O Grove. “No sabemos a cambio de qué intereses se acordó que unos servicios, que en circunstancias normales tendrían que ser de competencia municipal, sean exclusivamente privados”, expone. “Los tiempos han cambiado y la isla ya no es lo que era; ha perdido su esencia por falta de recursos”. Buhigas ve voluntad en el Ayuntamiento para encontrar una solución y confía en que las negociaciones que se han iniciado con el alcalde, el socialista José Antonio Cacabelos, pongan fin a este limbo jurídico.

Cacabelos admite que “es un problema que hay que resolver”, aunque reconoce que no hay una respuesta a corto plazo, al tratarse de “un caso excepcional, ya que las obras que se hicieron nunca se certificaron por el Ayuntamiento”. Además, las posibles soluciones pasan por la implicación de la Xunta de Galicia y la Diputación de Pontevedra, que acometió recientemente la reparación del puente de construcción decimonónica que conecta la isla con el resto del municipio. La infraestructura, sin embargo, requiere todavía más inversiones.

Del marqués al Club Bilderberg

El modelo de A Toxa tiene como referente al banquero José Riestra López, marqués de Riestra, que compró la isla a principios del pasado siglo. Tras el crack de 1929, el complejo pasó a manos del conde de Fenosa, Pedro Barrié de la Maza, que siguió con los planes de parcelación y privatización ideados por su amigo, el marqués. Por aquel entonces solo podían entrar a la isla sus dueños y los huéspedes del Gran Hotel. Un puesto con vigilantes uniformados controlaba el puente, un servicio exclusivo que pasó a la historia con la llegada del turismo masivo.

A pesar de los vicios ocultos heredados, el suelo de esta isla se revaloriza tanto o más que el de otras populares zonas turísticas del entorno como San Vicente do Mar y Sanxenxo, según Benito Castro, perito de Tinsa, la firma internacional líder del sector en tasación inmobiliaria. Castro confirma que la propiedad en A Toxa se ha revalorizado un 30% en los dos últimos años. “Hay demanda, pero no hay oferta porque aquí no se puede construir como en otros vecinos enclaves turísticos”, apunta el arquitecto.

Con unas 26 propiedades a la venta, la oferta en A Toxa no languidece al ritmo de sus infraestructuras. Las villas más exclusivas son las de mayor antigüedad. Una de ellas, con una parcela de 1.000 metros cuadrados, está valorada en 3,5 millones de euros, mientras el precio de un dúplex puede alcanzar el medio millón. Familias adineradas y aristócratas fueron los fundadores del exclusivo veraneo en la isla. En la década de los noventa el nuevo caché de A Toxa lo marcaron conocidos empresarios gallegos como el dueño de Inditex, Amancio Ortega, y otras familias vinculadas a la moda como la de Adolfo Domínguez, propiedades que en su mayoría están a nombre de sociedades mercantiles.

En 1989, A Toxa llegó a acoger una reunión del selecto Club Bilderberg y ahora trata de recuperar su modelo de negocio elitista con el Foro La Toja, impulsado desde 2019 por el empresario gallego Amancio López Seijas, presidente de la firma hotelera Grupo Hotusa. Un año antes, en 2018, López Seijas rescató de la decadencia las instalaciones de cinco estrellas del Gran Hotel, que estaba sumido en un evidente declive por falta de inversiones de su propietario, el desaparecido Banco Pastor. Este cónclave internacional de intelectuales, políticos, empresarios y académicos, cuya quinta edición se celebró hace unos días con la presencia del rey Felipe VI, supone un atractivo añadido para la isla y el propio complejo hotelero. En invierno, el Gran Hotel volverá a cerrar sus puertas, lejos del bullicio en sus años de apogeo.

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