La huelga por la precariedad de los conductores logra paralizar la red de autobuses de Galicia
Las estaciones de las siete ciudades han quedado desiertas y los trabajadores se han rebelado contra unos servicios mínimos “abusivos”. Asociaciones de viajeros se unen a las protestas por el “deterioro” de las líneas
En la estación de autobuses de Santiago, un panel electrónico permanece congelado con la larga lista de horarios programados para la jornada de huelga por el Grupo Monbus, el gran vencedor de los concursos de transporte regular y escolar convocados por la Xunta de Galicia desde 2019. Al lado de cada frecuencia en negro, hay otros números en rojo: la hora de cada bus, corregida sobre la marcha. Son los servicios mínimos que el jueves, en la víspera del paro de 24 horas que se ha celebrado este viernes contra las condiciones laborales de los conductores en Galicia, planeaban llevarse a cabo. “Olvídate, está todo mal, no va a salir ninguno. Hasta mañana, nada”, contesta un trabajador de la taquilla cuando se le pregunta por la información de la pantalla.
La huelga convocada por los sindicatos CIG (Confederación Intersindical Galega), UGT y CC OO protesta contra la “paralización en la negociación” de los cuatro convenios provinciales (la mesa de Lugo no se convoca desde 2019), la “precariedad” del sector “en las condiciones laborales y en la prestación del servicio” y los “reiterados problemas de seguridad de los vehículos”. Es una batalla contra la patronal y contra la Xunta, responsable de los dos concursos por los que se adjudicaron desde 2019 las líneas interurbanas de transporte general de viajeros por carretera (127 contratos) y los escolares (57) en la comunidad autónoma de población más dispersa, con casi la mitad de las entidades de población de toda España. Los sindicatos celebran que la huelga ha sido un “rotundo éxito”, sin apenas incidencias, y la consejera de Infraestruturas e Mobilidade, Ethel Vázquez, reconoce el fracaso de los servicios mínimos decretados por la Xunta.
Según informan los sindicatos, el Gobierno gallego estableció el jueves unos trayectos que alcanzaban hasta el 80%, con un despliegue que garantizaba transporte escolar, de trabajadores y de usuarios de centros sociosanitarios. Algunas empresas difundieron circulares “amenazantes” para presionar a sus plantillas a cumplirlas, pero “no lo consiguieron”, comenta Xesús Pastoriza, reponsable de la CIG-FGAMT (Federación Galega de Alimentación, Mar, Transporte e Téxtil), porque los empleados “decidieron no presentarse” en sus puestos.
“Hasta las tres de la tarde, yo creo que de aquí no habrán salido más que dos autobuses”, calcula un policía junto a la dársena de la intermodal compostelana. Aproximadamente a esa hora se dispone a salir un autocar de Alsa con destino a Irún. “Servicios mínimos”, responde lacónicamente una conductora cuando se le pregunta cómo lo va a conseguir. Es la oportunidad a la que se aferran una veintena de pasajeros con maletas para marchar de Galicia en medio de la huelga del día de la operación salida. Entre ellos hay dos peregrinas francesas que en su afán por volver a casa no pierden la sonrisa y comentan, en el silencio de la estación casi desierta, que en su país las huelgas son mucho más estruendosas.
Aquí, el ruido de la protesta, a la que estaban convocados unos 5.000 trabajadores, se había dejado sentir a las 11.00, la hora en la que los sindicatos fijaron las concentraciones ante las estaciones de las ciudades, en varias localidades secundadas por colectivos como la Plataforma para un Transporte Digno de la comarca de Ferrol. Una portavoz, Teresa Vázquez, explica que llevan tres años movilizándose “desde que a Monbus se le adjudicaron los trayectos de conexión con A Coruña”. Asegura que han denunciado sin suerte muchas veces los “incumplimientos” y el deterioro del servicio, o el hecho de que haya niños que tengan que “ir de pie en el bus escolar”, o que las frecuencias impuestas ahora hayan obligado a universitarios a tener que “pagarse un alquiler” en A Coruña para llegar a clase.
Entre los otros viajeros, en el día de la huelga se dan reacciones diversas. Desde los que se van a buscar un taxi enfadados para llegar a tiempo a un avión o un tren. Hasta los que no se habían enterado de la convocatoria y que se quedan esperando “no se sabe a qué”, comenta un piquete, “porque no habrá autobús hasta las 12 de la noche”. En Vigo, a la huelga de un día de los buses que cubren las más de 5.300 líneas autonómicas se suma el paro de tres días del transporte urbano, Vitrasa. En intermodales como la de Ourense, Renfe tuvo que improvisar taxis para trasladar a sus viajeros hasta el tren que partía de Monforte, la única manera de llegar, sin autobús, porque hay obras en la vía. Una mujer que trabaja de tarde en el pueblo de A Estrada, a 27 kilómetros de Santiago, ha venido a la estación a probar suerte, pero ya ve que es imposible y no se queja: “Comprendo totalmente a los conductores, conozco a muchos de ir en el bus y sé que tienen horarios terroríficos; a lo mejor empiezan a las seis de la mañana y acaban a las 10 u 11 de la noche. De aquí para allá... gente que va al volante, con un montón de pasajeros”.
La Xunta negocia compensaciones para las empresas
Detrás de las condiciones laborales, con “salarios base que no llegan a los 1.000 euros”, apunta Carlos Lamosa, de la CIG en Vigo, se encuentran las “ofertas temerarias a la baja” con las que las empresas y UTE ganaron los concursos de la Xunta. El sindicato habla de rebajas del 30% sobre las licitaciones, “y eso solo se hace rentable quitándoselo del bolsillo a los trabajadores”. La patronal mantiene “secuestrados” los convenios, caducados desde 2020, y sin convocarse la mesa de negociación desde 2019 en el caso de Lugo. “Tal y como está la inflación, la patronal nos ofrece una subida miserable del 0,8%”, revela Pastoriza.
Mientras tanto, según fuentes empresariales, las consejerías de Infraestruturas e Mobilidade y de Educación mantienen estos días reuniones con las federaciones que agrupan a los dueños de las compañías adjudicatarias para modificar las condiciones económicas de los contratos (127 para cubrir las líneas generales y 57 para los escolares). Sobre la mesa está una propuesta de compensación, por los sobrecostes del actual escenario económico, de unos 15 millones de euros, a repartir entre lo que queda de 2023 y 2024. Según la misma fuente, se estudia también la propuesta de revisar las exigencias de los pliegos del concurso, una medida que aliviaría a las adjudicatarias.
Según los datos hechos públicos por la Xunta de Galicia, el cumplimiento de los servicios mínimos dependientes de Infraestruturas, desde la medianoche hasta las 9.00 horas” del viernes, se situó en el 37,04% en el autobús interurbano y en el 41,51% en el transporte escolar compartido (el sistema “integrado” puesto en marcha en estos años por la Xunta, en el que los niños viajan con otros usuarios mayores en zonas rurales). Esto significaría que llegaron a circular a primera hora casi cuatro de cada 10 vehículos programados para el día de huelga, menos en el caso de A Coruña. La titular del departamento, Ethel Vázquez, defendió que “hay unas reglas de juego que hay que cumplir” y reprochó a los sindicatos que la presencia de piquetes en las estaciones “impida el cumplimiento de los servicios mínimos, la prestación de los servicios por aquellos trabajadores que no desean hacer huelga y afecte al transporte de escolares”.
Contratos de “media hora” y buses “viejos”
Entre las demandas de los representantes de los trabajadores están las mejoras para el personal contratado para acompañar a los niños en los autocares de los colegios. “La mayoría son mujeres que padecen condiciones de absoluta precariedad, con contratos de hasta media hora”, denuncia Pastoriza. Los cuadros de personal están “mal dimensionados” y “los incumplimientos del convenio son reiterados”, continúa describiendo la situación el representante de la CIG, por lo que “cada vez menos gente quiere trabajar en este sector”. El sindicalista hace hincapié en el “lamentable estado de la flota”, con autocares “muy viejos”, “sin apenas mantenimiento” y con “averías constantes” que “ponen en riesgo” a los pasajeros y el personal.
“Vivimos el peor momento”, lamenta, y este “deterioro” del que “tiene responsabilidad directa la Xunta” ha hecho que surjan “colectivos de usuarios” descontentos, “algo que jamás había ocurrido en Galicia”. “Las consellerías están consintiendo que un grupo como Monbus, al que prácticamente le entregaron el monopolio del sector, sea el que determine la política de transportes en Galicia”, zanja el responsable de transportes del sindicato gallego.
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