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Suspenden el juicio contra la red del ‘Lucky Luciano’ gallego al dar positivo en covid uno de los acusados

Un agente encubierto abortó la intentona del fallecido narco Luciano Núñez de usar el puerto de Algeciras para importar cocaína oculta entre muslos de pollo congelados

Alijo de cocaína.
Alijo de cocaína.

La sección segunda de la Audiencia de Pontevedra ha acordado la suspensión del juicio previsto para la semana próxima contra la red del fallecido narcotraficante Luciano Núñez Villanueva, alias Chano, también apodado como el famoso gánster italoamericano Lucky Luciano, al dar positivo en covid uno de los seis acusados.

La prueba del delito se incautó en mayo de 2016 en el puerto de Algeciras. Un alijo de media tonelada de cocaína con una pureza superior al 90%, valorada en unos 17 millones de euros, aunque su venta en dosis en el mercado negro hubiera multiplicado por tres su valor.

La vista arrancará el 3 de junio con la declaración de los seis procesados que quedan en la causa, ya que el histórico narco gallego falleció el pasado año a los 74 años, y otro de sus compinches en la operación, el colombiano Christian Mulder, que se fugó en 2018. Todos ellos afrontan penas de entre 12 y 15 años de prisión y multas que suman más de 100 millones de euros por supuestamente organizar el envío del cargamento desde Brasil al puerto de Algeciras. La droga iba camuflada en un contenedor de mulsos de pollo congelados.

Un guardia civil infiltrado en la banda de Luciano Villanueva desbarató la operación en la que, además del jefe arousano, fueron detenidos los gallegos José Castro Lamas, Ricardo Juan Dacal, con antecedentes por narcotráfico, y el ourensano Manuel Fariñas. En Madrid también cayeron los colombianos Rafael Ortega Perea, Jairo Criollo y su hijo Juan Ramón.

Lucky Luciano “se encargó de encontrar un Guardia Civil pretendidamente corrupto que facilitara la entrada de la droga por el Puerto de Algeciras, poniendo en contacto a los miembros de la estructura delictiva con el agente identificado en esta causa con el nombre de Alonso, que operó como agente encubierto”, explica el escrito de acusación del fiscal.

Según el plan trazado, la cocaína fue transportada en quince mochilas que el agente encubierto tenía que retirar en el puerto y llevarlas luego hasta un piso que había alquilado la organización. Por su participación, el guarda infiltrado cobraría unos 250.000 euros que el propio Luciano Núñez entregó a Castro Lamas, además de un teléfono móvil para que se comunicara con el grupo.

Esta sería la última operación de Lucky Luciano, al menos en libertad. Aunque en los últimos 20 años estuvo dedicado a la producción de vino con la marca Albariño Andión, la Policía cree que Núñez llevaba una doble vida porque su negocio vinícola estaba en quiebra.

Luciano Núñez comenzó sus andanzas con el clan de Los Charlines. Tenía entonces veintipocos años y esta relación le marcó hasta el punto de recibir una de las mayores condenas en el juicio de la Operación Nécora, mientras su jefe y mentor, Manuel Charlín, salía absuelto.

El joven narco de Vilanova de Arousa no saltó a la fama por ser un simple estibador de fardos de Los Charlines, sino por cómo se defendió ante el tribunal. Contó que fue funcionario del Departamento de Estado de EE UU, y que desde 1975 había trabajado para las administraciones de los presidentes Gerald Ford y Jimmy Carter. Su cometido, dijo, era preparar los menús para recepciones oficiales en la Casa Blanca, y citó como ejemplo el ágape que organizó durante la visita del presidente de Irak, Saddam Hussein, para el primer ministro israelí, Menahem Begin, el shah de Persia o el emperador de Japón.

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