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ELECCIONES 23J
Tribuna
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Envejecido, con más mujeres y diverso: así será el nuevo Congreso

Un grupo de investigadores disecciona las características personales y profesionales de los diputados elegidos en las elecciones del 23-J

Imagen del Congreso durante el debate de la moción de censura impulsada por Vox, el pasado mes de marzo.
Imagen del Congreso durante el debate de la moción de censura impulsada por Vox, el pasado mes de marzo.J.J. Guillén (EFE)
Andrés Benítez Beatriz Carrasco Pablo Domínguez Carles Pàmies

Las elecciones generales del 23J han deparado varias sorpresas que los analistas han desgranado con atención: victoria amarga del PP, dulce derrota del PSOE, irrelevancia de algunos partidos, escenario de gobernabilidad incierto por la igualdad en escaños entre dos bloques y por la dependencia de Junts, etcétera. Pero hay alguna peculiaridad desconocida que vamos a tratar de desvelar en este artículo. (Léanse las advertencias más abajo). El Congreso que se constituirá tras las elecciones del 23 de julio tendrá más diputadas que ninguna otra legislatura, estará más envejecido, habrá poco cunero, la inexperiencia parlamentaria estará extendida, habrá mucho título universitario y una variedad amplia de profesiones, pero con predominancia de docentes, profesionales del derecho y personas sin profesión conocida, un grupo que no para de crecer.

España es uno de los países donde hay más mujeres en puestos de representación política y el Congreso es un espejo de esta situación (también las autonomías y municipios). Si no tenemos en cuenta la muy corta legislatura XIII que comenzó en 2019 (195 días), la que empezará en breve tras el 23J será la que tendrá más mujeres en la historia de la democracia: 44%. Compárese ese dato con el 8% que hubo en el Congreso en las cuatro primeras legislaturas (hasta 1990). El esfuerzo que han hecho históricamente los partidos es variado y en la legislatura que va a comenzar hay también diferencias: mientras que PSOE y Sumar tienen la mitad de mujeres en sus filas (48% cada uno), el PP anda un poco a la zaga (43%) y Vox es el farolillo rojo con solo un cuarto de mujeres en su delegación en el Congreso (27%). El conjunto del resto de partidos (CC, UPN, BNG, PNV, Bildu, Junts y ERC) tienen un 46% de diputadas.

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Esta legislatura será también, por término medio, la más envejecida de la democracia. La edad media de las personas elegidas por la ciudadanía es de 51 años (hay 24 casos sobre los que no tenemos información). En la legislatura anterior, la media era de 48. Compárese con el promedio de las primeras legislaturas: entre 40 y 42 años desde 1977 hasta 1990. Como ha ocurrido en todas las legislaturas, las mujeres son en promedio más jóvenes (50,6) que los hombres (51,1), aunque la distancia es la menor de la democracia. Sumar (44) tiene la edad media más baja, seguido de Vox (50), PSOE (51) y PP (52). El conjunto de las otras formaciones tiene la media de edad más alta con 56 años. En el supuesto de que tomen posesión de su escaño, la parlamentaria más joven será Ada Santana Aguilera (PSOE) que nació en 1998 mientras que el más veterano será Alberto Asarta, (nacido en 1951 en Zaragoza, diputado de Vox por Castellón y General de división retirado del ejército) que comparte veteranía de vida con Cristina Narbona (diputada por Madrid, Presidenta del PSOE y con una larga trayectoria en la política española).

El nivel de cunerismo se mantiene más o menos estable desde 2008: entre un cuarto y casi un tercio de los/as parlamentarios han nacido fuera de la provincia en la que obtienen el escaño. Se trata de las proporciones más bajas del periodo democrático. Tras las elecciones del pasado 23 de julio, la extensión del cunerismo es de poco más de un cuarto de representantes (28%). Esto significa que la gran mayoría de parlamentarios (72%) representa a la ciudadanía de la provincia en la que nace y que los partidos activan ese filtro para su selección. Esta proporción aumenta si consideramos las comunidades autónomas: ocho de cada diez electos el 23J ha nacido en la comunidad en la que obtiene el escaño (81%). El análisis de los cuatro partidos con más representación permite decir que los/as “cuneros” son más frecuentes en Sumar (68%) y Vox (41%) y mucho menos en el PP (23%) y PSOE (18%). Lamentablemente, los datos no nos permiten distinguir al cunero/a stricto sensu del representante con arraigo en una provincia o comunidad, aunque no haya nacido en ella.

Esta legislatura que comienza el 17 de agosto será también la que tenga una proporción nutrida de representantes con credenciales universitarias: 90%, una cifra que no baja desde 1986. Desconocemos las disciplinas estudiadas por sus señorías, pero si se asemejan a las que estudiaron sus predecesores de 2019 (según datos de la tercera encuesta a parlamentarios), derecho, educación (magisterio), económicas, y políticas y sociología pueden aglutinar alrededor de casi dos tercios de parlamentarios recién elegidos (60%), destacando derecho con casi un tercio. Esta proyección se basa en que la mitad de las personas electas el 23-J estaban también en la legislatura anterior, una pauta de renovación casi constante en la democracia española. El partido que tendría representantes con más credenciales universitarias es el PP (94%), seguido de Vox (88%), PSOE y Sumar (87%). En el conjunto del resto de partidos, un 89% ha pasado por la universidad. Si usted relaciona calidad de la representación y formación, hará bien en interesarse por cómo enseñamos en las universidades a nuestros futuros políticos.

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Naturalmente, la formación de sus señorías tiene un reflejo en la estructura profesional de la cámara. De los representantes elegidos el 23-J, casi uno de cada cinco (18%) proviene del mundo de las leyes y son, fundamentalmente, abogados/as. El segundo grupo profesional más numeroso es el de docentes (16%). Hasta 2008, estos dos grupos profesionales proveían alrededor de la mitad de los 350 representantes del Congreso. En esta legislatura se verán reducidos a un tercio (34%). Desde la crisis económica, los partidos incorporan una mayor pluralidad de profesiones, lo que sugiere una mayor porosidad social que coincide, en algunos casos, con una mayor apertura en los mecanismos de selección de candidatos/as. Valga un dato: desde 2008 la proporción de “otras profesiones” aumenta hasta llegar al 34% de la legislatura anterior y al 33% de la que saldrá de las elecciones del 23J. Hasta 2011 no suponían más que dos décimas partes (22%). Entre estas “otras profesiones” destacan politólogos, sociólogos y asesores diversos.

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La proporción de empleados o trabajadores/as sigue en caída libre desde 1977 (15%) y desde el 23-J es el 2% de las personas elegidas. No ocurre así con los/as directivos y empresarios (incluyendo los muy pocos autónomos que se registran), que elección tras elección se mantienen en alrededor de una décima parte de los representantes. Serán el 9% tras las elecciones del 23-J. Esta es también la misma presencia que alcanzan los funcionarios. Este grupo, con docentes y profesionales del derecho suelen configurar los grupos dominantes entre los representantes. Siguiendo a Max Weber, el motivo es la afinidad electiva y la dispensabilidad. Una abogada, una profesora suelen hacer uso de la palabra para persuadir, dialogar, convencer, argumentar a sus colegas, tribunales, estudiantes. Están entrenadas profesionalmente para ello. Y eso es una de las cualidades más habituales en la política. No debe extrañar, pues, que haya tanto docente y profesional de las leyes en la política. Además, al igual que las personas que están en la función pública, una docente (generalmente también funcionarios/as) y un abogado pueden volver fácilmente a su profesión una vez terminado el servicio público en la cámara, por lo que son fácilmente dispensables en sus puestos.

Lo que resulta curioso es el creciente aumento de representantes cuya profesión no se conoce (o nosotros no la hemos podido encontrar tras búsquedas exhaustivas que han incluido, a veces, contactos por redes sociales para completar la información disponible). Tras los resultados electorales del 23-J, uno de cada siete representantes (14%, los mismos que en la legislatura pasada) no tiene profesión conocida.

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Hagamos un pequeño ejercicio para conocer mejor el perfil medio del representante de cada partido. Si seleccionáramos al azar un representante del PP elegido el 23-J, sería probablemente varón (57%), novato en el Congreso (60%), de alrededor de 52 años de edad, nacido en la provincia por la que ha sido elegido (77%), con título universitario (94%) y profesional del derecho (20%), sin profesión conocida (14%) o empresario o directivo (13%).

Si escogemos al azar a un representante del PSOE, puede ser hombre (52%) o mujer (48%), con poca experiencia en la política de representación (47%), probablemente nativo (82%), de alrededor de 51 años, con estudios universitarios (87%) y probablemente docente (21%), sin profesión conocida (19%) o profesional del derecho (18%).

Si eligiéramos aleatoriamente a un representante de Vox, probablemente sería varón (76%), de unos 50 años, con experiencia parlamentaria (76%), nacido en la provincia por la que es elegido (59%), con credenciales universitarias (88%) y probablemente profesional del derecho (30%) o empresario y directivo (19%).

Si el representante elegido al azar es de Sumar, entonces puede ser un hombre (52%) o una mujer (48%), con experiencia parlamentaria limitada (68%), de unos 44 años, nacido en una provincia que no es la que lo ha elegido (68%), con estudios universitarios (87%) y probablemente profesional del derecho (17%), docente (14%) o funcionario (10%).

En conclusión, la legislatura que va a comenzar es la que reunirá a más mujeres, la más envejecida, la que muestra que la diferencia de edad entre hombres y mujeres es más corta (lo que sugiere que las parlamentarias tienen también experiencia política), la que tiene una baja extensión del fenómeno cunero, con una elevada proporción de representantes con credenciales universitarias, con una alta pluralidad profesional, incluyendo un elevado porcentaje de representantes sin profesión conocida. Es una legislatura que tendrá a la mitad de sus efectivos sin experiencia parlamentaria lo que, en combinación con la política polarizante de bloques, es probable que redunde en un reducido grado de acuerdo parlamentario.

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