Abascal quiere negociar con Feijóo medidas copiadas del ultra Orbán que rechaza el PP europeo
Vox pretende que un hipotético Gobierno de coalición con los populares asuma la parte de su programa “proporcional a los resultados”
Lo primero que hizo el líder de Vox, Santiago Abascal, tras las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo fue viajar a Budapest, donde lo recibió el primer ministro húngaro, Viktor Orbán. El líder ultranacionalista húngaro tiene varios expedientes abiertos en la UE por sus ataques al Estado de derecho y la Comisión Europea le ha retenido la entrega de miles de millones de euros en ayudas por no tomar medidas para atajar la corrupción. Orbán es el abanderado de lo que él mismo denomina “democracia iliberal” (por oposición a la democracia liberal), un sistema que, manteniendo la formalidad del sufragio, vacía de contenido las libertades hasta dejar la democracia en un cascarón. En Budapest, Abascal defendió a Orbán frente al supuesto hostigamiento de las instituciones europeas, mientras este último lo felicitó por unos “excelentes resultados” que prueban que “la reconquista (escribió en español) continúa”.
Distanciado de sus correligionarios polacos por su proximidad a Vladímir Putin, Orbán está más aislado que nunca en Europa y Abascal se presenta como su mejor aliado. En la Eurocámara, los diputados del Fidesz húngaro se sientan en el grupo de los no adscritos, ni con Identidad y Democracia —el grupo de Marine Le Pen y Matteo Salvini— ni con el ECR de los polacos de Ley y Justicia (PiS), la italiana Giorgia Meloni y Abascal. En junio de 2024 se celebran elecciones al Parlamento Europeo y una eventual alianza de todos los ultras, advierten fuentes diplomáticas en Bruselas, amenaza con comerle terreno a un Partido Popular Europeo carente de referente desde la retirada de la alemana Angela Merkel.
El programa electoral que Vox hizo público el viernes copia muchas ideas de Orbán. Entre otras, la de ofrecer a las embarazadas escuchar el latido fetal con el objetivo de disuadirlas de abortar, una medida que el partido ultra presenta como voluntaria y que ya intentó sin éxito implantar en Castilla y León, pero que en Hungría es obligatoria. Otra propuesta inspirada en el primer ministro húngaro es la de someter a referéndum cuestiones de “especial trascendencia política”, basándose en el artículo 92 de la Constitución. Se trata de consultas convocadas desde el Gobierno para reforzar su posición en cuestiones conflictivas. Orbán lo utilizó para blindar ante la UE su rechazo al reparto de inmigrantes o sus medidas contra el colectivo LGTBI, mientras que Abascal pretende emplearlo para ilegalizar a los partidos independentistas, entre otros asuntos. También incluye el programa propuestas que chocan frontalmente con las posiciones del Partido Popular Europeo, como la exigencia de volver a la unanimidad en la toma de decisiones en la UE o la supremacía de la legislación nacional sobre el Derecho comunitario.
Sin embargo, la oferta más novedosa es la reforma fiscal que exonerará prácticamente del pago de impuestos a las familias que tengan cuatro hijos o más: las que ganen menos de 70.000 euros al año no pagarán nada; mientras que las que superen ese nivel de ingresos, sin límite alguno, solo tributarán al 9%, y podrán reducir todavía más sus impuestos con desgravaciones. Según Abascal, su modelo es Hungría, “donde las familias que tienen más de tres hijos no pagan IRPF de por vida”. El modelo alternativo es Polonia, donde el Gobierno ultraconservador del PiS instauró una paga mensual, inicialmente de 115 euros, a partir del segundo hijo. La diferencia es que el modelo de Vox, deducción en vez de paga, deja fuera de sus beneficios a las familias numerosas pobres que no tienen que pagar impuestos.
El programa con el que el partido ultra se presenta a las elecciones recupera reivindicaciones que Abascal había dejado en un cajón, como el desmantelamiento del Estado de las autonomías y su sustitución por un “Estado unitario descentralizado”, a lo que suma la derogación de una retahíla de leyes que van desde las del aborto o la eutanasia a las del solo sí es sí, la memoria democrática, la ley trans o la de cambio climático. El propio Abascal ha reconocido que, si tuviera mayoría absoluta, lo que descartan todas las encuestas, sería “inflexible” en la aplicación de sus promesas electorales; pero agrega que, en caso de gobernar en coalición con el PP, una posibilidad que sí contemplan los sondeos, se conformaría con que el programa común incluyera las propuestas de cada partido “en proporción a sus resultados”. El sábado, en Zaragoza, atribuyó a “un gesto de cortesía” el silencio del PP sobre su programa y admitió que, en muchos asuntos, los planteamientos de ambos partidos “chocan”, pero insistió en que, en función del resultado de las urnas, se verá “cuál es la mezcla que esos programas pueden asumir para construir una alternativa”.
Presentar un programa electoral de máximos, admiten fuentes próximas a Vox, supone “elevar el listón de la negociación” y, al mismo tiempo, dejar un margen más amplio a un eventual pacto con el PP. “Entre las 381 medidas que contiene el programa, no será difícil encontrar unas cuantas en las que ponerse de acuerdo”, alegan. Algunas propuestas de Abascal constituyen un brindis al sol, pues requieren una reforma constitucional, como la eliminación de las autonomías, pero el ruido que provocan hace que pasen más inadvertidas otras en la misma dirección, como la devolución de competencias al Estado en Sanidad, Justicia, Seguridad o Educación.
El problema para el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, es que las propuestas de Vox están articuladas hacia su objetivo último por lo que, incluso si este no se alcanza, sirven para pavimentar el camino: si Vox no consigue que el PP acepte abolir el derecho al aborto, si puede lograr que su práctica resulte inviable al eliminarlo de la sanidad pública o ampliar sin límite la objeción del personal sanitario, como también propone.
“Vox sabe perfectamente adónde va. La pregunta es si el PP lo sabe”, comenta un académico que ha estudiado al partido ultra. El capítulo dedicado a Europa contiene dos bombas de relojería: la vuelta a la unanimidad en la toma de decisiones, lo que supone abocar a la UE a la paralización; y la supremacía de la Constitución y la legislación nacional sobre el Derecho europeo, un posición que defienden Polonia y Hungría y que, de adoptarla un país más grande como España, “supondría el fin del proyecto europeo”, advierten fuentes diplomáticas en Bruselas, que contemplan con preocupación cómo Vox ha impuesto sus posiciones en la polémica sobre los regadíos de Doñana o la tuberculosis bovina en Castilla y León. “Si Abascal es el aliado de Orbán, será difícil explicar en Europa que Feijóo es el aliado de Abascal”, sentencian.
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