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La estrategia de Feijóo es no arriesgar

El líder del PP tiene 50 días para presentar su proyecto y su equipo para La Moncloa mientras prepara una campaña conservadora, de pocos riesgos, para evitar errores

Alberto Núñez Feijóo, en la Junta Ejecutiva Nacional del PP, el martes en Madrid.
Alberto Núñez Feijóo, en la Junta Ejecutiva Nacional del PP, el martes en Madrid.Álvaro García
Elsa García de Blas

El lunes, cuando Pedro Sánchez anunció la convocatoria anticipada de elecciones para el 23 de julio, Alberto Núñez Feijóo iba a empezar a estudiar inglés con un profesor particular. Se había resistido a hacerlo durante el año largo que lleva como presidente del PP, con el argumento de que no tenía tiempo, a pesar de que sabía que el PSOE iba a utilizar ese punto flaco contra él, y de que lo necesitaría en caso de llegar a La Moncloa. Al fin, Feijóo, a los 61 años, había decidido intentarlo pensando que aún le quedaban seis meses para las generales. Pero el lunes, el profesor de inglés se quedó sin dar su primera clase. Todo saltó por los aires con el adelanto electoral. El episodio revela hasta qué punto Feijóo no esperaba lo que iba a pasar.

El tiempo se ha acelerado y, sin esperarlo, ha llegado la hora de la verdad para Feijóo. El líder del PP tiene 50 días para pasar de las musas al teatro, de la crítica al Gobierno de Pedro Sánchez a salir de la ambigüedad y clarificar su proyecto; 50 días para ganar al líder socialista y alcanzar el poder. Ahora se la juega él.

Feijóo cuenta con la ventaja del viento de cola tras su victoria en las municipales y autonómicas, en las que ha superado en más de 700.000 votos al PSOE y le ha arrebatado gran parte de su poder territorial. La tendencia es tan buena, piensan en el PP, que hay que ir a una campaña conservadora, de poca exposición, porque su principal riesgo es echar a perder esa ventaja por cometer errores. El líder popular pretende también transitar por la campaña sin mancharse con los acuerdos territoriales con Vox, bien postergándolos todo lo que pueda hasta después del 23 de julio, o bien dejando hacer a sus barones. Sin embargo, la extrema derecha no se lo va a poner fácil.

“Feijóo tiene 50 días para no meter la pata. No debe meterse ni en líos ni en charcos. Tiene que acostarse y no hacer ruido, exponerse lo menos posible, porque parte de una posición cómoda”, analiza uno de los principales barones del PP, que ha aconsejado al líder una campaña de perfil bajo. La dificultad está también en mantener una movilización alta en la derecha, teniendo en cuenta que “la sociedad está agotada, extenuada con los políticos”, opina un dirigente de la sala de máquinas partidario de controlar la exposición. “Tenemos que adaptarnos a eso porque venimos de machacarlos con otra campaña”.

Y, además, las elecciones se celebrarán en una fecha, a finales de julio, en la que gran parte de la base social del PP estará de vacaciones. Frente a los sectores de la derecha y de su propio partido que alientan el bulo de un intento de pucherazo por parte del líder socialista ―un discurso que Feijóo nunca ha desautorizado de forma explícita, aunque no se ha sumado a él― el líder del PP ha salido en defensa de la confianza “plena” que le merecen los carteros que recogerán los votos por correo. La paradoja de esas conspiraciones que agita la derecha más ultramontana es que el PP necesita que los suyos voten masivamente por correo. Infundirles temor a una manipulación del sistema va, en realidad, en contra de sus intereses.

El otro factor de riesgo es Vox. Aunque en el PP se ha instalado la creencia de que la extrema derecha “ya no da miedo y penaliza menos que los acuerdos del PSOE con ERC y Bildu”, como insisten en la dirección, otra cosa es que los ultras no sean un aliado tóxico para Feijóo y un obstáculo en su intento de pescar en el voto moderado. El calendario hasta las generales, no obstante, está jalonado de piedras en el camino para el líder y su intento de llegar limpio de rastro de la extrema derecha. Primero, la constitución de los ayuntamientos, prevista para el 17 de junio, donde el líder del PP tendrá que mojarse porque hay al menos seis ciudades ―Valladolid, Burgos, Guadalajara, Toledo, Talavera de la Reina (Toledo) y Alcalá de Henares (Madrid)― que dependen de un pacto con Vox, o gobernará la izquierda. Y después, la constitución de los Parlamentos autonómicos, que empieza en la segunda mitad de junio y donde también se visualizarán los pactos con el partido de Santiago Abascal.

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La dirección del PP asume que tendrá que pactar con Vox en esos ayuntamientos y en las cinco autonomías donde depende del voto de los ultras para gobernar, bien cediéndoles presidencias de los Parlamentos regionales o bien con acuerdos de investidura o legislatura, según fuentes de la cúpula. Ese escenario está más que asumido en el PP. “Si hay que hacerlo, se hace”, opina un presidente autonómico popular. “Hay que explicarlo bien, porque está amortizado el miedo a Vox, salvo que Abascal salga a decir alguna burrada. Ahora bien, lo mejor es dejar correr el tiempo y retrasar los pactos lo más posible”.

Lo que el PP intentará es no compartir Gobiernos con los ultras, pero eso tampoco se descarta. Los casos que más preocupan son los de Extremadura y la Comunidad Valenciana. El primero, porque la líder popular extremeña, María Guardiola, ha salido muy fuerte a la negociación con un órdago para que la voten sin entrar en su Gobierno, pese a que necesita su voto a favor para salir investida y a que la lista más votada fue la del socialista Fernández Vara. En el PP temen que no le salga la jugada. “No conviene enfadarlos”, advierten en la dirección. Y en Valencia, porque el aspirante de Vox a vicepresidente, un exmilitante de Fuerza Nueva, fue condenado por violencia machista, lo que para algunos dirigentes debería ser una “línea roja absoluta”.

Desde que Sánchez anunció el anticipo electoral, la sede nacional del PP en la calle Génova echa humo. Se suceden las reuniones para la estrategia, el mensaje y el diseño de la próxima caravana electoral, que tiene que quedar definida a contra reloj por la dificultad de que implicará organizar viajes y reservar alojamientos en pleno julio. Al partido lo ha pillado con el pie cambiado un adelanto que ahora obliga a acelerar todos los procesos e incluso los planes para el caso de que Feijóo llegue a La Moncloa. El líder había encargado a Pablo Vázquez, exdirector de Renfe al frente de la nueva fundación del PP, la elaboración de un plan con las medidas para los 100 primeros días de su Gobierno, que ahora hay que agilizar.

El que sí está listo es otro documento interno en el que aparece negro sobre blanco qué hay detrás del eslogan de “derogar el sanchismo” con el que Feijóo cabalgó toda la anterior campaña y que seguirá como lema porque “ha funcionado bien”, según fuentes de la dirección. Esto es, el listado de leyes de la coalición progresista que el PP derogaría si llegan al poder, y que no han hecho público porque no hay consenso en la dirección sobre si revelarlo o no. Va ganando la postura de navegar en la indefinición.

Feijóo tampoco ha desvelado todavía con qué equipo pretendería gobernar o, al menos, quién sería su vicepresidente económico. En principio, según fuentes de su entorno, no tiene previsto hacer nuevos fichajes.

En las reuniones internas de estos días, Feijóo está tratando de bajar los humos a los demás para que no se confíen. Su equipo salió eufórico del 28 de mayo y los datos internos son muy buenos. “Sánchez nos lo está poniendo muy fácil”, se escucha en el PP, donde solo inquieta una baja participación por la fecha de las generales. El PP ha salido en tromba contra Sánchez por convocar a las urnas un 23 de julio, a pesar de que Feijóo, como presidente de Galicia, celebró las elecciones de 2020 el 12 de julio. La crítica revela que los populares no van a bajar el pistón. Han constatado que la campaña de alta tensión y barro de las pasadas municipales les ha funcionado. Solo quedan 50 días. El líder cree que está muy cerca de La Moncloa, aunque ya no le dé tiempo a llegar habiendo aprendido inglés.

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Sobre la firma

Elsa García de Blas
Periodista política. Cubre la información del PP después de haber seguido los pasos de tres partidos (el PSOE, Unidas Podemos y Cs). La mayor parte de su carrera la ha desarrollado en EL PAÍS y la SER. Es licenciada en Derecho y en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid y máster en periodismo de EL PAÍS. Colabora como analista en TVE.

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