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El retraso en el retorno de Puigdemont descabeza el liderazgo de Junts

El partido ha atado su futuro a las aspiraciones de su líder, comprometido a dejar la política si no es investido ‘president’

Un operario desmonta una pancarta electoral de la candidatura de Carles Puigdemont.
Un operario desmonta una pancarta electoral de la candidatura de Carles Puigdemont.David Borrat (EFE)
Marc Rovira

La resolución del Tribunal Supremo para restringir quien se beneficia de la ley de amnistía genera una onda expansiva con capacidad para cortocircuitar las negociaciones para investir al próximo president de la Generalitat, y alimenta la idea de que habrá que volver a sacar las urnas catalanas del almacén. La eventual repetición electoral en octubre alargaría el maratón de votaciones que disputa Cataluña. Una carrera interminable, a un ritmo de cuatro elecciones en los últimos doce meses, que ya se ha cobrado bajas: Ciudadanos ha desaparecido, Esquerra se ha abierto en canal y la CUP y los comunes están en los huesos. Los partidos ojean dentro de sus filas posibles relevos que aporten aire fresco y caras nuevas. Hay quien va justo de banquillo. Junts per Catalunya sigue sin tocar poder institucional, con el condicionante de haber quemado el que sobre el papel es su cartucho más potente: Carles Puigdemont. Afrontar el debate sobre su posible sucesión es un quebradero de cabeza para un partido que ha atado su futuro a las aspiraciones de su líder.

El expresidente catalán logró 35 escaños en las elecciones catalanas del 12 de mayo y se quedó a siete de los que obtuvo el candidato del PSC, Salvador Illa. En campaña, Puigdemont había tratado de movilizar al independentismo anunciando que las elecciones representaban para él un todo o nada. O presidencia o retirada. Puigdemont, 61 años, puso fecha de caducidad a su actividad política. Anunció que el resultado de las urnas no condicionaría su regreso a España —se marchó del país en 2017 para evitar ser juzgado—, pero se comprometió a retirarse si no alcanzaba el mando de la Generalitat. “No me veo haciendo de líder de la oposición”, dijo. Voces de su entorno manifiestan que a nadie puede sorprender su voluntad de dar un paso atrás, y argumentan que en el tiempo que lleva fuera de España ha acumulado mucho “desgaste personal”. Pero, una hipotética marcha de Puigdemont abre una grieta en Junts.

El poder que ha acumulado el expresidente ha cercenado la proyección de otras figuras del partido. El propio Puigdemont se encargó incluso de colocar como número dos de su lista a una independiente que no cuenta con ninguna experiencia previa en política, la empresaria Anna Navarro. Su papel durante la campaña fue muy discreto y apenas ha aparecido en público tras la noche electoral. El secretario general de Junts, Jordi Turull, está inhabilitado a la espera de la ley de amnistía, la presidenta del partido, Laura Borràs, está condenada a prisión por trocear contratos públicos para favorecer a un conocido suyo y Josep Rull, un nombre de consenso, se concentra en su cargo de presidente del Parlament.

Toni Comín carga con la condición de veterano en la política catalana. Ha estado vinculado al PSC, a Esquerra Republicana y logró un escaño de eurodiputado por Junts per Catalunya en las últimas elecciones europeas. La suya es una cara conocida. Sin embargo, Junts consideró oportuno que en los pasquines de propaganda electoral para el 9 de junio apareciera también la imagen de Carles Puigdemont, que no ocupaba ningún puesto en la lista de las europeas. “Somos el comando Puigdemont en Bruselas”, proclamó Comín, antes de manifestar que “no tendría sentido” que Puigdemont deje la política, con independencia de si llega a ser president o no.

Todo el reclamo de Junts per Catalunya se ha ido concentrando en torno al capitán del partido. En el último año, el expresidente catalán ha monopolizado la estrategia de la formación y en su escritorio se han decidido desde las condiciones de la negociación con el PSOE por la investidura de Pedro Sánchez, hasta los pormenores de la ley de amnistía, pasando por el cambio de color, de turquesa a añil, de los logotipos del partido.

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“Si el independentismo no es capaz de sumar una mayoría en el Parlament, porque los números no dan, no hay nada que decir”, había anunciado Puigdemont durante la campaña. El resultado del 12 de mayo desveló que la suma de ERC, Junts y la CUP se queda en 59 diputados, a nueve de la mayoría absoluta. El expresident reaccionó al escrutinio manifestando que presentarse a la investidura es la salida más “coherente” y que no ve motivos para no hacerlo. Dos meses después de la derrota, Puigdemont se aferra a la idea de que le quedan opciones para ser investido.

La estrategia le sirve a Junts per Catalunya para ganar tiempo ante la incertidumbre que genera afrontar la etapa posPuigdemont por las dificultades que entraña encontrarle un relevo. El único líder es él, pese a que no figura en ninguna posición del organigrama de Junts. Fuentes cercanas a la cúpula ponen de relieve que esta situación podría cambiar. “Tampoco tenía intención de presentarse a las elecciones al Parlament y terminó haciéndolo”, manifiestan.

El expresidente catalán ha reconocido que su idea era presentarse a las elecciones europeas del 9 de junio para repetir como eurodiputado. Cambió de planes y durante la campaña de las elecciones catalanas se congratuló de haber recibido el apoyo público de Jordi Pujol. Reveló que cuando aún no había cumplido los 18 años vio un mitin de Pujol en Girona y quedó impresionado por la “fuerza y determinación” que transmitía desde el atril el jefe de la todopoderosa Convergència. Puigdemont se crió políticamente en aquella Convergència y su estrategia reciente tiende más al “peix al cove” (más vale pájaro en mano) que popularizó CiU que al “Hagamos la República catalana”, lema de la primera Diada tras el referéndum del 1-O. Esta semana, Jordi Pujol y Artur Mas han manifestado su intención de hacerse militantes de Junts.

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