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Sánchez ve avalada su política de “reencuentro” y confía en retener el apoyo de los independentistas

La Moncloa está convencida de que Junts y ERC mantendrán el respaldo al Gobierno

La plana mayor socialista sigue el escrutinio en el despacho del secretario de Organización, Santos Cerdán, en una fotografía distribuida por el PSOE. Foto: Eugenia Morago | Vídeo: EPV

Una de las grandes preguntas a las que debían responder las elecciones catalanas es la que ha marcado la política española: ¿los indultos y la amnistía debilitan o refuerzan a los independentistas? Y el resultado, pese a las dificultades de gobernabilidad que deja, es rotundo: la política de Pedro Sánchez, que él ha definido como “de reencuentro”, frente al choque frontal con el independentismo que promovió Mariano Rajoy, ha llevado al momento de mayor debilidad de las fuerzas soberanistas desde 1980.

Nunca habían tenido tan pocos escaños la suma de Junts (que antes fue Convergència), ERC y la CUP. Incluso con la recién llegada Aliança Catalana, la ultraderecha independentista, la suma es muy pobre: 13 escaños menos tiene ese bloque que, por primera vez, desde las primeras elecciones autonómicas en Cataluña, se queda lejos de los 68 escaños que dan la mayoría absoluta en el Parlament. “Los socialistas volvemos a ser la primera fuerza. Desde hoy se abre una nueva etapa en Cataluña para mejorar la vida de la ciudadanía, ampliar derechos y reforzar la convivencia”, ha celebrado el presidente del Gobierno.

“Nuestra política ha acabado con el procés. Somos la garantía de la cohesión territorial del país”, resumía un miembro del Gobierno cuando se iban conociendo los primeros datos. Sánchez siempre ha reivindicado que la manera de resolver las heridas que dejó el procés era haciendo política, y así argumentó los indultos y después, cuando necesitó los votos de Junts, la amnistía que siempre había negado. “Los catalanes han decidido abrir una nueva etapa, sin duda han contribuido las políticas del Gobierno de España, y muy en particular de su presidente, Pedro Sánchez”, le ha reconocido Salvador Illa en su comparecencia en la sede del PSC. “Las políticas de Pedro Sánchez han demostrado que los socialistas estábamos en el buen camino”, ha abundado en esa idea la portavoz del PSOE, Esther Peña, que también ha incidido en cómo “por primera vez en 40 años, el independentismo y el nacionalismo no tienen mayoría absoluta en el Parlament”.

Frente a las críticas de la oposición y de algunos sectores de su partido, con el expresidente Felipe González al frente, Sánchez defendía que su política de acercamiento para anular las consecuencias jurídicas del procés tendría un efecto muy positivo porque terminaría de eliminar el victimismo independentista y les dejaría sin argumentos políticos. El resultado de este domingo, tal como lo ven en La Moncloa y en el PSOE, avala esa tesis y refrenda que la mejor manera de hacer frente al independentismo es con política y negociación. “Felicito a Salvador Illa, por su incontestable e histórico triunfo en Cataluña. Los catalanes han decidido y han dejado caer al independentismo”, ha coincidido el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, representante del sector del PSOE crítico con los indultos y la amnistía.

Sánchez no solo sale indemne de su apuesta más arriesgada, la ley de amnistía, sino que lo hace cumpliendo los dos objetivos que los socialistas se habían marcado para la noche del 12-M: una victoria incontestable, por encima de la cifra simbólica de los 40 escaños —siete escaños y 200.000 votos más que Junts— y liderar una nueva etapa tras cuatro décadas de mayoría absoluta del bloque independentista en el Parlament.

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Si los independentistas lograron sacar a dos millones de personas a la calle y un resultado extraordinario en las elecciones de 2017, cuando Rajoy apostó por la política de choque total y judicialización —entonces apoyado por Sánchez, que respaldó la aplicación del 155— ahora las movilizaciones son muy pequeñas y el voto se ha quedado en la mínima expresión. Además, según los propios sondeos del CEO, el centro oficial de encuestas catalán, el desplome de los ciudadanos que apuestan por la independencia es también muy evidente. En 2017, ganaban (49% a 44%) los independentistas, y ahora se ha invertido: el 51%, no quiere la independencia frente a un 41% que la desean.

¿Y cómo afectará al Gobierno? Es difícil saber cómo reaccionará sobre todo ERC, la más perjudicada en esta noche electoral, ante una caída tan dura. Los socialistas temen que dentro de este partido se llegue a la conclusión de que apoyar a Sánchez, algo que hacen con altibajos desde 2019, les ha salido muy caro. Pero en el Gobierno están convencidos de que nadie tiene margen en Cataluña para romper la mayoría y forzar la caída de Sánchez, que podría abrir el paso a la llegada del PP y Vox. Los socialistas temían que unos independentistas crecidos pudieran subir el precio en cada negociación, pero eso ha quedado lejos porque no han conseguido sumar la mayoría.

Había mucho temor en los últimos días en el Gobierno a que Puigdemont saliera muy reforzado e incluso tuviera opciones de llegar a ser president, algo que habría sido un fiasco total y que habría roto ese mensaje de que la política del reencuentro funciona. Puigdemont ha logrado un resultado muy positivo, y ha conseguido recuperar con mucha claridad el liderazgo del independentismo, pero no tiene prácticamente ninguna posibilidad de ser president —salvo que el PSC le apoyara, algo que Illa ha descartado de manera rotunda porque nadie le puede pedir al primero que vote de president al segundo— y tampoco ha logrado acercarse al PSC tanto como esperaban los suyos en los últimos días.

Illa le ha sacado a Puigdemont siete escaños, pero sobre todo 200.000 votos y más de seis puntos, porque el sistema electoral beneficia mucho a los posconvergentes, con más fuerza donde los escaños son más baratos. Ahora queda por ver si Illa logra gobernar, algo que no será fácil, pero tampoco imposible, teniendo en cuenta que en el último momento se consolidaba una mayoría absoluta del tripartito (PSC, ERC, Comunes) que es muy poco probable que lleve a un gobierno de coalición, pero sí podría servir para una investidura y acuerdos puntuales.

La conclusión generalizada en el PSOE es que el resultado “excelente” de Salvador Illa, según distintos dirigentes socialistas consultados, supone el “fin del procés. “Muy bien Illa, esa es la línea”, celebraba un líder territorial, preocupado no obstante por un Junts “tan fuerte”. “Es un gran resultado, disfrutémoslo”, asentía otro alto cargo regional, también inquieto por las conclusiones que el independentismo pueda sacar de estas elecciones. “¿Cuándo saca mejores resultados ERC, cuando colabora o cuando no lo hace? La última vez que hubo tripartito se quedó en 10 diputados”, advertía. “El escenario global que había ha saltado por los aires”, apreciaba otro barón. “Es un punto y final al procés, ese es el mensaje”, observaba un secretario provincial.

La lectura que hacen en Ferraz de la holgada victoria de Illa trasciende a las elecciones catalanas. En la cúpula del PSOE confían en que este resultado, como el de hace un mes en País Vasco, sea un estímulo para las europeas del 9 de junio. Los socialistas están seguros de que ambos resultados contribuirán a impulsar a la candidatura de Teresa Ribera en unos comicios que el PP plantea como un nuevo plebiscito contra Pedro Sánchez. El PSOE considera una ventaja que sean unas elecciones en las que se vota en una única circunscripción, es decir, que cada voto vale exactamente lo mismo y, por tanto, no decenas de escaños en juego en los restos de cada provincia que sí determinan las elecciones generales.

En la sala de máquinas de la campaña socialista prevén que captarán a votantes del espacio a la izquierda del PSOE con su discurso verde y que también se nutrirán con el electorado indignado por la guerra de Gaza como se ha visto en las acampadas de universitarios en campus de toda España y que reclaman el reconocimiento del Estado palestino. El Gobierno dará ese paso antes del inicio formal de las elecciones europeas, el colofón a seis meses con un maratón de elecciones en los que el PSOE ha tenido de momento dos muy buenas noches electorales y ahora se volcará para intentar al menos defenderse en la tercera, la de las europeas, mucho más complicada para el Gobierno que las dos anteriores.

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