Viejos conocidos
La edad, la identidad y la gestión de la pandemia son sesgos que van a marcar las elecciones del 14-F
Son tiempos difíciles para la predicción electoral. Los ciudadanos se esperan más a decidir el voto, los resultados de los partidos están sujetos a mayor volatilidad y la creciente fragmentación parlamentaria dificulta el pronóstico sobre la formación de gobiernos. A estos interrogantes se suma ahora el desconocimiento sobre el efecto de la pandemia en la participación electoral, lo que añade incertidumbre sobre el desenlace de las próximas elecciones en Cataluña.
Uno de los posibles efectos de la pandemia es que desmovilice a los electores más vulnerables frente al coronavirus, como son los votantes de más edad. Si esto ocurriese, no solo supondría un desigual ejercicio del derecho de participación, sino que también tendría consecuencias sobre aquellos partidos con un perfil de votante más envejecido: el PP, PSC, Junts y PDeCAT. Las encuestas preelectorales muestran que la intención de voto entre mayores de 65 años favorece a los socialistas. Si en su día el PSC quizás temió que el efecto Illa quedase neutralizado por el retraso electoral, que se celebren los comicios con un alto nivel de contagios podría acabar neutralizando la novedad del candidato Illa por la vía de una abstención más alta entre su electorado de edad avanzada.
Lo que sabemos hasta ahora sobre esta cuestión es que en las únicas elecciones que se han celebrado en España durante la pandemia (en Galicia y País Vasco, el pasado mes de julio) se produjo un descenso general de la participación, pero la desmovilización de los votantes de más edad no aumentó respecto a las anteriores elecciones, según los datos del CIS. Quienes no acudieron a las urnas tampoco señalaron el miedo al contagio por el virus como una de las principales razones para no ir a votar y la insatisfacción política siguió siendo el principal factor para quedarse en casa. Quizás el número de contagios en julio era lo suficientemente bajo para no deprimir la participación de los más mayores. Siendo la incidencia actual del virus en Cataluña más alta, podría esperarse un efecto más intenso en la participación de este colectivo.
Sin embargo, los sondeos muestran que la ciudadanía está más desmovilizada que en las elecciones de 2017, pero la desmovilización actual no está protagonizada por los de más edad. A pesar de que los votantes mayores de 65 años son el colectivo más preocupado por los efectos de la pandemia, en este grupo la participación cae menos que para el resto de electores, sobre todo en comparación con los más jóvenes. Esto no significa que la pandemia carezca de efecto sobre la participación entre los de edad más avanzada. Podría ser que en este grupo esa (menor) abstención estuviese motivada por el coronavirus y en los jóvenes por otras razones, como su mayor indecisión o desafección, pero en todo caso no puede afirmarse que la covid-19 esté provocando una retirada masiva de los votantes de más edad.
En esta situación, una posible ventaja para ERC y Junts en el contexto de pandemia es que sus votantes se sientan más seguros a la hora de ir a votar porque confían más en las normas que ha aprobado la Generalitat para garantizar la protección de quienes se acerquen a las urnas. En un reciente experimento sobre las medidas frente a la covid-19 en tres comunidades autónomas pudimos comprobar que los ciudadanos se mostraban más de acuerdo con algunas de ellas cuando se les informaba que estas habían sido aprobadas por un nivel de gobierno (central o autonómico) con el que se sentían identificados políticamente. Así, este sesgo partidista en la lectura de la gestión de la pandemia podría tener un impacto favorable en la participación de los votantes independentistas por la vía de una mayor confianza en la seguridad sanitaria de las votaciones.
Más allá de la pandemia, un factor más relevante que la edad para explicar el desigual interés en participar en las elecciones catalanas es la identidad. Incluso en unas elecciones de alta movilización como fueron las de 2017, el peso de la identidad se mantuvo, pues la abstención entre los electores que se sentían sólo catalanes o más catalanes que españoles fue 10 veces menor que la abstención entre quienes se identificaban como más españoles que catalanes o solo españoles. Este sesgo en la participación electoral vuelve a aparecer en los sondeos y representa, junto con los efectos del sistema electoral, la principal ventaja de partida para los partidos independentistas.
En definitiva, a pesar del coronavirus, seguramente las claves para comprender la participación y los resultados en las próximas elecciones catalanas sigan basculando sobre sesgos que son viejos conocidos. El contrapeso más fuerte a las ventajas que esos sesgos ofrecen a los partidos independentistas es una pésima valoración de la opinión pública de la situación política y económica y un suspenso de la gestión de la Generalitat durante el último año. Pero ya sabemos que, en unas elecciones, el buen o mal hacer en la gestión política no siempre determina el destino electoral de los gobernantes.
Sandra León es investigadora Talento Sénior de la Universidad Carlos III de Madrid.
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