Las denuncias por fraude vuelven a opacar los debates ciudadanos de la campaña
Feijóo traslada su confianza en el sistema pero exige a Sánchez “que ejerza su responsabilidad”. El presidente se queja de que la derecha “embarra la campaña”. La estrategia de debates de contenido en positivo de La Moncloa queda frustrada de nuevo
Está a punto de terminar la campaña, y aún no está claro si en algún momento llegó a empezar de verdad. Todo iba más o menos en términos normales en la precampaña, con el PSOE y Unidas Podemos defendiendo la ley de vivienda y el alquiler público y el PP y Vox rechazando de plano el intervencionismo en el mercado y apostando por su solución clásica: liberalizar suelo para que se construyan más pisos. También había una discusión del PSOE y el PP sobre Doñana, el agua y la transición ecológica, una cuestión muy sensible políticamente y que ahora vuelve al primer plano con el duro comunicado de la UNESCO contra la el plan del PP andaluz y Vox de legalizar regadíos cerca del parque.
En ese momento, hace poco más de dos semanas, parecía que España iba a vivir casi por primera vez una campaña centrada en los asuntos que de verdad se dilucidan con el voto de las autonómicas y municipales: la gestión de la vivienda, de la sanidad, de la educación, de los servicios sociales, de la transición ecológica. Pero la ilusión duró muy poco.
Las listas de Bildu con terroristas rompieron por completo la campaña durante varios días, más de una semana. El PSOE intentó volver al carril previsto con nuevos anuncios sobre sanidad el fin de semana, ya también con otros avances en paridad, pero fue un espejismo breve.
Poco a poco, con el escándalo del voto por correo en Melilla primero, después en Mojácar, donde afectó directamente al PSOE, la campaña empezó a hundirse en el fango, el peor escenario posible para los socialistas y en especial para La Moncloa, que había diseñado una estrategia en positivo centrada en asuntos concretos de gestión. Pasaban los días, y mientras los candidatos locales y autonómicos del PSOE, de Unidas Podemos, de Más País, de Compromís, de los comunes, intentaban mantener la batalla en el terreno de la política social, de la gestión, la campaña nacional se convertía cada vez más en una nube tóxica que lo iba ocupando todo dejando muy poco espacio para el debate normal.
Y este jueves frenético, todo terminó de estallar en un barrizal nacional al que el PSOE asistía atónito, confiando en que no tenga mucha influencia electoral, mientras los dirigentes del PP no daban crédito al regalo que suponían los escándalos de las últimas horas. El goteo de noticias negativas para el PSOE era tan fuerte que algunos socialistas incluso creían que no podía ser casual y menos en un momento como este. Entre escándalos de voto por correo, denuncias de secuestro, renuncias de candidatos por peleas, todo parecían pequeños obuses a la línea central de la campaña electoral de los socialistas.
“La derecha no va a parar de embarrar la campaña y a pesar de eso a la izquierda y al PSOE no nos van a parar”, se quejó Sánchez en un mitin en Entrevías, un histórico barrio obrero madrileño, mientras intentaba devolver el asunto a la vivienda, aprovechando que este jueves se publicaba en el BOE la primera ley de vivienda de la democracia. Sánchez no hizo más mención al goteo de casos, mientras el PSOE anunciaba la expulsión de todos los implicados. El presidente se concentró en mantener su campaña con temas de fondo: habló de Doñana, de la vivienda -hoy se aprobaba la ley- y sobre todo trató de hacer un llamamiento a la movilización y a concentrar el voto en el PSOE. La Moncloa ha mantenido inalterada su campaña de anuncios sistemáticos y mensajes de claro contenido socialdemócratas alrededor de los servicios públicos o el feminismo. Al terminar el mitin, mientras se hacía fotos, cuando EL PAÍS le preguntó por este final de campaña tan distinto al esperado, Sánchez levantó los hombros y comentó brevemente, en referencia al PP: “Ellos a lo suyo, nosotros a lo nuestro”, esto es que él seguirá con la línea prevista.
Mientras los socialistas intentaban reconducir la campaña hacia asuntos de fondo como Doñana, con la dura nota de la Unesco, el PP optaba por el clásico juego de poli bueno y poli malo, pero siempre pensando en golpear directamente a la desmovilización del voto progresista. Mientras Esteban González Pons, persona de absoluta confianza de Alberto Núñez Feijóo, se lanzaba desde Melilla a denunciar una “trama de compra de votos por correo desde Melilla a Mojácar que implica al PSOE o a sus socios” e incluso implicaba a Sánchez porque veranea en Vera, cerca de Mojácar, o a Félix Bolaños, porque estuvo en el pueblo apoyando a los candidatos socialistas unos días antes, Feijóo bajó este jueves un poco el pistón. “Mando un mensaje de confianza en nuestro sistema electoral. Pido más que nunca que todo el mundo vaya a votar masivamente”, dijo. Por la noche, en el mitin de Murcia, Feijóo fue más fuerte y cargó directamente contra Sánchez: “Exigimos la máxima responsabilidad del presidente del Gobierno, que la ejerza y que explique lo que está pasando. Vamos a votar masivamente para demostrar que la democracia española no se compra”, clamó. El PP está centrando en este asunto toda la recta final de la campaña, mientras Sánchez solo hizo esa breve mención y la mayoría de los líderes socialistas también lo obviaron.
Mientras tanto, en algunos sectores de la ultraderecha ya se estaba hablando de posible pucherazo y la propia Isabel Díaz Ayuso pedía el voto masivo “para evitar que ninguna trampa retuerza la voluntad del pueblo español”. Pero Feijóo también se lanzó contra las personas del PSOE “sin principios” y les exigió que nunca más pacten con Coalición por Melilla —en realidad dijo Sevilla, en un nuevo lapsus—. En el fragor de esta epidemia de escándalos en el voto por correo, el PSOE también hizo denuncias contra el PP, en Finestrat (Alicante) o en un geriátrico en Moraleja de Sayago (Zamora). Todo en una catarata de noticias más policiales que políticas que reventó la campaña, incluido un atropello del marido de una excandidata del PP al esposo de una aspirante del PSOE en Pulianas (Granada).
Mientras desde el corazón de la campaña de Sánchez trataban de trasladar calma e insistían en que no van a entrar en el barro y seguirán con la misma campaña que diseñaron desde el principio, algunos candidatos locales y autonómicos se mostraban en privado inquietos por este mensaje tan inesperado y tan tóxico que les llega desde el debate nacional. El gran problema, admitían algunos, es que la izquierda necesita para ganar una gran movilización de su electorado, que según las encuestas está mucho menos activado que el de la derecha. Y este tipo de noticias tóxicas dificultan mucho ese intento de llevar a la gente progresista masivamente a las urnas.
El PSOE y a la izquierda en general solo tiene ya un día para darle la vuelta a este ambiente tóxico, con un cierre de Sánchez y de Yolanda Díaz en Barcelona, el epicentro de la resistencia frente al PP, que allí no tiene nada que hacer. Y al PP y Vox, que transmiten un ambiente eufórico y ven al alcance de la mano una gran victoria, solo les queda un día para que no pase nada que cambie una tendencia que creen muy favorable. Sería tal vez el único día real de una campaña que nunca llegó a encarrilarse por donde estaba prevista.
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