Cómo un hijo defiende la inocencia de su padre condenado por asesinar a una anciana
El creador escénico Vicente Arlandis, cuyo progenitor pasó 13 años en prisión, y el cineasta Abel García Roure presentan el documental ‘Sumario 3/94′ en el Festival Internacional de Cine de Gijón
Vicente Arlandis Recuerda (Ibi, Alicante) es un veinteañero a principios del siglo XXI. Compagina sus estudios en Arte Dramático en la ESAD de Valencia con idas y venidas a la cárcel de Daroca (Zaragoza). Allí está preso su padre, Vicente Arlandis Ruiz. Cumple condena por el asesinato de una anciana en 1994 en Ibi. El joven graba con una cámara Mini DV y sin un motivo claro esos viajes junto a su familia, así como entrevistas a sus hermanas y su madre. Todo ese material gráfico forma parte del documental Sumario 3/94, la película de un hijo que defiende la inocencia de su padre, que pasó 13 años en prisión.
Arlandis Recuerda, hoy creador escénico, ha coescrito la cinta junto al cineasta Abel García Roure (Barcelona, 49 años), autor de la serie sobre ETA, La línea invisible. La película se ha presentado esta semana en el 61 Festival de Cine Gijón. Además, se estrenará en algunas salas de Madrid y Valencia el 4 de diciembre y se emitirá en Movistar Plus en 2025. El cineasta barcelonés sostiene que con solo dar “un vistazo al caso de Vicente Arlandis permite ver que la condena es injusta”.
Arlandis Recuerda ha convertido la historia de su padre en una batalla. El documental está precedido de una obra de teatro y una novela sobre el caso. “No contar nuestra versión era asumir que mi padre es culpable”, sentencia. La lucha viene de lejos. De muy joven daba la cara en televisión para defender la inocencia de su padre. Arlandis explica que sus progenitores “dieron la batalla por perdida y pensaron que la mejor manera de luchar era vivir y olvidar”: “Me parece muy buena idea como algo vital, pero yo no podía soportarlo”.
La película llega en el bum del true crime. El tratamiento, muchas veces morboso, de casos reales es uno de los rasgos de este género de moda: “Queríamos evitar a toda costa que la película se convirtiera en eso”. Para García Roure, “un true crime se resuelve de forma sencilla, pero la realidad es más compleja”.
Los personajes de la obra, que mezcla ficción y documental, son en su mayoría familia de Vicente Arlandis, que se interpretan a sí mismos. Arlandis Ruiz, el protagonista de la historia, era operario de una fábrica de juguetes en el municipio alicantino de Ibi. La industria juguetera fue durante todo el siglo XX el motor económico de esta villa. Nacido en la ciudad de Valencia y vecino durante algunos años en Cocentaina (Alicante), llegó a Ibi en los años 60, cuando el bum migratorio hacia este municipio industrial que pedía mano de obra. Su mujer, Dolores Recuerda, que nació en Málaga, también llegó al pueblo por trabajo.
María Lidia Bornay, la anciana asesinada, padecía alzhéimer y vivía sola. Arlandis Ruiz le ayudaba, le hacía la compra y le invitaba a comer con su familia. Él mismo fue el que denunció su desaparición. El cadáver fue hallado con más de 40 puñaladas de poca profundidad por todo el cuerpo, cigarrillos apagados en la piel y una herida en el cuello que le causó la muerte. Vicente Arlandis fue condenado a 29 años y medio de cárcel de los que cumplió 13. Nunca asumió la comisión del delito, pese a que podría haber rebajado la pena. “En la cárcel pensaba: si me ahorco, ya no voy a poder demostrar mi inocencia, se van a salir con la suya”, recuerda el protagonista mientras charla con su hijo en el documental.
La cinta toma partido. Tanto García Roure como Arlandis Recuerda defienden la inocencia del padre. A Vicente Arlandis solo se le condenó por una prueba, según el documental. Un testigo dijo haberle visto con otros dos sospechosos en la barra de un bar. Los dos camareros de ese local negaron haber presenciado jamás esa reunión, ni siquiera conocían al propio Arlandis. Uno de los tres sospechosos, un punki, demostró que él no estaba allí, sino detenido en Pamplona. El otro fue condenado a 30 años de cárcel, pero el Tribunal Supremo le absolvió al considerar que una colilla suya encontrada en la casa “se había recogido de manera incorrecta”, según explica García Roure. El único condenado en firme fue Arlandis. “Yo nunca he estado en ese bar, ni con un punki, ni menos con un delincuente [en referencia al tercer investigado]”, asegura en el documental.
Para el cineasta, un elemento clave de esta historia es que “la incomprensión de una familia humilde sobre el funcionamiento de la Justicia se convirtió en su condena; la burocracia y el lenguaje judicial les pasaron por encima”. Arlandis Recuerda, el hijo, señala: “No teníamos recursos económicos ni culturales, no sabíamos lo que era un abogado”. El padre muestra un gran rechazo y escepticismo hacia las instituciones que participaron en el proceso que le condenó. Incluso duda de que se cometiese un asesinato y baraja la idea de que la mujer pudo haberse caído, aunque la autopsia y las más de diez personas que vieron el cuerpo prueban que la muerte fue violenta. Dice con cabreo que no se fía “ni del forense ni de nadie” y que “si el cabrón del juez hubiese venido cuando tenía que venir, nos hubiésemos evitado todo esto, porque la mujer tardó varios días en morir”, se lamenta sobre la posibilidad de que María Lidia Bornay fuese hallada con vida.
“Pese a las desgracias y la pesadilla judicial, la familia mantiene la alegría de vivir, de estar juntos”, señala García Roure. El director relaciona esa actitud con el hecho de que sea “una historia levantina”: “En el centro de Europa o en Rusia, me imagino una historia distinta. En este caso, cuando a Vicente le dan un permiso carcelario, se van todos juntos a comer una paella”. “He querido homenajear ese vitalismo”, asegura el cineasta. La película reproduce literalmente el sumario del caso. La narración, algo experimental, alterna imágenes de archivo, lecturas del sumario, conversaciones largas y recreaciones de todo el proceso. “Yo le di muchísimas vueltas al tema no solo como hijo del acusado sino como artista”, señala Arlandis Recuerda.
“En el rodaje descubrimos que mi padre era muy buen actor”, asegura el guionista. “Entra muy rápido en la ficción. Cuando en la escena del juicio oral le preguntan: ‘¿dónde estaba usted...?’, él responde como si estuviese en el juicio de verdad de 1994″, señala. Y añade: “Tiene mucha presencia y es un tipo que ha estado 13 años en prisión y le ha dado muchas vueltas al caso, eso se ve en la película”. Arlandis no cree que el caso de su padre pueda reabrirse algún día. “En el sistema judicial español, una vez que te condenan es muy difícil cambiarlo. Además, han pasado muchos años”, se lamenta.
Como pieza clave del rodaje, Arlandis Recuerda y García Roure destacan el trabajo de la actriz Paula Miralles, pareja sentimental del primero. “Paula ha sido importante para que mi padre hiciese lo que tenía que hacer en cada momento”, señala.
“Me hubiese gustado investigar más, pero no tuvimos presupuesto”
“La mayor dificultad ha sido la falta de presupuesto”, coinciden Arlandis Recuerda y García Roure. Al creador escénico le hubiese gustado investigar más la historia, “buscar más personajes y entrevistar a la persona” que él cree que “mató a la mujer”. García Roure, por su parte, asegura haber tenido una revelación con esta película: “El condenado en firme lleva consigo un estigma muy grande, creo que por eso hubo cierto reparo por parte de instituciones públicas de financiar el proyecto”. El dinero lo han puesto Movistar y los créditos ICEX e ICAA. El Ayuntamiento de Ibi, lugar donde se ha rodado la cinta y en el que ocurrieron los hechos reales, no ha aportado nada. Cuando se solicitaron las ayudas gobernaba el PP en el municipio.
El rodaje no ha sido fácil. La terminaron en septiembre “a contrarreloj”, según explica García Roure, a pesar de que la idea surgió hace ocho años. Los problemas dentro del equipo ha sido una de las causas. “Se han peleado todos con todos”, señala Arlandis. “Esto pasa mucho cuando se trabaja en precario. Nadie ha cobrado por el dinero que cobra de su trabajo normalmente”, explica.
El equipo ha barajado muchas versiones. Una era de casi cuatro horas y “se llegó a pensar en hacer una serie corta”, explica Arlandis Recuerda. “Había mucho material”, asegura. En un principio solo contaban con el archivo grabado por él mismo y no esperaban que fuera tan grande: “Juntar la ficción con el archivo y que tuviera una coherencia, ha sido complicado”.
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