Las gigantescas e icónicas letras de Cullera que un vecino copió de Hollywood cumplen 50 años renovadas
La localidad valenciana adoptó las famosas anuncio de la industria del cine para convertirse en un destino turístico
Fue una atrevida copia del que entonces ya era el mítico cartel del Hollywood. Una idea que viajó de Los Ángeles a Cullera, del Mount Lee a la Serra de les Raboses (sierra de los zorros). Un rótulo enorme y sencillo, compuesto por ocho gigantes letras mayúsculas blancas que, durante décadas, ha ejercido de tarjeta de presentación de esta localidad valenciana para el turismo y que en este verano del 2023 cumple medio siglo convertido en un icono, con sus correspondientes polémicas, admiradores y detractores. Quienes lo descubrían boquiabiertos desde las ventanillas traseras de los SEAT Seiscientos por la Nacional lo tienen ya como parte del paisaje y ahora son sus hijos los que aún se sorprenden cuando fugazmente levantan la vista de las pantallas con las que viajan tal vez en coches eléctricos por la autovía.
Todo empezó hace ahora un siglo, cuando un empresario, Harry Chandler, decidió promocionar la urbanización que estaba construyendo en el distrito de Hollywood con un enorme cartel. Una estructura sostenía unas placas de metal que conformaban letras de unos quince metros de altura con el nombre del complejo, HOLLYWOODLAND, y con sus propias bombillas. La idea era desmontarlo un año y medio después cuando la promoción estuviera vendida, pero pronto se convirtió en el Hollywood Sign, el símbolo de la pujante industria cinematográfica que tenía allí sus estudios. Deteriorado y descuidado durante años, fue renovado por completo en 1978 ya con el HOLLYWOOD actual para desligarse de la urbanización y representar a todo el distrito. Este otoño celebrará su centenario como una estrella más.
La idea de calcar el rótulo en Cullera tiene un responsable: Enrique Torres Gómez. A principios de los setenta este inquieto vecino convenció al Ayuntamiento para poner en marcha esta iniciativa con el objetivo de atraer el turismo. La localidad, aun entonces esforzadamente agrícola, se estaba hartando de doblar el lomo mientras los coches cargados de veraneantes y, por tanto, de pesetas pasaban de largo hacia la cercana Gandía.
Con Torres al frente de la operación, un grupo de jóvenes se puso manos a la obra para, nunca mejor dicho, situar Cullera en el mapa. Lo hicieron entre marzo y julio de 1973 con más imaginación que medios y José Marí, ahora con 74 años, fue uno de ellos. “Enrique era escultor y yo trabajaba en su taller. Era un visionario, de esos que ven las cosas antes que los demás. Exagerando un poco, como un Julio Verne. Y amaba Cullera como el que más”, remarca.
El objetivo era que se viera el rótulo desde la carretera tanto si se llegaba desde Alicante como desde Valencia. Las letras tienen 35 metros de alto, unos 16 metros de ancho y ocupan unos 180 metros. “El cartel se ve desde 30 kilómetros”, apunta con orgullo.
La manera de pintarlas tuvo poco que ver con lo que había pasado en Hollywood. Ni estructura, ni empresa especializada, ni cartografía, ni elementos de seguridad. “Hacerlas hoy sería una risa, pero entonces fue una historia. Aunque no lo parezca, el terreno tiene mucho desnivel y no podías marcar el contorno con cuerdas. Lo que hicimos fue coger unas piedras de unos treinta centímetros, pintarlas de blanco y perfilar con ellas las letras”, explica. Después, rememora, cogían el SIMCA 1000 de Torres y bajaban para comprobar el efecto. “En un papel apuntábamos si una piedra había que moverla a la derecha o si otra debía ir a la izquierda. Primero lo mirábamos del lado de Valencia y luego del de Alicante. Después, subíamos de nuevo y rectificábamos y otra vez al coche a mirarlo. Tardamos una semana y hoy con un móvil lo habríamos hecho en un día”, asume.
Con el letrero perfilado tocaba desbrozar y poner cemento donde no había piedra. Después llegó el momento de la cal, recuerda Marí con una sonrisa. “Como estaba muy inclinado, la pastera donde la hacíamos a veces se caía y se iba colina abajo hacia las casas que había. Aún recuerdo a las mujeres que salían y nos decían ‘¡Bandidos! Que nos vais a matar”, ríe. Para distribuir la cal ya líquida hubo que echar de nuevo mano del ingenio. “Uno chupaba de una manguera hasta que notaba que llegaba la cal y luego se quitaba rápido. Si te daba tiempo, claro. Algún traguito te echabas. Luego la esparcíamos con escobas”, detalla. Si el cartel de Hollywood costó 21.000 dólares de la época, el de Cullera salió bastante más barato. “A nosotros, Enrique nos pagaban el jornal del día. Era más el entusiasmo que teníamos”, apunta.
Que se sepa, Cullera fue la primera en seguir la estela del Hollywood Sign, pero no ha sido la única y se puede ver este tipo de letreros en Chile (Renca), Finlandia (Hervanta), Rumanía (Brasov), o Taiwan (Keelung), entre otros lugares.
Las letras de Cullera han tenido sus detractores, por el impacto en la propia montaña o por alentar un turismo que ha acabado siendo depredador. “Siempre hay ideólogos para todo, pero se han respetado y han aguantado”, subraya Miró sobre la polémica.
En 2009, el Ayuntamiento las iluminó buscando entrar en el Libro Guinness de los Récords, pero no lo logró. En 2014 lanzó junto a ellas un castillo de fuegos artificiales pese a que se lo habían prohibido expresamente por el nivel de emergencia que había y provocó un importante incendio que acabó con el alcalde, Ernesto Sanjuán (PP), condenado a casi dos años de cárcel. En 2015, en plena crisis, el actual alcalde, Jordi Mayor (PSPV), decidió apagarlas para ahorrar. Esta semana, el consistorio las ha repasado para que luzcan perfectas en el verano de su cincuenta aniversario.
Comando Culebra
El rótulo de Cullera es ahora también base para memes en las redes sociales. El más habitual es su irónica traducción a Cuchara como denuncia de los intentos de castellanizar los topónimos en valenciano. Pero, en realidad, la intervención con más impacto tuvo lugar hace algo más de veinte años y fue física, aunque inocua para las letras.
El 24 de octubre de 2004, cuando salió el sol, el letrero ya no decía CULLERA, sino CULEBRA y así estuvo hasta última hora de la tarde, cuando un grupo de montañeros de la policía subió a la sierra y retiraran las enormes sábanas blancas que habían transformado una L en una E y una E en una B ayudándose de piedras para sujetarlas.
Horas después, un desconocido Comando Culebra asumió la intervención con una nota de prensa y la justificó como una llamada de atención ante la urbanización descontrolada, pero también contra las propias letras por considerarlas una agresión a la naturaleza. Unos días después colgaron el vídeo con su intervención nocturna y sus razones, pero nunca se supo quién formaba parte de aquel peculiar comando.
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