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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Pacto del Odio

El acuerdo entre PP y Vox no oculta su desdén por el autogobierno y las instituciones, su voluntad de dar barra libre a la especulación, la desigualdad y el pillaje

PP y Vox se reunifican: exportan a Comunidad Valenciana el modelo de Castilla y León derecha y ultraderecha
Los equipos de negociación del PP y Vox, poco antes de llegar a un acuerdo de gobierno.MONICA TORRES

Fue Isabel Bonig, entonces líder del PP, quien en 2015 acuñó la expresión “Pacto del Titanic” para hacer referencia al recién sellado “Pacte del Botànic” de las izquierdas valencianas. Bonig hacía referencia a un deseo más que a una certeza cuando afirmaba, categórica, que el Consell conformado por el PSPV y Compromís no duraría más allá de 2017. Trató de que la expresión permease no sólo en el debate político, sino también en la esfera mediática, y la repitió una y otra vez... hasta que dejó de hacerlo, superada por la realidad. El primer Botànic, pese a sus errores, no fue sólo un gobierno competente y digno, sino también uno que gozó de extraordinaria estabilidad institucional.

Hoy, ocho años después, nos encontramos ante un panorama muy diferente. Podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos como le pasó a Bonig, que el pacto de cincuenta puntos firmado a toda prisa por el PP y VOX para gobernar la Generalitat merece ser bautizado como “El Pacto del Odio”. Haciéndolo no expresamos un anhelo; corroboramos aquello que desgraciadamente es tan cierto como palmario. Tan sólo hizo falta ver los discursos de la noche electoral: su única propuesta es el odio, el rencor y la expulsión del otro. La destrucción, no la construcción.

Es un pacto del odio contra las mujeres, lo que resulta poco sorprendente si consideramos que un maltratador condenado ha sido uno de sus máximos artífices. Es un pacto del odio contra el territorio y la naturaleza, a los que se ve como meros proveedores de recursos y servicios a los que seguir explotando. Es un pacto del odio contra la historia y la identidad valencianas, cercenando vínculos territoriales y borrando la historia a su conveniencia. Y es muy especialmente un pacto contra el valenciano, lengua materna de millones de personas, del que les molesta su mera existencia.

Es un pacto del odio contra la cultura en general, que ya ha tenido traducción directa en quién ocupara la consejería correspondiente. Es un pacto del odio contra la ciencia, puesto que no hace mención alguna al cambio climático en una de las regiones más vulnerables de todo el planeta. Es un pacto del odio contra el diferente, contra el migrante, contra las clases bajas, contra quien no tiene nada.

Es un pacto del odio contra una educación pública, de calidad y que fomente la convivencia y el reconocimiento de la diversidad. Es un pacto del odio no sólo contra la sanidad, sino también contra la salud de todos los valencianos y valencianas. Es un pacto del odio contra nuestra imagen dentro de España y también más allá de sus fronteras. Es un pacto del odio contra la memoria y la democracia

Cabe reconocer, eso sí, que también es un pacto por la vagancia y la corrupción, puesto que sus puntos, pésimamente redactados y estirados como un chicle barato, son incapaces de ocultar su desdén por el autogobierno y las instituciones, su voluntad de dar barra libre a la especulación, la desigualdad y el pillaje. Y es un pacto que resulta sintomático por lo que omite: la derecha ha tenido cuatro presidentes autonómicos (Zaplana, Olivas, Camps y Fabra), pero no se siente capaz de reivindicar a ninguno. Por algo será.

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Será pues un gobierno sin legado y contra el futuro, alimentado por el odio. Y justo por ello no es ahora un momento de derrotismo ni tristeza. Frente a su odio reivindicaremos siempre la memoria, la vida, el amor y el progreso. Cada día, con cada gesto. Ni un paso atrás.

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