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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De qué hablamos cuando hablamos de salud mental (en campaña electoral)

El autor analiza los programas de los diferentes partidos en España y en varias comunidades autónomas sobre la salud mental

Rafael Tabarés Seisdedos
Salud mental
Una mujer muestra una pancarta donde se lee "La salud mental debería ser un derecho no un privilegio", en una manifestación por la salud mental, durante la pandemia de coronavirus en Madrid.EUROPA PRESS NEWS (EUROPA PRESS VIA GETTY IMAGES)

Unos pocos meses antes de morir, el Dr. Mikel Munárriz escribía: “[…] la salud mental se ha puesto de moda. De ser una preocupación irrelevante en las encuestas de opinión pasa a situarse en las primeras posiciones del ranking. Y todos compiten por demostrar cuánto les preocupa y por encontrar soluciones rápidas y notorias”.

Los ciudadanos en España y en otros muchos países como Suecia, Portugal o EE. UU (ver nota 1). opinan que la salud mental se ha convertido en el mayor problema de salud al que se enfrentan. Es más, las personas jóvenes españolas de 15 a 29 años, especialmente las mujeres, consideran que la salud mental es la primera de las políticas a mejorar tras la pandemia, por delante del empleo, la defensa de los servicios públicos como la sanidad y la educación, la ecología o la defensa de libertades y derechos individuales. (2)

Estos ejemplos sugieren que la salud mental se ha instalado en la agenda pública con un relato en construcción en el que se distinguen, al menos, tres grandes líneas argumentales con sus protagonistas. La primera tiene que ver con el público y sostiene que la exposición a calamidades globales afecta de una manera especial a las personas más frágiles. Pero que cualquiera de nosotros puede acabar con problemas de salud mental. Con todo, un porcentaje significativo (algunos estudios hablan de un 20%) de la población general ha aprovechado la pandemia para dar un nuevo sentido a su vida. Son los resilientes de los que hemos aprendido la gran ventaja de contar con una buena red de apoyo social y de parar, de hacer introspección sobre quiénes somos y qué hacemos con nuestras vidas.

La segunda línea argumental hace referencia a la respuesta que estamos dando ante tanto sufrimiento. Habla de los actores y su interpretación, de los directores y su puesta en escena. La crítica es unánime: las cifras de recaídas y de nuevos casos han puesto en cuestión la idoneidad de la atención y organización de los servicios de salud mental y contra las cuerdas a sus profesionales. Los gobernantes más comprometidos con la causa como el presidente Ximo Puig están aumentando los recursos para crear nuevos dispositivos asistenciales y alcanzar las tasas de profesionales por 100.000 habitantes que recomiendan los organismos internacionales.

La tercera línea argumental está protagonizada por los guionistas, los investigadores y académicos que se preguntan de dónde viene tanto malestar y cómo salir mejorados, sin recaer. Ellos saben que la fragilidad de quien vive al límite no está asentada en lo que está mal sino en lo que nunca estará bien, o sea, en su falta de esperanza. Y un malestar sin esperanza no es equiparable a uno que sí la tiene. Nuestros mayores soportaron calamidades terribles con la esperanza de un futuro mejor, nuestros jóvenes caminan a la desesperanza porque, desde septiembre de 2001, el sentimiento de catástrofe ya no es eventual sino permanente. Por eso, el relato en ciernes pide esperanza, esa condición intrínsecamente humana de confiar en que las cosas mejoren y que lo haremos juntos.

Dado que estamos en campaña electoral, permítanme que aporte un breve análisis sobre la manera que abordan la salud mental los partidos políticos. Con este fin, he analizado los programas marco autonómico y municipal de los principales partidos políticos que se presentan el 28 de mayo (PSOE, PP, Vos, Podemos y Ciudadanos) y los programas completos en la Comunitat Valenciana (CV), la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM) y las ciudades de Valencia y Madrid. Estos programas electorales nos pueden servir para averiguar hasta qué punto el relato expuesto ha calado en las élites políticas. Una dificultad sorprendente ha sido la de no contar con los programas completos al inicio de la campaña. Ha habido que esperar 7 días para conseguir algunos. Incluso he sido incapaz de conseguir el programa con el que se presenta el candidato Almeida a la ciudad de Madrid.

Mi diagnóstico no alberga duda: la salud mental de los ciudadanos y vecinos aparece de una manera explícita en los programas marco con especial preocupación por los más jóvenes y vulnerables. Esto puede significar un interés de los partidos políticos por hacerse cargo de un tiempo excepcional en cuanto al sufrimiento psíquico en el que cualquiera diría: “estamos peor que nunca”. Ciudadanos y Vox no hablan de salud mental. Ciudadanos porque más que un programa marco es una declaración política de 14 páginas. En el caso de Vox algunas de sus “100 medidas para la España Viva” como la número 56 (Suprimir en la sanidad pública las intervenciones quirúrgicas ajenas a la salud: cambio de género, aborto…), 59 (Eliminación del acceso gratuito a la sanidad para inmigrantes ilegales), y 70 (Derogación ley de violencia de género) podrían generar un gran dolor psíquico en las personas que pierden derechos fundamentales actualmente establecidos.

La respuesta a tanto sufrimiento es sobre todo sanitaria en el PP: “La salud mental ha de seguir aumentando su protagonismo en la gestión sanitaria […]” No sólo sanitaria en el PSOE. Este partido quiere poner en marcha Planes de Acción a nivel autonómico y local con propuestas específicas para introducir la educación emocional en el currículum de todas las etapas educativas, las “recetas culturales” para mejorar el bienestar emocional de la población o los talleres de gestión emocional y los teléfonos para ayudar a vecinos en circunstancias difíciles (duelos, prevención del suicidio…) a nivel municipal. Unidas Podemos y PSOE apuestan por incorporar profesionales de psicología y de enfermería especializada en salud mental en los centros de Atención Primaria.

Los programas electorales del partido popular en la CAM y la CV están cortados por el mismo patrón: presentar algunas medidas de atención sanitaria y de promoción de la salud mental y prevención de las enfermedades mentales y adicciones. El gran peso del modelo sanitario o biomédico en los programas del PP es evidente al no hacer referencia ni a la recuperación e integración funcionales de las personas con gran sufrimiento psíquico ni a sus derechos fundamentales. Por el contrario, el programa de Más Madrid establece una estrategia Cero Contenciones para eliminar las sujeciones mecánicas y la orientación comunitaria como principio irrenunciable. Más Madrid llega a proponer que el 10% del presupuesto general de sanidad se dedique a salud mental.

En la CV, Compromís plantea “un nuevo profesional que será el especialista de salud mental de cabecera”. En esta misma Comunitat, el partido socialista ofrece una formulación más holística con iniciativas en atención y apoyo, promoción y prevención, pero también en derechos y gobernanza. Es en gobernanza donde hace el planteamiento más innovador al proponer la creación de la Agencia Valenciana de la Salud Mental, Drogodependencias y Conductas Adictivas. De llevarse a cabo, sería un hito al aglutinar y coordinar las competencias en salud mental, drogodependencias y conductas adictivas de diferentes consellerias de la Generalitat Valenciana y de la administración local y general del Estado. Además, contaría con la participación de los agentes clave de las asociaciones de expertos en primera persona, familiares y profesionales, sociedades científicas, sindicatos y empresarios, y de ciudadanos de a pie.

Desde mi punto de vista, las medidas basadas sólo en la atención son necesarias, pero parecen insuficientes. Los candidatos tienen que asumir de una manera genuina que en la salud mental intervienen determinantes como los medioambientales3 o los relacionados con el paradigma de justicia social de Nancy Fraser. Siguiendo a esta autora, deberíamos reconocer la relevancia de la redistribución para corregir la hemorragia de la desigualdad en las personas con sufrimiento psíquico, especialmente los más graves y vulnerables, el reconocimiento de sus derechos fundamentales y la representatividad de cualquier ciudadano para deliberar sobre las políticas públicas en salud mental.

A la vez, algunos guionistas de los programas electorales están jugando con fuego al hacer creer a los jóvenes que necesitan una vivienda, un trabajo y una comunidad para conseguir una buena salud mental. Echan mano de los tres elementos canónicos de la salud mental desde la perspectiva salubrista, de la santísima trinidad del bienestar, para prometernos una autopista a la felicidad. Aviso a navegantes: construir decenas de miles de viviendas para jóvenes sin una óptica salubrista a la salud mental en los barrios, los pueblos, las ciudades y sus gentes,4 crear empleo a cualquier precio sin tener en cuenta su calidad (5) o vivir hasta los 100 algoritmizados sin cultivar una verdadera cultura de las conexiones sociales (6) ya lo sabemos, va a empeorar nuestra maltrecha salud mental. Los encargados de las políticas públicas sobre vivienda, trabajo y las relaciones sociales tienen que abrir los ojos a su impacto sobre la salud mental (y física) de las personas por delante de los datos económicos. Mi impresión es que sólo se conseguirá cuando el público, cualquier ciudadano elegido por sorteo cívico, pueda deliberar con otros ciudadanos y expertos para hacer recomendaciones justas y razonadas sobre estos asuntos en el marco de la democracia deliberativa. (7 y 8)

Una política sobre la salud mental preocupada sólo por los síntomas, la seguridad, el alojamiento de las personas con enfermedad mental, por importantes que sean, debilita la posibilidad de que alcancen la dignidad como seres humanos. Una verdadera política sobre salud mental, al menos, procurará que unos y otros logremos una vida digna de ser vivida al ser queridos, estimados, necesarios para las personas con quienes compartimos una vida en común. En definitiva, cuando contribuimos al bien común. Un maravilloso ejemplo de esto último y un espejo en el que mirarse es el Wellbeing Budget o Presupuesto del Bienestar de la que fue primera ministra en Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, hasta hace tres meses. Las políticas de su gobierno iban más allá del crecimiento económico basado en los datos del Producto Interior Bruto para centrarse en el bienestar de las personas a través de cinco ejes prioritarios: acabar con la pobreza infantil, dar el apoyo a las minorías como las poblaciones maoríes y del Pacífico, construir una nación descarbonizada, hacer una economía sostenible y respetuosa con el medioambiente y, créanlo, tomar en serio la salud mental.

Por ahora, salvo alguna excepción, al analizar los programas electorales, el relato sobre la salud mental provoca más aceptación que controversia, pero la fuerza centrífuga de los mitos y bulos sobre la enfermedad mental y las personas que la sufren, junto con el imperativo hedonista de la Modernidad (que se la tiene jurada al dolor y achica cualquier espacio para manejar el sufrimiento corporal y mental distinto al fisicoquímico), son resistencias poderosas que lo pueden encerrar en el cajón de la indiferencia. Asimismo, la volatilidad del estado de ánimo de la ciudadanía y de los intérpretes políticos de la emocracia en la que vivimos dificulta desarrollar acciones de gobierno que no sean una mera continuación de lo que ya había antes.

Para acabar, permitan que vuelva a unas palabras del Dr. Mikel Munárriz en la Convención Ciudadana sobre salud mental celebrada en la Comunitat Valenciana en 2022: “No podemos pretender un bienestar individual si no lo planteamos desde un bien colectivo, desde un cuidarnos los unos a los otros, desde atender a las necesidades de unos y otros”

Y … ¿ahora qué?

Rafael Tabares-Seisdedos es médico psiquiatra y psicoterapeuta, catedrático de Psiquiatría en la Universitat de València e investigador principal en el CIBERSAM – ISCIII e INCLIVA. Es también comisionado de la Presidencia de la Generalitat Valenciana para el Plan Valenciano de Acción para la Salud Mental, Drogodependencias y Conductas Adictivas, en el contexto de la pandemia de COVID-19

1.- Informe: Ipsos Global Health Service Monitor 2022

2.- Informe: Centro Reina Sofía sobre adolescencia y juventud, 2022

3.- Informe: Headway-Mental Health Index 2.0, 2022

4.- Informe: Transformar los barrios para evitar el sufrimiento psíquico, 2022

5.- Informe: Precariedad laboral y salud mental. Conocimientos y políticas, 2023

6.- Informe: US Surgeon General, 2023

7.- Informe: Innovate Citizen Participation and New Democratic Institutions, OECD, 2020

8.- https://comissionatsalutmental.gva.es/es/documental



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