Políticos al borde de un ataque de nervios: la batalla por el voto joven en la Comunidad Valenciana
Si algún sentido tiene el término Comunitat Valenciana es el de construir Poder Valenciano y ofrecer un horizonte de derechos y libertades a una ciudadanía cansada de que sus vidas sean cada vez más frágiles y precarias
No huele a Napalm por la mañana entre la Plaza de Manises y la calle Cavallers de Valencia, donde se ubica el Palau de la Generalitat. Todavía. Pero lo que sí se huele en el ambiente es la campaña electoral autonómica. Anuncios a bombo y platillo, tuits promocionados, cuentas de Tik Tok recién estrenadas (con mayor o menor acierto comunicativo) e interpelaciones constantes a sectores de potenciales votantes. Todo ello para convencer a los miles de indecisos, que pueden decantar la continuidad del Govern del Botànic o el retorno (ocho años después) del Partido Popular.
Pero el escenario que encontrábamos en las contiendas anteriores ha cambiado por completo. Como explica el consultor Antoni Gutiérrez-Rubí, en un contexto en que el relato pierde fuerza, las elecciones las ganará aquel candidato que consiga construir comunidad con una mayor eficacia. En palabras de la escritora Maya Angelou, “la gente olvidará lo que dijiste, pero recordará lo que les hiciste sentir”. Y es que, si algún sentido tiene el término Comunitat Valenciana, que inventó el conservador Emilio Attard en los 70, es justamente ese: construir Poder Valenciano y ofrecer un horizonte de derechos y libertades a una ciudadanía cansada de que sus vidas sean cada vez más frágiles y precarias.
Y, claro, si hablamos de vidas precarias y frágiles tenemos que hablar de las nuestras, las de los jóvenes. Como mostraba el CIS poselectoral de 2019, el voto joven en la Comunidad Valenciana es un voto más conservador que la media (5 sobre 10, superando en 0.3 puntos la media valenciana de 4.7). Asimismo, los jóvenes valencianos somos uno de los sectores más desideologizados. De hecho, el CIS refleja que más de un 35% de la franja de entre 18 y 24 años puede votar una opción u otra en función de la coyuntura. Las principales preocupaciones de la juventud valenciana se repiten tanto en las entregas del CIS como en el Estudio de Políticas de Juventud del Ayuntamiento de València: la creación de empleo y la vivienda.
En este sentido, no resulta sorprendente ver a los candidatos pugnar por el voto joven. Y esta ofensiva la lidera el president Ximo Puig, quien pareciera ser mucho menos atractivo para los jóvenes antaño. Pero parece haber aprendido que, como decía Adenauer, en la política de poco sirve tener razón si no se la dan a uno. Dos legislaturas más tarde, Puig se dirige a los jóvenes sin complejos desde la atalaya mediática que le brinda el Benidorm Fest, de la mano de figuras mediáticas como la ilicitana representante en Eurovisión, Blanca Paloma. La gratuidad en el transporte público, la llegada de grandes empresas y la importante reducción en las cifras de desempleo hacen que el morellano esté bien posicionado para hacerse con el voto joven.
En un contexto de igualdad entre bloques y de una enorme incertidumbre, Podemos y Ciudadanos, que años atrás llegaron hablando de “nueva política” ni están ni se les espera. El popular Mazón no termina de arrancar, a pesar de sus constantes intentonas por darse a conocer entre los jóvenes, sean en forma de vídeos tuiteros con música épica o de charlas en el territorio comanche de la Facultad de Historia de Valencia. Quizás le falte calle todavía, como me diría un buen amigo. Vox continúa en su línea, intentando hacer ruido y enfangar el debate joven, sobre todo aprovechando polémicas educativas e identitarias. El también eurovisivo Baldoví tratará de utilizar su notable presencia mediática para salvar los muebles en un Compromís que continúa con las banderas a media asta tras la dimisión forzada de Oltra. Alea iacta est, Valentia.
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