La modernista sede de Correos en Castellón acunará el talento científico
El icónico edificio emprende su metamorfosis tras 90 años de servicio
A horas para su cierre como sede central de Correos en Castellón, en el histórico edificio de la plaza Tetuán el ambiente a mudanza es ya irreversible. Una veintena de personas aguarda su turno. Sin ticket, porque la máquina expendedora ya ha sido retirada y van pasando a ventanilla por orden de cola al grito de “siguiente” bajo el lucernario de hierro y cristal del vestíbulo central, con estanterías ya vacías.
Tras casi un siglo de servicio postal —desde 1932—, la icónica base de Correos, cuna del tímido modernismo de la ciudad y reflejo también del estilo mudéjar, se traslada a la calle Dean Martí, a 200 metros. El céntrico inmueble, adquirido por la Generalitat en enero de 2021 por dos millones de euros, se transformará, tras el reto de reformarlo íntegramente sin mermar su valor histórico, en epicentro de la innovación en el territorio valenciano. Aquí se ubicará la sede de ValER, una institución para la promoción de la investigación y el talento científico y tecnológico pionera a nivel autonómico y cuyas únicas réplicas estatales hoy son ICREA (Institución Catalana de Investigación y Estudios Avanzados) e Ikerbasque, la Fundación Vasca para la Ciencia. La Consejería de Innovación quiere lanzar la primera convocatoria para la contratación de personal investigador antes de verano y ultima ya la licitación de las obras de adecuación.
Las dimensiones de la construcción —con sótano, planta baja y dos alturas, abierta a cuatro fachadas con accesos diferenciados y con 580 metros cuadrados de superficie por piso— permitirán insertar además un espacio museístico y un salón de actos polifuncional.
“Me da pena que se traslade. Es emblemática”, indica Sonia, habitual del servicio postal por gestiones laborales, mientras aguarda su turno. Sobre ella se erigen, bordeando el hall principal, las enormes vidrieras con incrustaciones cerámicas de motivos regionales como naranjas y hojas que recuerdan el modernismo de la estación del Norte de Valencia, con la que la Casa de Correos y Telégrafos de Castellón comparte arquitecto, el valenciano Demetrio Ribes.
Aquí se ubican también, entre vidrieras y paneles de madera, la docena de ventanillas que han despachado al público durante 90 años. “Son las propias de hace un siglo, solo nos faltan los manguitos”, explica entre risas Enrique Saborit, director adjunto de la oficina. Así ejemplifica el encanto, pero también la obsolescencia, de esta construcción. “Para una empresa de logística y distribución como Correos, un edificio en altura y del siglo pasado no es operativo; además está infrautilizado”, detalla por su parte Francisco Briceño, jefe de Sector en Castellón.
Briceño reconoce que le acompaña un halo de nostalgia: “Soy de Castellón y recuerdo que de joven, con los amigos, quedábamos en el edificio de Correos, porque ha sido un referente”. Pero a nivel práctico, incide, “el sitio al que vamos nos va a permitir prestar un mejor servicio”. La nueva oficina tiene 1.250 metros y será compartida con la actual Unidad de Reparto 1 de Castellón. Totalmente accesible, amplía su vestíbulo e incluye 10 puestos de admisión.
El inmueble que hace ahora las maletas es producto de un programa lanzado en 1909 por el llamado “gobierno largo” de Antonio Maura, “tendente a dotar a todas las capitales de provincia con una sede digna de las tecnologías adscritas a la Dirección General de Correos y Telégrafos, ejemplo entonces de innovación tecnológica y comunicación”, explica el arquitecto Jaume Prior, expresidente del Colegio de Arquitectos de Castellón. Se buscaba, a través de edificios monumentales mostrar el potencial empresarial y de servicio público de las ciudades de principios del siglo XX.
Una Real Orden de 1915 detallaba los parámetros por los que debían regirse estos hitos arquitectónicos: con “libertad artística” pero sin “sacrificar” al aspecto monumental las “condiciones de acertada distribución y buen servicio”, según explica Inmaculada Aguilar en el libro dedicado a la figura de Demetrio Ribes.
La Dirección General quería amplitud, holgura, diafanidad y abundante luz en los locales. Diseño funcional que, en la sede postal castellonense cumplía su distribución interior clara y rotunda, que independiza el servicio público de las dependencias administrativas interiores.
El proyecto de la Casa de Correos y Telégrafos de Castellón salió a concurso en 1916. Valorado en 226.000 pesetas, ningún contratista optó a la subasta. Tuvo que hacerse una segunda y en 1919 se aprobó la obra, adjudicada a Demetrio Ribes, en colaboración con el castellonense Joaquín Dicenta. En 1928 se inició la construcción, siete años después de la muerte de su impulsor. Dicenta tuvo que continuar el proyecto en solitario, preservando las directrices de Ribes y de la Dirección General, aunque “acentuando el perfil ecléctico del proyecto inicial”, sostiene el arquitecto Jaume Prior.
Una fusión que exhibe desde su inauguración en 1932 la conjunción de materiales que visten fachadas e interiores, del ladrillo a la cerámica, el vidrio, el hierro o la madera, construyendo, sobre su base modernista de influencias gaudidianas, un lenguaje neomudéjar que incluye también referencias de la arquitectura montañesa. Todo un cóctel arquitectónico para un icono urbano que se enfrenta al reto de mantenerse intacto tras la transformación, vital, que requiere para esta segunda etapa.
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