La mujer que conquistó Silicon Valley y ahora es postulante a monja en Castellón
Vendió su primera ‘startup’ a Paypal y a los 34 años ya era socia de Deloitte. Hoy dice que solo invierte “para la vida eterna”
”Sierva de Dios”. Desde hace poco más de un año en LinkedIn, ese es el cargo que figura bajo el nombre de Montserrat Medina (Valencia, 37 años). Hasta esa fecha, esta valenciana “del centro, de valores tradicionales y familia fallera” era una de las jóvenes más exitosas emergidas de Silicon Valley. Su startup, Jetlore, revolucionó el email marketing y catapultó las ventas por este canal de Groupon o eBay. Paypal, una de las Fortune 100 tecnológicas, acabó adquiriéndola y ella, a los 34 años, se convirtió en socia de Deloitte. “Es una edad poco usual para ese rango”, comenta un exempleado de esta firma. “Me consta que su decisión de dedicarse a la vida religiosa les pilló fuera de juego”, añade.
De San Mateo, California, a Sant Mateu, Castellón. De Jetlore al monasterio Santa Ana de las Agustinas, tras dos años al frente del departamento de datos e inteligencia artificial en una de las big four [las consultoras y auditoras más grandes del mundo]. Con dos másters por la Universidad de Stanford y un doctorado sobre ingeniería matemática y computacional, su última creación es hoy “un programa informático para la biblioteca del convento”, explica sor María Teresa. “Antes usábamos una hoja de Excel”, añade la monja. EL PAÍS habla con ella “porque Montse no puede responder a los medios hasta que acabe su postulado”. Tres años de silencio, soledad y reflexión. Esta es ahora su prioridad. Tres años de formación, “porque tanto la comunidad como ella debemos saber si existe una verdadera vocación”. “No es que Montse no la tenga, pero ambas partes debemos estar completamente seguras de que este camino es el adecuado”, apunta.
Salvo por la hora y media de formación, su nueva vida contemplativa es la misma que la de cualquier otra agustina. Como el de los popes tecnológicos (varios de los cuales la formaron y financiaron no hace tanto), el día arranca temprano y, desde las seis de la mañana y hasta las 10 de la noche, incluye siete periodos de oración. El centro religioso es famoso por su horno y la venta online de sus dulces. Son “trabajos en común para el sustento de la comunidad”, apostilla sor María Teresa. Incluso durante esta labor colectiva, permanece en silencio “para mantener el clima de oración que nos permita escuchar a Cristo”. Ese era su objetivo y así lo expuso Montse Medina en la carta de despedida de la vida pública: “Quiero que el Señor sea mi único Dios, y no el dinero. No puedo servir a dos señores”.
En esa “confesión”, publicada en LinkedIn, Medina citaba un texto de la Biblia: “¡Qué difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios!”. En ese adiós a las redes, tras años de post, titulares, fotografías etiquetadas y entrevistas en medios como Business Insider o la revista del Massachusetts Institute of Technology (MIT), decía: “Mi meta no era otra que lo que la sociedad me enseñó desde mi niñez: estudiar, posicionarme con un trabajo bien remunerado, casarme y tener hijos. La idea de servir al Señor estaba lejos de mis pensamientos: me había hecho un dios a mi medida que debía servirme a mí y ajustarse a mis objetivos y ambiciones”.
Antes del claustro, su relación con el ecosistema valenciano de startups fue mínimo. Uno de los que mantuvieron un pie en California y otro aquí, sin revelar su nombre “por respeto a la decisión de Montse”, asegura que “tenía perfil de genio”. “Me he reunido con gente como Mark Zuckerberg, Sean Parker o altos cargos de Google y siempre me recordó a ellos. Notas que su cabeza va mucho más rápido y, mientras hablas, están conectando pensamientos. Hace 10 años, era la persona adecuada en el lugar adecuado”.
Medina encontró su nuevo lugar en el mundo “por Internet”, según sor María Teresa. “Desde su llegada, si hubiera respondido a todas las entrevistas que nos han solicitado, creo que no hubiera hecho otra cosa. Por eso es tan importante este largo periodo de silencio”. Décadas atrás, las monjas podían consagrarse en poco más de seis meses. Hoy, “la vida y los ritmos de las chicas de 20 o 30 años son otros” y han aumentado las cautelas y sus exigencias.
La postulante a la orden agustina sigue adelante con sus nuevos hábitos que conformarán —o no— el futuro de la que llegó a ser Medalla de Bronce en los Stevie Awards for Women in Business y conferenciante de la WiDS Worlwide Conference. “Tengo la certeza de que el Señor misericordioso suplirá con creces mi falta con aquellos a quienes estoy dejando por Él. No dejo el mundo, propiamente, sino lo mundano”, ha esgrimido ella.
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